martes, 6 de octubre de 2020

"LO QUE TIENEN USTEDES AQUÍ ES UN TESORO"

 


Icono de la Dormición de la Virgen, Ermúpoli, iglesia de la Dormición. Fuente: Artehistoria.

 

El icono que ven arriba lo pintó hacia 1560 un joven de diecinueve años que trabajaba en Candía, hoy Heraklion, Creta.

Se formaba en el taller de un maestro renombrado, Georgios Klontzas, pero esta no es una obra de taller, lleva su firma, “Domenikos”. Se especula (la historia del arte está basada con frecuencia en especulaciones) con que se trató de un encargo privado, tal vez de una persona próxima, un familiar quizá.

El joven artista optó dividir el espacio pictórico entre dos escenas: abajo, la terrestre, con la Virgen tendida y Jesús inclinado sobre ella, rodeados ambos de apóstoles o discípulos de Jesús.

Este, como es sabido, había fallecido antes que su madre, en la cruz, y ascendido a los cielos en cuerpo y alma, por propio impulso. Ahora está de regreso provisional, para ayudar a María a ascender también en cuerpo y alma al cielo.

María aparece también arriba, en la escena celestial, rodeada ahora de santos. El misterio de la asunción se explica mediante una nebulosa que ocupa la parte central de la tabla; en su interior se adivinan figuras de ángeles, los encargados del traslado.

Se trata de una escena original y novedosa en el contexto de las pinturas de iconos, sometidas a unas convenciones rígidas determinadas por una tradición secular. El joven pintor no se mueve ya dentro de los límites del arte sacro bizantino, sino que se asoma con descaro a otro tipo de desarrollo, el manierismo renacentista, vigente con mucha fuerza ya en latitudes y culturas distintas. Sin duda, cabía esperar grandes cosas en el futuro de un artista de tanto talento e imaginación.

*   *   *

Se ignora cuál fue el destino inmediato de la tabla, y también en qué momento, y a través de qué vericuetos de la historia, fue a parar a Psará, la única isla habitada de un grupo de las Cícladas del Norte próximo a Quíos,  muy cercano a la costa de Anatolia.

Cuando se proclamó (muy lejos de Psará, en el Peloponeso) la independencia de Grecia, también las islas se adhirieron al llamamiento. En 1824 una expedición de castigo turca invadió Quíos. La matanza fue terrible, 20.000 muertos según las referencias de la época, y todas las mujeres y los niños vendidos como esclavos. (Eugène Delacroix popularizó aquella lucha en un cuadro famoso, hoy en el Louvre.) Los habitantes de Psará eran muchos menos que los de Quíos, pero prácticamente todos fueron masacrados. Corren leyendas ─de autenticidad dudosa─ sobre el grado de heroísmo que demostraron.

Los monjes de Psará habían huido antes de la matanza, llevándose consigo libros de devoción, objetos sagrados e iconos susceptibles de ser profanados por el infiel; y encontraron un refugio seguro en la cosmopolita isla de Syros, por entonces bajo protectorado francés. Allí fue a parar nuestro icono, uno más entre los acumulados en un convento ortodoxo de Ermúpoli.

Vinieron tiempos revueltos: grandes guerras, sublevaciones de coroneles, cambios geopolíticos, remodelación de fronteras. Pasado siglo y medio, en el año 1983, la Administración de la República envió desde Naxos a un experto, Georgios Mastoropulos, para catalogar las potenciales riquezas artísticas acumuladas en Syros por el trasiego continuado de migrantes y refugiados.

El experto se fijó en particular en ese icono, oscurecido por una pátina de polvo acumulado y humo de velas. Estuvo dos horas largas examinando la pintura centímetro a centímetro. A su lado tenía a un joven monje, que le había asignado el convento como ayudante. El monje aguardaba, conteniendo la respiración.

Acabado el examen, el experto suspiró (lo imagino, por lo menos), se volvió a su acompañante, y le dijo:

─Lo que tienen ustedes aquí es un tesoro.

El mismo monje, ahora un hombre afable de vientre rotundo y barba gris espesa, reía mientras se lo contaba a mi hija: «¡Me lo estaba diciendo a mí, a mí mismo! ¡Yo fui el primero en enterarme!». Mastoropoulos le había enseñado la firma: “Domenikos”.

─Sí, sí, Domenikos, pero Domenikos ¿qué?

─Theotokópulos. El Greco.

Hubo una conmoción general. Desde el convento convocaron al alcalde, y el alcalde telefoneó al Ministerio de Cultura. La ministra era entonces Melina Mercouri, y se trasladó de inmediato a Ermúpoli.

Guardaron el secreto, una filtración de la noticia habría provocado demasiada expectación mediática. Se llevaron la tabla a Atenas, la restauraron con todas las garantías, certificaron la autoría. El icono retornaría más tarde a Syros para ocupar el lugar principal del iconostasio de la iglesia, que pasó a llamarse de la Dormición de la Virgen.

La historia del arte está plagada de casualidades parecidas. Grandes obras maestras han desaparecido para siempre, otras deben su supervivencia a casualidades increíbles, y otras aún han gozado de este tipo de reaparición triunfal después de siglos de olvido.

 


Vista de Ermúpoli desde el muelle. A la izquierda, Ano Siros, coronada por la catedral veneciana de San Jorge.