sábado, 30 de septiembre de 2017

DESCHOQUE DE TRENES


El único remedio que veo a la actual salida del armario y exhibición pública desenfadada de todos los rencores de campanario mutuos, opuestos y entrecruzados, es justamente recolocar en el primer plano el mismo elemento que algunos están persiguiendo con saña inaudita. O séase, las urnas.
Urnas de arriba abajo. Urnas una vez más. Visto que se ha demostrado hasta la saciedad que el bipartidismo tan invocado está desaparecido, que la alabada Constitución del 78 es incapaz de traernos más bondades ni prosperidades, que aquí oficialmente sigue sin pasar nunca nada salvo alguna cosa, que a los catalanes no hay quien nos entienda sobre todo porque no se nos deja explicarnos, que la política nacional no es un trabajo de campo para un seminario universitario sobre una hipótesis de la politóloga señora Mouffe, etc., etc.
Una vez aclarado suficientemente todo eso, y también que el enorme esfuerzo hecho por la gestora del PSOE para votar la investidura de Mariano Rajoy en aras de la gobernabilidad fue desperdicio de tiempo y energías, porque la gobernabilidad no solo no ha mejorado sino que, al revés, necesita hoy del auxilio represivo ─ aunque proporcional ─ de todo el cuerpo de la Benemérita (despedida de sus bases lejanas con banderas preconstitucionales y gritos belicosos de ánimo); y una vez comprobado que el cerco parlamentario al gobierno solo ha conseguido dejar aplazada sine die la toma de decisiones inaplazables.
Visto que tampoco han recuperado los grandes partidos aquella añorada unidad sin fisuras, antes bien que cada uno de ellos parece una olla de grillos donde la disciplina interna brilla por su ausencia (Susana Díaz se la ha saltado en cuanto le ha salido del arrebato).
Visto que la judicatura ha tomado con decisión el bastón de mando de la política abandonado por el gobierno, y que la fiscalía se despliega por el territorio como las jaurías por el monte para levantar la caza.
Visto todo ello, la única solución factible y decente es volver a poner las urnas. Urnas no solo en Catalunya para saber lo que pensamos mayoritariamente sobre España, sino en todo el territorio: urnas para unas elecciones generales, para unas autonómicas catalanas y andaluzas como mínimo, para un referéndum sobre la Constitución…
Me detengo aquí porque estoy pensando en un plan de mínimos, no en grandes virguerías. Podría llevarse más lejos aún la puesta de urnas, pero quizá conviene no exagerar para evitar un efecto de sobredosis en la ciudadanía.
Lo que está claro es que con un palanganero al frente del gobierno no vamos a ninguna parte, y menos que ninguna parte al futuro. Y está claro que la opinión no se fabrica a base de tuits ni de trolls en las redes sociales. Necesitamos en el país real la foto real de ahora mismo, para situarnos en la correlación de fuerzas real, y conocer al dedillo la clase de basura real que se esconde debajo de la alfombra de los patriotismos y los nacionalismos de todo signo.  
Todo ello no se consigue con periodismo de investigación, ni con análisis sociológicos, ni con campañas mediáticas, y menos aún con tanquetas-botijo.
La cirugía real ha de empezar por la puesta generalizada de las urnas. En la legalidad, claro, como corresponde a un país democrático.
 

jueves, 28 de septiembre de 2017

CONSTITUYENDO


Quizás ahora que se está enarbolando en mi pequeño país el palo con gran alarde de testosterona uniformada, sea útil en algún sentido saber que el gobierno tiene en reserva también una zanahoria bastante escuálida para ofrecer en el momento oportuno (¿cuál será el momento oportuno, el posterior a una rendición incondicional de Cataluña con armas y bagajes?). Cito a Guillem Martínez en CTXT: «El País ha hecho un spoiler de la reforma constitucional que, en 2015, anunció Margallo que poseía. Ojo, en ella han participado el Presi del Senado y el del Consejo de Estado. No es un divertimento. Se ofrece a Cat reconocimiento constitucional a sus derechos históricos y lengua y cultura. La reforma presenta cambios en más de 100 artículos. El do de pecho en el título VIII. Se fijan las autonomías, se fijan sus competencias, se fija el recurso previo de inconstitucionalidad – no sea que pase lo de cuando el Estatut –, se fija qué impuestos son del Estado y cuáles son de la autonomía. Por lo demás, se incorpora el matrimonio homosexual, se permite que la primogénita del rey sea reina, se fija la no discriminación salarial y algún derecho social. Se supone que sin desarrollar o garantizar. Es importante saber que menos de la mitad de todo esto hubiera sido aceptado por Mas en 2012. Es importante saber que Rajoy tiene este texto en un cajón desde hace la tira.»
La oferta “in pectore” no es impresionante, quizás Mariano hace bien al mantenerla guardada en un cajón. Esto no puede ir de una Constitución otorgada. Es inexcusable una relegitimación de instituciones excesivamente deterioradas, empezando por la monarquía y siguiendo por un poder judicial sospechoso de ser la dócil correa de transmisión del ejecutivo. No es significativo que haya cambios en más de 100 artículos, sino saber qué es lo que se cambia, lo que permanece, lo que desaparece. La no discriminación salarial sirve de poco en los niveles retributivos en los que nos movemos; solo tendría sentido en el contexto de salarios decentes para un trabajo decente. Otro tanto puede decirse de los derechos sociales, un terreno apenas explorado y en el que queda muchísimo trabajo por hacer: trabajo de fondo, imposible de plasmar en un texto de circunstancias tal como una Consti sacada del bolsillo en un momento muerto de una negociación, y nacida, como la diosa Atenea según los antiguos, ya armada con todas sus armas, que se ofrece como un pack indivisible e innegociable “lo tomas o lo dejas”.
No es tan importante lo que habría aceptado Mas en 2012. El cambio generacional y el empeoramiento de las perspectivas de progreso social en todo el país han dejado en el desguace a la vieja ley suprema de 1978; tómese nota. Pero tómese nota también de que la vieja ley caduca también es susceptible de empeorar.
La desafección de la ciudadanía prolifera, y no en exclusiva la de la ciudadanía catalana; como la risa, la desafección va por barrios; como las habas, se cuece en todas partes. Una cosa es poner a punto entre todos una Constitución en la que nos sintamos representados, y otra muy distinta que se nos otorgue graciosamente una Constitución atada y bien atada para que el estamento que tiene en sus manos la manija de los negocios pueda seguir ejerciendo de lo mismo durante cuarenta años más.
 

miércoles, 27 de septiembre de 2017

LA URGENCIA DE AVANZAR HACIA ALGUNA PARTE


Después de cinco años de inmovilismo absoluto, de silencio institucional y de guerra sucia desde el Ministerio del Interior, el gobierno de la nación opta por enfocar el mal llamado “problema de Catalunya” con medidas represivas. El palo sin la zanahoria. La represión será, se nos dice, de perfil bajo, y después de todo, los catalanes (en tanto que “pueblo” o entidad abstracta) nos la hemos merecido sobradamente, sean cuales sean nuestras ideas en relación con el procés.
El desfile de despedida de los guardias civiles que habrán de contribuir a la custodia de los colegios electorales catalanes y el arramble con las urnas y las papeletas, ha sido jaleado en algunas localidades andaluzas (¿hasta allí se ha tenido que ir a buscar refuerzos de fuerza pública?) con gritos de “A por ellos, oé”. Rivalizando con las esteladas que desbordan las plazas catalanas, se exhiben en otros lugares de nuestra geografía común banderas franquistas, pudorosamente llamadas preconstitucionales en los medios. El suflé anticatalán se está aproximando a su punto álgido.
Da la sensación de que alguien debería hacer algo para que el país no se desangre en rencillas miserables, pero ese alguien no será Mariano Rajoy. “Hacer cosas” no es, definitivamente, lo suyo. Recientemente se ha reunido con el Trun’ – el mediático filósofo rancio de mesa camilla que ha plantado sus reales en Vasintón – y este le ha revelado en confidencia que si los catalanes se separan de España “harán una tontería”. La opinión del vidente transoceánico ha sido difundida como la de un oráculo. Tiene la doble virtud de ser drástica y simple por un lado, cosa que siempre agrada al respetable; y de otro lado, que no es Mariano quien la expresa. La credibilidad de Mariano está bajo mínimos, y basta con que diga algo, lo que sea, para que los tuiteros le monten tropecientos memes. La impresión general, incluso en las filas del núcleo duro del Partido Popular, es que calladito está más guapo. Y si es posible, de perfil.
Precisamente así, calladito y de perfil, se ha puesto el gobierno de España en relación con la Agenda 2030 de la ONU para un desarrollo más justo. Se trata de un compromiso internacional, aprobado hace dos años en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Por parte española firmaron el protocolo el rey Felipe VI; el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo; el secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Jesús Gracia; el secretario general de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Gonzalo Robles; y la vicepresidenta de la Comisión de Cooperación Internacional, Ana Mato. Se nombró a un embajador de España para la Agenda 2030, Juan Francisco Montalbán. Todos los ministerios debían participar en un Plan para cubrir 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a partir de 244 indicadores que se tenían que medir para conocer el punto de partida en el que se encuentra el país de cara a la consecución de un mundo más justo y próspero.
Dos años después no hay plan. No hay medición de indicadores. No se ha constituido ninguna comisión ni grupo de trabajo a nivel central. No se ha hecho nada aún (desde el nivel gubernamental; sí lo han trabajado algunas autonomías y ciudades, pero a la intemperie, desprovistas de un plan director global). Tampoco hay fechas ciertas para el inicio del trabajo en los organismos de la administración central. «El año pasado, por la situación política con un Gobierno en funciones, estuvimos un poco paralizados, lo que explica el retardo», se justifica Montalbán. “Un poco paralizados”, es puro eufemismo. Dentro de menos de un año, en julio de 2018, España deberá presentar en el Foro Político de Alto Nivel de la ONU los avances realizados en la implementación de la Agenda. «No se podrá rendir cuentas de nada», apunta Teresa Ribera, copresidenta del Consejo asesor de la Red Española para el Desarrollo Sostenible.  
Esta es la situación escandalosa e increíble que nos cuenta Alejandra Agudo en elpais (1). Me temo que, como en la cuestión catalana, también en este asunto hay una coincidencia sustancial de criterios entre Mariano Delenda y el Trun’.
A por ellos dos, oé.
 

 

lunes, 25 de septiembre de 2017

AMENAZA DE SATELIZACIÓN


El OK Corral de la política nacional se ha convertido en una película de buenos y malos. En Zaragoza, quinientos patriotas (los “buenos”) pusieron cerco al polideportivo donde estaban reunidos algunos políticos (los “malos”) con vistas a consensuar soluciones razonables para el merder catalán. La presidenta de las Cortes de Aragón recibió un botellazo en el pecho. «Menos mal que no fue en la cabeza», se ha consolado. La presencia mínima de fuerzas de orden público, cuatro y el cabo, insuficientes para proteger a los cercados, se debía a que el grueso de la dotación había sido enviada a Barcelona, en prevención de los desórdenes que tendrán lugar cuando tropecientos antidisturbios más impidan por la fuerza (mesurada y proporcionada) una votación sin sustancia ni accidentes, sense solta ni volta que decimos en Catalunya.
Mi enhorabuena a los cercados en el nuevo sitio de Zaragoza. Ellos son nuestra esperanza principal, en un momento en el que se atisban pocas. Ellos han comprendido que el problema Cat es el problema Esp, y que no se soluciona simplemente buscando un encaje artificioso, una mejora fiscal, de la inestable Cat que tenga la virtud de no perjudicar de rebote la sana convivencia y la estabilidad envidiable de Esp. La solución no puede ser esa, por la razón principal de que la tal convivencia y estabilidad de Esp es enteramente inexistente. El problema catalán ha destapado (y no es la primera vez, ha habido antes otros avisos sonados) el problema en carne viva que aqueja al ordenamiento institucional español. El esquema bipartidista y la alternancia en el gobierno surgidos de una interpretación bastante unilateral de la Constitución del 78 están en el desguace, y el Estado de las autonomías ha quedado reducido a escombros en un proceso acelerado a partir del momento mismo en que el gobierno anterior decidió apearse en marcha del Estado “social” de las autonomías.
Las opciones de futuro que se perciben ahora mismo son dos: o bien se proyecta un desarrollo ordenado del esquema constitucional susceptible de culminar en la construcción de un Estado federal, ergo descentralizado y capaz de potenciar las sinergias existentes entre sus diversos elementos componentes; o bien se entrega la cuchara y se cede sin resistencia al designio del gobierno popular de satelizar a las comunidades integrándolas en un centro político fuerte.
Tendría el gobierno actual mejores perspectivas en su denodada tarea de recentralización, de haber dado hasta el presente alguna muestra de eficacia en sus actuaciones. Por ejemplo:
La insistencia en mantener hasta las últimas consecuencias un sistema radial de comunicaciones ha llevado a la consigna del AVE para todos, sustitutoria del café para todos, pero ruinosa porque en muchos trayectos los vagones circulan al vacío. Sin embargo, aún no se ha abdicado de la idea genial de hacer pasar el llamado “corredor mediterráneo” por Madrid.
La idea de crear con Bankia un banco privado centralista fuerte, capaz de contrarrestar los poderes fácticos periféricos del Santander, BBVA y Caixabanc, se arrastra por los juzgados después de necesitar de un rescate cuyos dineros nunca, ay, nos serán devueltos a los contribuyentes, según se nos ha informado con todas las cautelas.
Las grandes contratas públicas (autopistas, centrales eléctricas, instalaciones aeroportuarias, cementerios de residuos nucleares, prospecciones de gas offshore, entre otras) han desviado miles de millones de euros de las arcas públicas a los bolsillos privados de unos ciudadanos a los que ahora se defiende en los tribunales provocando aplazamientos continuos de los trayectos procesales correspondientes, con la vista puesta en el objetivo de llegar sin daños mayores a la fecha de la prescripción.
De modo parecido, y por motivos también parecidos aunque a primera vista no tengan nada que ver, el debate parlamentario de la iniciativa de los sindicatos UGT y CCOO en favor de una renta mínima garantizada, ha sufrido en un año 19 aplazamientos debidos a la actitud obstructiva de PP y C’s. Se trata de una muestra complementaria de los efectos de la recentralización política esforzadamente llevada a cabo por nuestro ejecutivo con la complicidad benevolente del poder judicial: a la satelización de las “provincias”, de un lado, se suma de otro el ninguneo de cualquier iniciativa política surgida al margen de la actividad – tan morosa que roza la inmovilidad absoluta – del poder central. Extra ecclesiam nulla salus; o dicho en román paladino, quien manda manda, y los que no, de imaginaria.
 

sábado, 23 de septiembre de 2017

MARTIRIO


Ha dicho Carme Forcadell: «Catalunya vuelve a tener presos políticos como hace cuarenta años.» Es una afirmación cuando menos dudosa. Ha añadido: «Se nos ha tratado como a delincuentes por el simple hecho de hacer posible que la gente vote.» Es una mentira rotunda. Los catalanes hemos votado con toda normalidad en tantas ocasiones como se nos ha convocado. No ha sido “imposible” votar en ninguna ocasión, desde hace esos mismos cuarenta años. Nos gustaría también votar, con garantías e igualdad de oportunidades para todas las posturas, en una consulta sobre el futuro que deseamos para Catalunya; muchos, sin embargo, rechazamos votar unilateralmente, y teniendo una ley de desconexión – que por lo demás tampoco se nos permite votar – pendiente sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles.
El alto mando independentista se echa las manos a la cabeza por la intervención demasiadamente expeditiva de la guardia civil, cuando es lo que ha estado anhelando durante todo el forcejeo previo con las instituciones del Estado (con las instituciones judiciales sobre todo, porque el ejecutivo se ha llamado reiteradamente andana). A Junqueras se le escaparon las lágrimas al pensar en sus colaboradores retenidos en el cuartelillo. ¡Martirio! Y es que solo el martirio convincente de algunos patriotas puede desencallar la nave anhelante de marchar rumbo a Ítaca.
En el “relato” nacionalista catalán (ahora está de moda centrarse en los relatos para explicar los sucesos) han figurado desde la primera hora los grandes temas de la Pérdida, la Opresión, el Agravio, el Expolio y la Resistencia, todos con mayúsculas. En un sugestivo ensayo de Fernando Molina y Alejandro Quiroga (1), se analiza el escaso eco de tal relato en la ciudadanía durante treinta años, desde su siembra metódica en 1980 hasta su resurgimiento repentino en 2010 de la mano de una campaña masiva desde los poderes institucionales. Incluso entonces, hizo falta una sobredeterminación de circunstancias para que arraigara como trending topic. La crisis, el hundimiento del Estado social, la ausencia de perspectivas entre los jóvenes, el crecimiento de las bolsas de pobreza hasta afectar a buena parte de las que antes se tenían a sí mismas por “clases medias”, de un lado; el torpedeamiento del nuevo Estatut desde el Tribunal Constitucional, de otro lado. Aun entonces, mucho más eficaz que la historia manida de un agravio secular fue el grito de alarma: «¡España nos roba!» La gente no se sintió de pronto nacionalista; se sintió estafada. Su reacción fue similar a la de las plazas de otras ciudades españolas en el 15M. Pero aquí hubo una variante importante: el No a la Casta dio paso a un No a España.
A España en teoría, a una España lejana y enteramente desprovista de atractivo. La cohesión en torno a España había estado basada en el paraguas del Estado social, y ese paraguas cada día era más chico, cada día traspasaban más las salpicaduras de la que estaba cayendo. En esas circunstancias se vino abajo el “otro” relato nacional español, el mito de la Transición ejemplar y el Consenso fructífero. La Transición apareció de pronto como una trampa, el consenso como un engañabobos.
En toda España. En Cataluña también.
Ahora, las prisas de la Generalitat por tapar sus propias fechorías y aprovechar lo que perciben como una ventana de oportunidad, ha conducido a un choque frontal disparatado, desprovisto de cualquier atisbo de legitimidad. Rajoy se siente cómodo en ese terreno; pero Mas, Junqueras y Puigdemont también. No habrá independencia, seguro, pero las próximas elecciones podrán ganarlas con desahogo si consiguen añadir al cóctel nacionalista unas cuantas gotas de martirio.
En esas estamos.
 

(1) “¿Una fábrica de independentistas? Procesos de nacionalización en Cataluña”, en S. Forti, A. Gonzàlez i Vilalta y A. Ucelay Da-Cal (eds.), El proceso separatista en Cataluña. Comares Historia 2017.  

 

miércoles, 20 de septiembre de 2017

QUITA TUS SUCIAS MANOS DE ESTE CHOQUE DE TRENES


“Democracia es votar; antidemocracia es impedir votar”: una ecuación simplista y manifiestamente falsa desde el momento en que la votación propuesta afecta a la condición jurídica, los derechos y las libertades individuales imprescriptibles de personas presentes y futuras que no votarán, y anula la seguridad jurídica derivada de todo un ordenamiento positivo establecido, sustituido por no se sabe qué, ni se propone, ni se adivina.
La convivencia en democracia se basa en el respeto de todos al marco jurídico existente, que a todos implica. No basta la suposición de que ese marco sea “opresivo” para anular la obligación de respeto. La comunidad internacional ha amparado luchas de liberación contra regímenes coloniales anclados en la desigualdad jurídica de las personas; pero no es el caso de Catalunya. Aquí la comunidad internacional no ampara nada; aquí no se está dando una batalla por la igualdad, sino por la supremacía de unas leyes (ni siquiera vigentes; todavía en embrión) sobre otras, vigentes y contradictorias con las primeras.
La libertad legítima de una persona acaba allá donde choca con las libertades igualmente legítimas de otras. No cambia la situación el hecho de que una mayoría decida ignorar o suprimir los derechos de una minoría; una violación en grupo no se legitima por el hecho de que previamente haya sido sometida a votación, y la víctima haya quedado (lógicamente) en minoría. El voto de los delincuentes no santifica el delito.
Sorprende, entonces, que se vaya con tanta impudicia a un choque de trenes con el Estado soberano, por mucho que quien lo gobierna tenga escasa credibilidad democrática y se vea abrumado por el peso de una corrupción ejercida de modo sistemático durante largos años. Porque esto no es oposición a un gobierno (en lo que una gran mayoría de los españoles, si hacemos caso de los votos de las últimas elecciones, estaríamos de acuerdo), sino oposición a “cualquier” gobierno de España, a partir de la negación de las reglas compartidas de convivencia.
Se podría (se debería) encauzar este combate desde la afirmación precisamente de los derechos de ciudadanía de los trabajadores, de las mujeres, de los jóvenes, de los pensionistas. De la salvaguarda de derechos vigentes, pero conculcados, a la salud, al trabajo digno, a la vivienda, a un medio ambiente saludable, a una educación adecuada a las potencialidades de cada cual, a la igualdad de oportunidades de ascenso social. Todo ello es posible, tanto en Catalunya como en otros lugares de España, tomando como objetivo el cambio de un gobierno aborrecido por todos.
Pero cuando se marcha con decisión a un choque de trenes entre dos legalidades, resulta incoherente la interjección de Gabriel Rufián a Mariano Rajoy en las cortes españolas: «Quita tus sucias manos de las instituciones catalanas.»
Porque, en efecto, el jefe del gobierno tiene legitimidad para imponer sus manos – sucias o limpias – sobre las instituciones de las autonomías. Y Rufián no puede alegar ignorancia de este hecho simple y sencillo.
 

martes, 19 de septiembre de 2017

EL RESPLANDOR DE LA CARNE





El 25 de octubre de 1953, Pablo Picasso cumplió 72 años. Yo visité la exposición “Picasso i Perpinyà” cinco días antes de cumplir los 73. Una coincidencia curiosa que seguramente me hizo especialmente sensible, por solidaridad humana, a su pintura.
Picasso hombre no estaba pasando aquel otoño por una época feliz. Acababa de consumarse su separación de Françoise Gilot, que a finales de septiembre dejó Vallauris y marchó a París con sus dos hijos, Claude y Paloma. Pablo intentó convencer entonces de que fuera a vivir con él a Geneviève Laporte, cuarenta y cinco años más joven y su amante ocasional desde que convergieron en 1951 desde sus respectivas posiciones, ella como estudiante de arte y él como artista genial consagrado. Geneviève se negó a convertirse en la compañera establecida de Pablo, y se alejó definitivamente de su vida. La ruptura pudo comportar algún elemento humillante para la autoestima del pintor.
Hay varias indicaciones acerca de su estado de ánimo depresivo. Georges Ramié, el principal editor de su cerámica, le escribió desde París el 4 de noviembre: «Es muy importante que tenga presente que, en los momentos difíciles que está pasando, seguimos pensando en usted con mucho afecto…» A finales de septiembre la hermosa Paule de Lazerme, su anfitriona en Perpinyà, le había reiterado su amistad: «Hablar de amistad es muy intimidador, nada más querría que estuviese seguro de mi afecto, y si está triste y pasa por momentos difíciles, sepa que pienso en usted.»
Picasso pintaría cuatro retratos magníficos de Paule vestida de catalana, en agosto del año siguiente. En el mismo año de 1954 (en junio) apareció en su vida la que sería su última compañera, Jacqueline Roque, más joven aún que Geneviève.
En el entretanto, a partir del 28 de noviembre de 1953 y hasta el 3 de febrero de 1954, Picasso trabajó obsesivamente en Vallauris en una serie de dibujos y pinturas que tienen como tema central el pintor y la modelo, con algunas variantes: músico y bailarina, payaso y ecuyère… En esta serie el personaje masculino es viejo, o ridículo, o anodino; la sensualidad de la mujer, por contraste, resplandece. Se llama a este conjunto de obras la Suite Verve, porque la revista Verve, de París, publicó en su Vol. VIII, núm. 29-30, un conjunto de 180 reproducciones de esa serie.
El original de la reproducción que encabeza este texto es un dibujo a lápiz en color sobre papel vitela, con la fecha 2.2.54 en el ángulo superior derecho, y lo vi expuesto en la exposición temporal del museu Jacint Rigau. La copia escaneada no hace honor a la explosión de color de la parte izquierda de la composición (la modelo), en tanto que el pintor aparece, descolorido y esquemático, embutido en el propio lienzo en el que trabaja, en una especie de desaparición simbólica de la escena. Poco antes (29.12.53), en plena fiebre creativa, Picasso había pintado L’ombre, un óleo y guache en el que él mismo es solo una sombra en la habitación de Cannes en la que duerme desnuda Françoise Gilot. El lector puede verlo, entre otros lugares, en http://www.20minutos.es/fotos/cultura/artistas-que-canibalizan-a-picasso-11663/3/
   

domingo, 17 de septiembre de 2017

EL COQUETEO CON EL FASCISMO COMO TENTACIÓN RECURRENTE


Ada Colau ha imprimido un giro original a la situación política asfixiante que estábamos padeciendo en Catalunya. Su idea es convertir la presencia de las urnas el próximo uno de octubre en una movilización unitaria frente al inmovilismo del gobierno central. Una movilización, no en defensa de una solución unilateral, y sí de una exigencia de solución compartida. Más allá de un hipotético derecho a decidir, defensa de la libertad de expresión y de proposición política. De la democracia. Vale la pena tener en cuenta la movida, que abre una vía para un reagrupamiento provisional de posiciones diferenciadas y hasta ahora agriamente enfrentadas.
Catalunya está planteando al Estado un problema político, pero Rajoy no lo percibe como tal. En su cabeza no entran los aspectos políticos de la cuestión, solo los flecos legalistas.
Algunos comentaristas defienden que el presidente del gobierno no dialogue mientras se mantenga el reto absurdo de la independencia por la vía unilateral. Es minusvalorar a Rajoy. Rajoy no negociará sobre el encaje de Catalunya en España ni bajo amenazas, ni sin amenazas. Para él es algo inconcebible. Su posición política se reduce al pleonástico “quien manda, manda”. Está a mil leguas de su cabeza la idea de un acercamiento de posiciones con quienes “no” mandan. Lo ha demostrado mil veces, con Mas y con Puigdemont, como con Sánchez y Rivera.
Otra cosa distinta es su tendencia irreprimible a trasladar los marrones a los tribunales y lavarse él las manos. Una actitud que no implica fe en la justicia, sino fe en la triquiñuela legalista para cubrir formalmente los expedientes sin tener que entrar jamás en el fondo de las cuestiones.
En consecuencia todo se aplaza en este país, todo se mantiene inmóvil mientras la retórica del gobierno predica grandes avances y perspectivas vertiginosas en una posverdad paralela. Rajoy convoca de boquilla al poder judicial a defender de modo intransigente la Constitución, pero sus fiscales y jueces adictos conculcan la Constitución siete veces todos los días antes de acostarse. Dos ejemplos: se condenó con severidad a una tuitera que hizo un chiste sobre Carrero Blanco. Pero Carrero no es materia constitucional, que se sepa. Luego un torero borracho de éxito se ha envuelto en una bandera franquista al concluir una faena. La bandera es claramente inconstitucional; anticonstitucional, incluso. Pero no habrá en este caso denuncia, ni juicio, ni multa administrativa. No existe por parte del gobierno respeto ni defensa de la Constitución del 78; solo el juego oportunista con dos raseros y dos varas de medir, y el coqueteo impúdico con el viejo fascismo como tentación recurrente.
Paradojas de la situación: el medio Parlament secesionista catalán se desacreditó el pasado día 6, en una sesión en la que faltó al respeto a la mitad de los catalanes por lo menos, y seguramente a bastante más de la mitad. Pero el gobierno central ha corrido a desacreditarse a su vez, con la persecución implacable de sombras de urnas y papeletas, y moviendo hasta el centro del retablillo a Don Cristobita enarbolando el garrote de la retención de los dineros de Catalunya para gastos corrientes.
No estoy por aventuras secesionistas, y tampoco tengo intención de callar delante de la tentación recurrente del fascismo. Este no es un problema de Catalunya, es un problema de toda España. Antes del 1-O como después del 1-O.
Delenda est Mariano.
 

viernes, 15 de septiembre de 2017

EL SINDICALISTA ANTE EL ESPEJO


Lo normal es que el secretario general de un sindicato sea elegido en un congreso. Entrar en el cargo de otra forma es mucho más complicado.
No es que no sea complicado en sí mismo ejercer una secretaría general cuando se parte de unas resoluciones aprobadas y convertidas en consecuencia en ley interna; de la puesta en práctica de un programa ampliamente discutido, y respaldado por unas votaciones consistentes; de una dirección homogénea salida de una lista mayoritaria.
Cuando no hay nada de eso, sino una crisis profunda de dirección, con un secretario general dimitido y una organización desnortada en la que pretenden hacer presa toda clase de ambiciones, se necesita mucha convicción, mucha capacidad de explicación y mucha sangre fría para cumplir con éxito relativo (el éxito siempre es discutible; hay en todos los casos quienes ven la situación al revés) el mandato recibido.
Bruno Trentin tuvo esa capacidad de explicación, esa convicción y esa sangre fría. El anterior secretario general de la CGIL, Antonio Pizzinato, había presentado su dimisión, que tuvo una acogida «demasiado desenvuelta y glacial», según escribe Bruno en su diario (Amelia, domingo 27 septiembre 1988). El texto sigue así: «Se ha abierto la consulta sobre el nuevo secretario general en una atmósfera tensa, llena de críticas recíprocas, de recriminaciones, de peticiones sinceras de cambio que se mezclan con maniobras de baja estofa e intentos contradictorios de desquite y de escalada al poder.»
El órgano de consulta propuso a Trentin como nuevo secretario general de la confederación, el siguiente lunes, día 28. Él señala en su diario (entre otras cosas que no corresponden a este comentario) «muchas incertidumbres sobre la posibilidad de contribuir de modo eficaz a curar al enfermo, habida cuenta de las complicaciones secundarias que hoy presentan una gravedad mayor que el mal originario.» Y añade la siguiente frase: «Temo además por mi actitud de “pararme, leer y reflexionar” en el curso de las tareas que me esperan, y de saber, por tanto, discernir las cosas que cuentan, a las que garantizar un futuro, y las “accesorias”, los datos contingentes respecto de los cuales son posibles las componendas más desprejuiciadas. Veremos.»
El 6 de diciembre, desde Bruselas, una queja: «Me falta tiempo para leer e incluso para informarme. Debo defenderme, o acabaré como un juguete roto.»
 El 10 del mismo mes: «El Consejo general espera quizá demasiado, y corro el riesgo de perder el sentido de las cosas esenciales, de las prioridades y de la esencialidad verbal.»
La batalla por una nueva dirección y por un sindicato de programa se prolonga y se enreda a lo largo del año 1989 con la crisis política del socialismo real que desemboca en el derrumbe de los países del Este europeo. Abundan en el diario anotaciones del tipo «calendario frenético», «semanas difíciles», «jornadas tristes y convulsas, llenas de pugnas subterráneas, de peleas mezquinas y también de mucha cobardía. Es muy fatigoso trabajar sin un mínimo de entusiasmo.» El 1 agosto, desde Tavera, señala «la resistencia salvaje de la derecha conservadora presente – y finalmente consciente – en el grupo dirigente de la CGIL, manifestada sobre todo en la organización de una fuga de noticias y de una campaña de prensa sobre mi vocación autoritaria, en busca de quemar mis propuestas a través de su divulgación como un ultimátum por mi parte. Una lección, aunque no ha sido una sorpresa. No tengo nada que perder y nada que esperar, y estoy decidido a mantenerme firme, al menos para afirmar la legitimidad de una batalla política contra cualquier forma de sectarismo y de enfeudamiento del poder en los grupos dirigentes.»
30 septiembre: «Tiempos borrascosos.» Continúa, en suma, «el pequeño cabotaje corporativo, la búsqueda afanosa de un puerto para la legitimación de los aparatos burocráticos centrales y para un enfoque mercantil de los grandes temas de la política, que envilece la misma imagen del sindicato… He provocado una polémica demencial (¡estalinismo!) pero balbuciente, por haber dicho estas cosas en el último C.D. de la CGIL, en el que hablé de una cultura de comerciantes de alfombras. Y no me arrepiento.» «De aquí al pequeño cabotaje en la política cotidiana (¡en lugar de una alternativa de programa!) no hay más que un paso.»
Bruselas, 19 octubre: «Todo ocurre en un largo túnel, sin luz pero sin tormentos: es solo un tubo con una entrada y una salida, sin nada en el interior. Solo falta la luz…»
Amelia, 5 noviembre: «Poner orden en las propias ideas, identificar un trayecto autónomo con sus prioridades y sus etapas, alcanzable con realismo: es la tarea nada fácil a la que me enfrento, pero que al mismo tiempo es ineluctable. Retroceder o aceptar demoras sería un suicidio. Prefiero caer de pie que acabar en la administración miserable de una crisis deshilachada, sin metas y sin objetivos.»
Hay más anotaciones de este tipo, más concretas incluso, en el diario. El resultado del largo forcejeo contra toda clase de resistencias (no solo por parte de la componente socialista de la CGIL; también de la “veterocomunista” según el término utilizado por él mismo), vale la pena de consignarlo. El lector interesado encontrará la intervención, muy explícita, de Bruno Trentin en el Congreso de Rímini de febrero de 1991, aquel en que el PCI dio paso al PDS; y junto a ella, en Anexo, el Programa de la CGIL adoptado a partir de los trabajos de la Conferencia de Chianciano.
 

jueves, 14 de septiembre de 2017

IGUALDADES Y DIVERSIDADES


No me extrañó la salida de pie de banco de Susana Díaz en relación con la plurinacionalidad de España argumentada por Pedro Sánchez (les recuerdo: «Andalucía no es menos nación que Cataluña, Euskadi o Galicia»), porque en Susana el analfabetismo político y el populismo arrabalero van siempre unidos en admirable coyunda. Andalucía no ha de ser menos que nadie. De acuerdo. Hay dos modos de conseguirlo: uno, aspirar al máximo en todo; otro, segar la hierba en torno a cualquier intento de diversidad, no vaya a ser que lo distinto de lo nuestro resulte, en alguna manera o dimensión, también mejor. El café para todos satisface íntimamente a Susana, aunque se trate de café de achicoria.
La igualdad que predicó la Revolución Francesa, la igualdad que preside cualquier planteamiento de fondo en democracia, no es el equilibrio perfecto en los resultados finales, sino una igualdad en la línea de partida de la carrera, una igualdad de oportunidades. Con las oportunidades, después cada cual podrá hacer de su capa un sayo; pero no es de recibo que, al tiempo que malbarata lo suyo, mire de reojo al vecino y chille cuando le parece que este ha podido conseguir alguna ventaja comparativa.
Es un axioma reconocido que la equidad exige tratar de forma diversa las situaciones de partida también diversas. Cuando se plantea un problema de este género, es necesario establecer asimetrías y prever compensaciones adecuadas, al modo como se establecen hándicaps en el peso que llevan las yeguas en una carrera en el hipódromo. A la postre, unas llegan a la meta antes que otras, y las primeras reciben premios que no tocan a las que llegaron después. Es el modo normal de funcionar las cosas en una situación de pluralidad. La pluralidad, la diversidad de situaciones de partida, no entraña privilegio. Si hay privilegio, este debe ser corregido.
Quienes, como Susana, propugnan un reparto igual de los premios, haya sido el que haya sido el esfuerzo de los participantes, son meros oportunistas; no favorecen la solución de los conflictos nacidos de la diversidad, sino que ponen palos en las ruedas de cualquier cambio y de cualquier progreso colectivo, porque su solución ideal está ya dada de antemano: todos iguales, todos lo mismo.
Existen desigualdades rampantes, no ya entre comunidades, sino en el interior de cada comunidad. En particular, existen también en Andalucía. Hay privilegios establecidos por la tradición, por la religión y por el respeto debido; hay desigualdades internas feroces de renta, de acceso al bienestar, de oportunidades. Todo lo cual, se diría que no llama la atención de Susana. Y es que tiene la vista fija en el exterior, ojito que nada se mueva por ahí.


Posdata urgente: Un amigo me avisa de la confusión posible entre lo que pretendo decir y lo que se me entiende. Es cierto. No pretendo justificar de ninguna manera la consolidación de "ventajas" de desarrollo catalanas frente a atrasos andaluces debidos de alguna manera a sus propias culpas; sino mirar de establecer, aquí y ahora, igualdades "de partida" en una estructura del Estado que dé a la historia lo que es de la historia, pero asegure las mismas oportunidades de desarrollo a todas las nacionalidades y regiones, para emplear los términos de la Constitución. Por la vía de la federación y de la cooperación; de las asimetrías y las compensaciones oportunas. Con la debida procura de igualdad y el debido respeto a la diversidad. Lamentaría que se entendiera de otro modo.



 

martes, 12 de septiembre de 2017

DIADA





Un chusco ha tuiteado que siempre confunde la Diada con la Odisea. Este año tocaba odisea y Carmen y yo, dada nuestra alergia a las estelades, que nunca han sido nuestra bandera, decidimos honrar el día de Catalunya en un rincón catalán que, cosas de la historia, está en otro Estado. Perpinyà es tan catalana como Barcelona, tan orgullosa de su singularidad cultural (allí, París hace las veces de Madrid con un celo parecido), tan diversa y acogedora.
Hace poco se ha inaugurado un Museu Jacint Rigau (Hyacinthe Rigaud), en el palacete Lazerme, a dos pasos mal contados de la plaza Arago. Vale la pena del viaje, aun si no estuviese además a menos de un tiro de piedra del Castillet, de la Loge, de la escultura de Maillol en el patio del Hôtel de Ville, de la catedral y el cementerio anejo, del teatro y la casa Xanxo, de las calles estrechas y las plazas recoletas que son el corazón del viejo Perpinyà, tan catalán y al mismo tiempo tan francés, misterios de las simbiosis.
Quizá les cuente otro día alguna historia sobre el pintor Rigaud, retratista de pelucas en la corte francesa a principios del setecientos, y sobre las demás piezas importantes contenidas en el nuevo museo, muchas de ellas procedentes del lado de acá de los Pirineos, desde los fragmentos supervivientes de un retablo gótico del Mestre d’Albocásser hasta las esculturas de Manolo Hugué o de Julio González (muerto en Arcueil, Francia, en 1942), las pinturas y algún objeto inclasificable de Antoni Clavé (muerto en Saint-Tropez, Francia, en 2005), o los tapices de Josep Grau-Garriga (muerto en Angers, Francia, en 2011). Una catalanidad dispersa lejos del campanario local, con las marcas del exilio y la impronta de lo universal.
Lo universal; es decir, donde ha estado Catalunya antes de las estelades, y donde se la espera. En la exposición temporal “Picasso i Perpinyà. El cercle íntim, 1953-1955” (Pablo Picasso murió en Mougins, Francia, en 1973) nos topamos Carmen y yo con un símbolo acabado de esa catalanidad radiante y expansiva: la Sardana de la Pau, pintada por Picasso en Ceret en 1953. La tienen ustedes en el encabezamiento de este post. Ojalá pronto vuelva a ser ella el mensaje de Catalunya al mundo, desde las Diadas y más allá de las Odiseas.
 



domingo, 10 de septiembre de 2017

ROMPER LAS PELOTAS EN SEDE PARLAMENTARIA


En el blog de aquí al lado, José Luis López Bulla ha pedido a Joan Coscubiela que, para favorecer la causa del bien común, siga en la política institucional – en el Parlament – cuando menos la próxima legislatura. Joan, como ustedes saben, ha anunciado su intención de no repetir como candidato.
Yo respaldo la petición de José Luis, pero solo a medias. Sería inconsecuente conmigo mismo si lo hiciera, porque en su momento, en una coyuntura en la que yo mismo pasaba por un trance personal de bastante amargura en relación con la política, aconsejé a Joan que no entrara en semejante berenjenal, y que si lo hacía fuese en corto, por derecho, y el menor tiempo posible.
En política institucional hay personas que, a falta de otros saberes más útiles a la comunidad, son expertos en romper las pelotas de los adversarios. Pondré tres ejemplos, no sea que, dada la oscuridad habitual con la que me expreso, no se me haya entendido bien la expresión.
Pongamos que hablo de Jordi Orobitg, de JxSí. Después de una memorable intervención de Coscubiela en sede parlamentaria contra ese pingo jurídicamente impresentable al que llaman pomposamente “referéndum unilateral de independencia”, Orobitg señaló: «Hay personas que soñaron que serían ovacionadas como secretarios generales del politburó y han acabado siendo aclamadas por la derecha más reaccionaria.» No seré yo quien tenga que explicar al ínclito portavoz que tal cosa como un politburó jamás estuvo presente en nuestras latitudes, que Coscu jamás aspiró a otra secretaría general que no fuera la del sindicato, que no hay persona más impermeable a las ovaciones del tipo que sean, y finalmente que la “derecha más reaccionaria” a la que él señala es justamente aquella en cuya santa compaña ha votado en Madrid su grupo de manera consistente, desde los alegres tiempos de euforia del “president” por antonomasia, hasta ahora mismo.
Pongamos que hablo de Gabriel Rufián, que acusa a Coscu de “no tener callos en las manos”. Extraña acusación a un sindicalista y abogado laboralista, por parte de quien coloca la bandera estelada por encima de los derechos sociales, y acepta por compañeros de viaje a Ítaca a los hereus de la gran burguesía barcelonesa sabiendo, mejor que nadie dada su proximidad, que para ellos la aventura del procès no es otra cosa que un expediente “astuto” a través del cual prolongar una hegemonía cultural y financiera cuestionada hoy en el cap i casal.
Pongamos que hablo de Albano Dante Fachin, francotirador contra su misma trinchera, víctima de celos patológicos y de ansias frustradas de popularidad. En una sesión parlamentaria borrascosa en la que se debatía la convocatoria del seudorreferéndum y una ley de transitoriedad zafia y totalitaria, su principal preocupación fue la de intervenir a toda costa para dejar clara la pluralidad de pareceres en el seno de su propio grupo. Desdeñó aplaudir la intervención del portavoz, y ha pedido su dimisión en nombre de la “democracia”. ¿Dónde está buscando la democracia este hombre?
Resumo. Al parlamentario Joan Coscubiela le pediría el sacrificio inmenso de seguir, siquiera por el bien de la claridad y la coherencia; al amigo Coscu, no me atrevo a pedirle que continúe cuatro años más como blanco favorito de los eternos rompedores de pelotas.
 

viernes, 8 de septiembre de 2017

TRABAJO NO SUJETO A IMPOSICIONES DEL CAPITAL


La vida va a continuar después del 1-O, por más que las apetencias apocalípticas de los medios, así españolistas como catalanistas, nos impongan diariamente la versión contraria. El “choque de trenes” no va a dar de sí, en realidad, para tanto. Se puede contemplar esa fecha límite con el mismo escepticismo que Stanislaw Lec plasmó en tan solo ocho palabras referidas a otra fecha límite mucho más tremenda y definitiva: «No esperéis gran cosa del fin del mundo.»
Con cierto ánimo pasota, entonces, y dado que una norma de higiene mental indica la conveniencia de mantener de forma permanente el órgano del raciocinio en buen estado de funcionamiento, he empezado la lectura de los Diari 1988-1994 de Bruno Trentin (Ediesse, 2017).
En sus anotaciones del lunes 8 de octubre de 1988, el sindicalista y filósofo social italiano reseña un libro “muy débil” de Erich Fromm, La conception de l’homme chez Marx. Salva del conjunto, sin embargo, un «filón libertario del pensamiento socialista, que bajo la fórmula del existencialismo marxista se contrapone a la concepción meramente redistributiva y totalitaria del materialismo dialéctico y del igualitarismo vulgar.»
Fromm – dice Trentin – considera que el mayor error de comunistas soviéticos, socialistas reformistas y adversarios del socialismo, consiste en concebir la obra de Marx como un programa para el progreso económico de la clase obrera, que incluye la abolición de la propiedad privada con el fin de repartir entre los desposeídos los medios de producción ahora en manos de los capitalistas. Al respecto, Fromm cita un pasaje de los Manuscritos de Marx que Trentin copia en francés en su diario, después de adjetivarlo de “bella citazione”.
Este es el pasaje, en castellano , en traducción de Francisco Rubio Llorente (Alianza Editorial, Madrid 1968): «Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de todas las demás dificultades (prescindiendo de que, por tratarse de una anomalía, solo mediante la fuerza podría ser mantenida), no sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y no conquistaría, ni para el trabajador ni para el trabajo, su vocación y su dignidad humanas.
  »Incluso la igualdad de salarios, como pide Proudhon, no hace más que transformar la relación del trabajador actual con su trabajo en la relación de todos los hombres con el trabajo. La sociedad es comprendida entonces como capitalista abstracto.»
El objetivo (añado yo) no es entonces la remuneración del trabajo “esclavo”, sino la apropiación por parte de los trabajadores de los contenidos, las formas y los saberes relacionados con el trabajo en libertad. Ese es el avance real, y ese es el gran mensaje de Trentin, consecuente con Marx. Ahí cabe toda la concepción ambiciosa de un sindicalismo de los derechos, “general” en el sentido de que convierte al sindicato en un sujeto político determinante, por su capacidad para abarcar, más allá de la clase social de la que se nutre, toda una organización nueva, solidaria e inclusiva, de la sociedad en su conjunto.
 

jueves, 7 de septiembre de 2017

"ESTO" NO FUE NUESTRA UTOPÍA


Mientras la mayoría parlamentaria de Catalunya sigue practicando alegremente la política del destrozo institucional sin reparar en gastos, voy a detenerme en un asunto menor, pero sustantivo. Un grupo de ex militantes del PSUC, al que el periodista Quico Sallés da el nombre de “(simbólico)”, así en paréntesis, él sabrá por qué, ha publicado un manifiesto a favor del referéndum convocado – ya, y del modo que se sabe – por la Generalitat para el 1-O.
Yo también soy ex militante del PSUC y respeto mucho a los firmantes (con la mayoría de ellos he compartido muchas jornadas de actividad política), pero el titular del manifiesto contiene un grueso borrón. Dice así: «El 78 no va ser possible. Ara podem.»
Descarto el comentario a la segunda frase. Personalmente no creo que puedan, pero tampoco es mi intención chafarles la guitarra a las primeras de cambio. El manifiesto fue emitido antes de la sesión de ayer en el Parlament; como se trata de personas sensatas, ellas/os sacarán las consecuencias pertinentes.
Mi objeción va dirigida a ese «El 78 no va ser possible.» ¿No fue posible el qué? ¿Un referéndum que nadie pidió? ¿Una independencia que no estaba en ningún programa? Si volvemos con el recuerdo (y se trata de un ejercicio tan sano como provechoso) a aquellas movilizaciones, en las que ellas/os y yo, juntos, repartimos octavillas en las estaciones de metro, hicimos pintadas nocturnas en tapias propicias y corrimos a pies para qué os quiero delante de los “grises”, los cuatro puntos reivindicados por la Assemblea de Catalunya (la de entonces, no la “marca blanca” actual) fueron: Llibertat, Amnistia, Estatut d’Autonomia i Solidaritat amb la resta dels pobles d’Espanya.
Todos los puntos fueron posibles. Los cuatro. Si algunos escondían en la manga una carta más, distinta, no la enseñaron en aquellas fechas, y es de mal gusto hacerla aparecer ahora. Porque al actuar así, se están apropiando, desvirtuándola, una lucha multitudinaria y al cien por cien democrática que fue patrimonio de muchas más personas que no pensaban exactamente igual que ellas/os.
Personas no unánimes, cierto, pero sí capaces de confluir en unos objetivos “de mínimos” claros, debatidos conjuntamente, compartidos e inequívocos.
 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

VIOLACIÓN EN GRUPO


Séame permitido romper una lanza en favor de la mujer que ha deseado para Inés Arrimadas una violación en grupo. Una lanza tan solo, y ni siquiera muy gruesa. Inés Arrimadas cuenta con todo mi respeto y mi admiración, aunque no con mi voto. Creo que hace muy bien en demandar ante los tribunales de justicia a quien le ha deseado un mal tan grande y tan retorcido; siquiera sea porque no es admisible que las redes sociales alberguen de rositas expresiones de odio tan desaforadas. Me parece necesario poner coto a los insultos y a las expresiones públicas de malevolencia enfermiza que imperceptiblemente han ido creciendo en la red hasta alcanzar unas magnitudes alarmantes.
Pero (aquí está la lanza que rompo), en este caso la ofensora ha hecho públicos en la red su nombre y sus dos apellidos. No se trata de un troll, que escupe un veneno incluso más nocivo – amenazas de muerte – al amparo del anonimato. Su aparición en facebook le ha costado, de momento, su empleo (temporal) en una empresa inmobiliaria. Lo visceral ha rebasado en su caso los límites razonables de la prudencia.
Puede tratarse de un caso psicopatológico. Encarezco que se examine esta faceta o circunstancia particular de lo que en los tribunales será caracterizado como un delito de odio.
Existe un mecanismo muy conocido en psicoanálisis, el de la proyección de deseos reprimidos inconfesables. Hay un caso literario proverbial. André Gide reprochó a Marcel Proust la imagen abyecta y repugnante que había dado de la homosexualidad en la descripción de una escena sadomasoquista durante la cual el barón de Charlus era atado y azotado en un burdel para hombres. La cara de sorpresa de Marcel reveló de pronto a André que la escena no le parecía a su colega ni tan abyecta ni tan repugnante como a él mismo.
Pues bien, en hipótesis, cabe la posibilidad (subrayo que aquí estoy hablando de hipótesis y de posibilidades) de que la ofensora, impulsada por la combustión acelerada de una indignación provocada por las manifestaciones televisadas de la ofendida, haya proyectado en esta última su propia falta de autoestima (la convicción profunda de ser “una perra asquerosa”) y la fantasía reprimida de ser objeto de una agresión sexual grupal.
Los hechos calificativos del delito no variarían en sustancia, pero una terapia adecuada podría mejorar sustancialmente la visión del mundo y de sí misma de una mujer que, en el acto de atacar a otra con una vehemencia furiosa, ha quedado expuesta sin remisión al juicio público y severo de sus conciudadanos.
 

martes, 5 de septiembre de 2017

LA ACELERACIÓN DEL DESAGUISADO


Los datos de empleo del pasado mes de agosto han sido peor que malos: indisimulables. Tomás Burgos, secretario de Estado de la Seguridad Social, ha tenido que recurrir al concepto de “estacionalidad” para explicarlos. Alega dicho alto funcionario que el final del verano cancela muchos empleos en los servicios relacionados con el turismo, mientras que «aún no se ha reanudado la actividad en sectores que tradicionalmente sufren un parón en verano (construcción, industria) y que se espera tengan un comportamiento muy positivo.»
La parrafada del señor Burgos merece por lo menos tres notas a pie de página: 1) Estacionalidad la ha existido siempre, pero esta ha sido la peor estacionalidad de toda la serie histórica desde el año de la crisis, 2008. 2) El “parón” de la construcción y la industria en los meses de verano era tradicionalmente un parón en el ritmo de la actividad productiva, no de descenso en los índices de empleo. Así sucedía antes, cuando el mercado de trabajo estaba sujeto a “rigideces” insoportables en la fijeza de las plantillas; ahora cualquier mínimo parón en la marcha de los negocios se resuelve con cartas de despido a mansalva. 3) La esperanza de que construcción e industria tengan “un comportamiento muy positivo” en breve plazo no es una previsión fundamentada, sino una jaculatoria, del estilo de “¡Ojalá que llueva café!” El gobierno abusa de este tipo de jaculatorias. Mientras los fondos previstos en los presupuestos generales para I + D quedan por lo general intocados (cuando menos para el destino que se les preveía), los pronósticos de los expertos en cuanto a la marcha de la economía mantienen siempre la misma nota optimista respecto del futuro, basada en exclusiva en el mantra de la sabia autorregulación de los mercados.
Si la economía política… (acoto: este enunciado era normal en mis tiempos de estudiante; hace mucho, sin embargo, que economía y política se han desenganchado. Recientemente Mariana Mazzucato, la persona más odiada en Silicon Valley, ha vuelto a reclamar en sus libros, artículos y conferencias, la necesidad urgente de un “Estado empresario” que promueva y financie el desarrollo de la economía en una dirección conveniente y sostenible.)
Si la economía política, repito, no se dirige desde las maquinarias estatales hacia ningún objetivo previamente fijado; si disminuye la inversión pública y no se incentivan ni la investigación, ni el desarrollo ni la innovación, resulta ocioso proclamar que “estamos en el buen camino”. El “buen camino” solo significa la deriva de los negocios a favor de la corriente. Los “buenos resultados” solo van referidos a la recogida de beneficios de las grandes empresas, no a ningún otro indicador, ni de producción, ni de empleo, ni de bienestar social.
Dicen los resultados del mes de agosto que el paro ha aumentado en 46.400 personas, y la cifra de afiliados a la Seguridad Social ha disminuido en 179.485 unidades. En lo que se refiere a nuevos contratos laborales, menos del 8% han tenido el carácter de fijos (115.382), por más de un 92% temporales (1.421.018). Pero ni siquiera todos los empleos fijos han sido enteramente fijos; de ellos, 34.567 lo han sido a tiempo parcial. Las mujeres, como es tradicional también, encabezan con diferencia las estadísticas del trabajo a tiempo parcial. No es un tipo de empleo deseado por ellas; es el único que se les ofrece, su única posibilidad de mantenerse en el mercado de trabajo.
A pesar de todo, la ministra Fátima Báñez ha declarado que el “nuevo” trabajo es de mayor calidad que el “viejo”. Solo cabe entender esta afirmación como una charada. La ministra está haciendo juegos de palabras. Juegos de salón, evidentemente, porque en la intemperie estas declaraciones suenan bastante peor que dichas al calor de un círculo empresarial.
Un artículo editorial en elpais de hoy titula «Desaceleración laboral». Es un ejemplo del lenguaje y los preconceptos utilizados por los economistas más o menos afectos a la corriente neoliberal. Hablar de desaceleración implica el presupuesto de que en algún momento se ha acelerado en el terreno del empleo. Donde sí se ha acelerado, y se ha seguido acelerando el pasado mes de agosto, ha sido en la precariedad. Este es el único hecho constatable. Hay más empresas que nunca, con menos trabajadores que nunca. Hay récords históricos en la recogida de beneficios de las empresas puntales del sistema. Siguen acentuándose las diversas dualizaciones del mercado de trabajo. No aparece ningún propósito de enmienda por parte del gobierno de la nación.
Seguimos, entonces, en la aceleración del desaguisado.
 

lunes, 4 de septiembre de 2017

LOS MILAGROS NO SON LO QUE ERAN


En relación con la independencia de Catalunya, el president Carles Puigdemont ha dicho que todo el mundo siente íntimamente que esta vez va la vencida. Tiene razón, claro, pero solo si se identifica correctamente cuál es “la vencida” en el envite.
El problema de fondo en este asunto es que ya no hay milagros, y caso de haberlos, no son lo que eran.
Permitan un ejemplo de mi experiencia personal en relación con el anterior enunciado. Recorríamos la Ribeira Sacra del río Sil, hace ya algunos años, y paramos a visitar el monasterio de San Pedro de las Rocas. Luego de una agradable visita, bajamos por un sendero a la sombra de los árboles de la ribera hasta llegar a la fuente de San Bieito, que tiene un agua fresca y gustosa.
“Además, esta agua es milagrosa”, nos dijo un visitante o peregrino local. “Ah, ¿sí? ¿Y qué milagros hace?” “Alisa la piel y quita las verrugas”, explicó el hombre. “Eso tiene más de medicinal que de milagroso”, le retruqué yo, consecuente con mi eterna tendencia a la pedantería. Y él: “No. Es milagrosa, porque solo cura si se bebe con fe.”
De cuyo razonamiento se deduce que el agua milagrosa puede menos que la medicinal, porque esta última surte efecto en todo caso, y la primera solo sub conditione.
Los grandes milagros, en tanto que acontecimientos que contradicen todas las expectativas racionales, apenas si ocurren ya. Antes era otra cosa. El profeta Elías no murió, sino que Yaveh lo arrebató a los cielos en un carro de fuego. Luego lo sentó a su diestra o a su siniestra, no lo recuerdo bien y tampoco tiene una gran importancia.
Yo soy libre de cifrar mis esperanzas de inmortalidad en un prodigio parecido al del profeta Elías, pero me siento más bien escéptico al respecto. Sé que mis probabilidades de no morir, en una escala de cero a cien, son más menos igual a cero. Es lo que hay. No es que descarte definitivamente ningún prodigio, pero no me asomo todas las mañanas a mirar por la ventana si hay un carro de fuego aparcado en el chaflán. Me falta fe, qué quieren.
En el asunto de la independencia de Cataluña las probabilidades racionales de un resultado positivo también vienen a ser de más menos igual a cero. Pero el president Puigdemont está haciendo un alarde de fe “a machamartillo”, como proponía (respecto de otras liturgias) don Marcelino Menéndez Pelayo. Por su parte doña Soraya Sáenz de Santamaría declara que el gobierno quitará las urnas caso de que se pongan, pero guarda en secreto la estrategia de cómo lo hará. Nadie quiere dar pistas en esta partida de la gallina ciega.
Un último retruécano: uno de los dos bandos sostiene que el gesto de poner las urnas es democrático en sí mismo, y el de quitarlas es, por la misma razón, antidemocrático. El bando contrario sostiene, sin embargo, que lo antidemocrático es poner las urnas, y que al retirarlas el propósito principal que se persigue es preservar la democracia.
No me creo ni a unos ni a otros. El problema es mío, seguro. Ya lo he dicho antes: me falta fe, qué quieren.