jueves, 28 de noviembre de 2013

ENDECASÍLABOS OCULTOS A VÁZQUEZ MONTALBÁN

Paco Rodríguez de Lecea




José Luis López Bulla reedita en su blog el artículo que dedicó a la muerte de Manolo Vázquez Montalbán. Lo leo y me queda una impresión estética muy profunda, de desconsuelo rabioso y de solemnidad desgarrada o de desgarro solemne. Rebusco un poco más en el texto y encuentro algo singular. El artículo comienza con un endecasílabo perfecto:

“Me sentó como un rayo la noticia…”

Pero no es sólo el comienzo, el verso endecasílabo es una estructura oculta que se repite una y otra vez en el texto como un redoble majestuoso de campanas. Anoto de pasada: “Poeta, periodista y novelista…”, “Pero como la vida continúa…”, “Su penetrante mirada que denuncia…”. Y el colofón final, si efectuamos una levísima supresión en el texto como quedó escrito, queda conformado por un par de endecasílabos en rima libre:

“… y sigue paseando por las Ramblas
camino de sacarle punta al lápiz.”

El endecasílabo fue el “arte mayor” de los poetas mayores de nuestra historia. Empezando por el Dante, que se curró la Commedia entera (no la llamen “Divina”, por favor, esa cursilería se le ocurrió a alguien muchos años después) en tercetos encadenados de endecasílabos. Y no fue casualidad que siglos más tarde Miguel Hernández recurriera a los tercetos encadenados para llorar la muerte de su compañero del alma Ramón Sijé. Yo cité a Miguel en una ocasión en que quise expresar mi dolor por la muerte de un amigo, porque él lo dejó dicho todo para siempre sobre este tema de la manera más bella y rotunda posible.

No es extraño, entonces, que en el momento de glosar la muerte de Manolo Vázquez Montalbán, la estructura de las once sílabas se le impusiera, de forma consciente o inconsciente, a José Luis, que cuenta a Dante y a Miguel Hernández entre sus nada escasas lecturas de culto. Voy a volver a ponerme a mí de ejemplo: estropeé a última hora  y sin advertirlo el endecasílabo que me salía de forma natural como titular de mi obituario. Puse “Se me ha muerto Mario Trinidad” en lugar del “Se nos ha muerto” que me pedía la medida del verso:

“Yo quiero ser llorando el hortelano.
Se nos ha muerto Mario Trinidad,
Compañero del alma, tan temprano.”

Así, cuadraba.

2

Más sobre obituarios y poesía. Estoy celebrando el Año Espriu con un homenaje privado: me he comprado la biografía “Espriu transparent” de Agustí Pons y un volumen con toda la prosa narrativa del poeta; la poesía completa estaba ya desde hace años en mi biblioteca. Combino entonces la lectura de la vida de Espriu con sus textos.
Pues bien, en 1938 murió de forma bastante repentina el poeta mallorquín Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Espriu y Rosselló habían sido inseparables durante su época de estudiantes, y se tenían también una gran estima digamos profesional. Para Rosselló, Espriu era el indiscutible jefe de fila de su generación literaria; lo saludó en una carta con un verso del Dante (reaparecen los endecasílabos!): “Tu duca, tu signore, tu maestro”. Por su parte Espriu, que hasta entonces había destacado únicamente como prosista, dejó dicho de Rosselló: “No sé si es el més alt poeta de Catalunya, però estimo la seva obra per damunt de tot.”

El estallido de la guerra “incivil” los había distanciado. A Espriu, republicano desde siempre, el conflicto lo dejó espantado: abominó de los dos bandos por las barbaridades que presenció y que sufrió en su persona y su familia. Rosselló se afilió al PSUC y vivió la marcha de la guerra en una exaltación continua, reprobada por su amigo. Cuando lo internaron en el sanatorio del Brull con una tuberculosis galopante, Espriu fue avisado pero no se dio prisa en acudir junto a su amigo enfermo. Cuarenta y ocho horas después, la noticia era que había muerto.

El último texto del volumen en prosa de Espriu “La Pluja”, se titula “Pluja de maig, brodada”. Está escrito en 1938 y dedicado así: “En la mort de R.P.” Finaliza con el siguiente párrafo:

“Remor de cascavells d’aigua damunt el maig fred del jardí, damunt el teu silenci a la muntanya, mentre la teva mare broda i plora, plora per tu sota la pluja brodada, lluny, al carrer de l’Om o dels Oms, enllà de la mar, enllà del casal profanat dels meus morts.”

Hay una autoacusación final que suena como un retumbo fúnebre: “la mansión profanada de mis muertos”. Espriu volvió a poner en escena a la lluvia y a la madre que borda y que llora en el carrer de l’Om en un poema incluido en el volumen “Les Hores” y titulado “Petita cancó de la teva mort”. Los aficionados lo recordarán en la voz y con la música de Raimon. Cito la tercera de las cuatro estrofas:

“La pluja li contava
la teva mort,
la pluja li contava
com has mort sol.”

No hay endecasílabos aquí. Pero los cuatro monosílabos del verso final resuenan como cuatro tañidos hirientes de campana y contienen de nuevo la misma autoacusación. “Cómo Has Muerto.” “Solo.” No exactamente solo, pero sin la compañía de su amigo.

3

Una cosa lleva a la otra. Recordé de pronto haber leído una poesía fúnebre dedicada a Miguel Hernández por Pablo Neruda, un texto tremendo que descubrimos juntos mi amigo Mario Trinidad y yo en los años de universidad. Entonces el “Canto general” de Neruda estaba oficialmente prohibido en España, pero nos arreglamos para conseguir una edición argentina de Losada, en dos volúmenes. Yo entrerrecordaba de forma nebulosa un pasaje concreto. Lo busqué. Está en efecto hacia el final del “Canto general”. Dice así:

“Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
En sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
De perra, silenciosos cómplices del verdugo,
Que no será borrado tu martirio, y tu muerte
Caerá sobre toda su luna de cobardes.”

Quizás hoy no es tan evidente como en aquellos años el insulto a Dámaso Alonso y Gerardo Diego, que incluyeron a Miguel Hernández en antologías después de haber callado cuando una protesta oportuna podía haber mejorado su suerte.
            Pero a continuación encuentro en el mismo poema otros versos que no recordaba en absoluto, que se habían borrado de mi mente sin dejar ninguna huella. Los anoto también:

“Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria. Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde limpia sus graneros
Y baila junto al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia sube la sirena desnuda
Que edifica mostrando su cristalina espada.

Y más allá la tierra se agiganta, la tierra
Que visitó tu canto, y el acero
Que defendió tu patria están seguros,
Acrecentados sobre la firmeza
De Stalin y sus hijos.”

Es el anticlímax, la endecha a la vida y la victoria de un socialismo que ha muerto de una forma más definitiva y absoluta que todos los poetas muertos. RIP.




sábado, 2 de noviembre de 2013

EL GORRIÓN Y LOS BROTES VERDES DE RAJOY

«El capital extranjero redobla su apuesta por las empresas españolas», se lee en un titular de El País de ayer. El subtitulillo remacha: «El camino de la recuperación». O sea, que nos la están metiendo doblada por segunda vez. Dicen los manuales de autoayuda que la primera vez que te estafan, tú no tienes ninguna culpa; la segunda, sí. Por ahí vamos.

Y es que se tiende a olvidar deprisa incluso las lecciones más meridianas. Por ejemplo, aquello que nos decía el maestro Marcelino Camacho en sus charlas profundas, didácticas e interminables (nadie quería que se terminaran, por lo demás) con ocasión de las asambleas masivas de delegados de Comisiones Obreras: «El capitalismo es como un gorrión.» Vale poner la economía financiera donde Marcelino generalizaba con el capitalismo: es un gorrión que da un saltito adelante y el siguiente de lado, que ahora picotea un brote verde y enseguida lo abandona, que deja que te acerques con toda confianza y de pronto echa a volar sin ningún porqué y desaparece.

La Internacional del capital especulativo apuesta en este momento por España porque abundan las gangas, los precios de unas empresas endeudadísimas están por los suelos, y los costos de la mano de obra por el subsuelo. Volvemos a ser pista de aterrizaje de las multinacionales, y la banca privada rescatada con dinero público multiplica por muchos dígitos sus beneficios. Repican las campanas triunfales de los medios, pero no crece el empleo (salvo el precario) y nadie rescata a Fagor. Y el ministro Guindos habla como si los capitales internacionales estuvieran ansiosos de más y más España, como si el quid estuviera en el atractivo especial e indefinible de este país, un tirón sensual que lleva a Bill Gates a ansiar sentarse en una terraza de la Main Plaza de Madrid para consumir allí sin tardanza una relaxing cup of café con leche.

Guindos sabe que no pasarán más de dos años sin que esos capitales-gorriones emprendan el vuelo hacia otro país propicio, un país que asegure dividendos rápidos y consistentes en la coyuntura inmediata. Guindos lo sabe de cierto, pero no lo dice. Mariano Rajoy probablemente ni siquiera lo sabe. Mariano Rajoy me recuerda cada día más a Rufus T. Firefly (Groucho Marx en “Sopa de ganso”), cuando fue investido presidente de una Libertonia acosada por los problemas, y prometió en su discurso inaugural: «Si ustedes creen que este país va mal, esperen a que yo haya acabado con él.»