viernes, 9 de mayo de 2025

SOBRE LA ORGANIZACIÓN DE LA INCERTIDUMBRE



En la Acrópolis de Atenas, noviembre de 2021


Me gusta mucho la definición de democracia de Adam Przeworski, profesor polaco-estadounidense de Ciencia Política: es la “incertidumbre organizada”.

La “política”, dice Przeworski, aparece allí donde no existen o tienden a desvanecerse las certezas absolutas, y sin embargo resulta obligado tomar decisiones colectivas que afectan a un grupo humano organizado.

Toda decisión propiamente política (al contrario que un teorema matemático, una fórmula química o un peritaje administrativo, por ejemplo) está sujeta a la incertidumbre sobre su bondad real, no hay garantía suficiente de que su funcionamiento práctico resulte adecuado a un contexto muy complejo y, en parte al menos, desconocido y cambiante.

A falta de recetas exactas, de datos suficientes y de personas sabias y clarividentes mandatadas para decidir en nombre del colectivo, la decisión sigue siendo, sin embargo, necesaria y urgente. La democracia, dice Przeworski, es en esas circunstancias la “segunda mejor opción” (second best) para un autogobierno ideal. Creo que fue Clemenceau quien expresó la misma idea al decir que la democracia es la peor forma de gobierno excluidas todas las demás.

La omnisciencia política sería perfecta, claro, pero no está a nuestro alcance, ni siquiera con la ayuda tecnológica de los consabidos algoritmos y big data, imbatibles en el análisis del pasado, pero poco adecuados para predecir los futuros. Lo preferible entonces es, siempre desde el apoyo del escalón tecnológico alcanzado, basar la legitimación de las decisiones en la autorización popular; o dicho de otro modo, no considerar la decisión tomada como un “destino”, sino como un quehacer humano susceptible de ensayo y error.

Esa actitud general comporta de forma necesaria la igualdad de derechos políticos de la ciudadanía, la exigencia de instituciones políticas abiertas y representativas, la concurrencia legítima de opiniones enfrentadas, el conflicto constante, el debate abierto y exhaustivo, y en último término la decantación de un voto mayoritario y otro minoritario. (No estoy hablando del voto a personas que dirijan, las elecciones, sino del voto en las instituciones representativas a las propuestas políticas debatidas previamente. Quienes en el Congreso y el Senado votan en contra de todo lo que no proponen ellos mismos, sea cual sea su contenido, están jugando a otra cosa que no es democracia.)

En todo este proceso, no es tan importante la bondad en sí misma de la decisión adoptada, como las formas y las garantías seguidas para adoptarla. En consecuencia, toda decisión democrática tiene de por sí el carácter de provisional, revisable y sustituible por el mismo procedimiento, en el caso de que su puesta en práctica no haya resultado satisfactoria.

  

lunes, 5 de mayo de 2025

LA CARRERA DE MARGARETE

 


Margarete Bieber. Fuente: Universidad de Giessen.


Descubro la historia de Margarete Bieber, una ilustre pionera de la lucha feminista por la cultura, en un libro (“Pompei, la città incantata”) de Gabriel Zuchtriegel, profesor germano-italiano y actual director del Parque arqueológico de Pompeya.

Margarete dio en 1928, en una revista especializada, una interpretación peculiar a los frescos de la famosa Villa dei Misteri. No se trataría de ritos mistéricos, según ella, sino de la visión jovial de una boda (epitalamio) plasmada por toda una serie de personajes a partir de la figura central de la novia, que aparece sentada en una butaca, peinándose para la ceremonia. La interpretación de Bieber ya había sido tenida en cuenta en 1931 por el director de las excavaciones, Amedeo Maiuri, pero casi de inmediato quedó arrinconada por el mainstream arqueológico, hasta ser recogida y aumentada muchos años después por el francés Paul Veyne  (“La Villa des Mystères à Pompéi”, París, Gallimard 2016).

Fue un recuerdo merecido aunque muy tardío de su aportación. Pero la anécdota resume a la perfección la historia profesional de Margarete, nacida en 1879 en Schönau, Prusia, actual Przechowo en Polonia, en el seno de una familia judía. Estudió la carrera como oyente, porque las mujeres no podían entonces matricularse en la Universidad, y fue la primera doctora en Arqueología (la tercera en todas las especialidades) de su país, Alemania. Solicitó una “bolsa de viaje” para visitar excavaciones relacionadas con su especialidad en Grecia y en Italia; y Ernst Fabricius, presidente de la comisión que las concedía, se la denegó por su condición femenina (“Mientras yo presida esta comisión, etc.”) Insistió, sin embargo, una y otra vez, y acabó por conseguir una bolsa para Atenas en 1909, pero el vacío que le hicieron sus colegas bolsistas masculinos la llevó a buscar una pensión por su cuenta. Lo mismo le ocurrió en Mileto.

Tras el estallido de la I Guerra Mundial, la ausencia de varones enrolados en el ejército permitió que Bieber recibiera un nombramiento como suplente de cátedra en la Universidad de Berlín, pero el rector, Ferdinand Noack, anuló el nombramiento y prohibió de forma expresa a la doctora utilizar las instalaciones y acceder a las colecciones científicas universitarias.

Margarete perseveró. Fue habilitada primero para la libre docencia, y en 1933 ganó la cátedra de la Universidad de Giessen. No llegó a tomar posesión, sin embargo, porque el Partido Nazi de Adolfo Hitler ganó las elecciones. Después de sufrir distintas humillaciones, optó por exiliarse con su hija, primero a Inglaterra (Oxford) y luego a Estados Unidos, donde fue a recalar en la Universidad de New Canaan, Connecticut. Allí murió en 1978, casi centenaria, y descansó de una lucha larga e incansable contra los prejuicios que trataban de invisibilizar el centenar largo de libros, artículos y aportaciones científicas que constituyen su legado. En 1977, a los 98 años, había conseguido su último récord: una bolsa de investigación del National Endowment for the Humanities.