viernes, 25 de junio de 2021

"SEMOS" EUROPEOS

 


La luna entre las flores, nit de Sant Joan en la terraza de un apartamento de Poldemarx. La foto es cortesía de Antonia Carreras. Se hace constar que esta ilustración no corresponde temáticamente al post de hoy, sino al de ayer.

 

El Consejo General del Poder Judicial se queja de la injerencia del Consejo de Europa en la justicia española. Ha reclamado incluso del gobierno de España que le defienda en esa pugna. Tengo dos cosas que decir al respecto; bueno, quizá más, pero dos para empezar.

Primera, que me parece chulesca la posición del CGPJ. Parece que diga: “Aquí el único que se injiere en la justicia española soy yo. ¡Apartaos de mi camino, malandrines!”

A ver, ¿no está España en Europa? ¿No tenemos un lugar asignado, unas prerrogativas consiguientes, y unas obligaciones concomitantes que cumplir en la gran mesa redonda europea? ¿Desde cuándo se excluye en las reglamentaciones de la Unión el tema de la justicia? ¿En qué código o tratado figura un artículo que diga, textual o aproximadamente: «En lo tocante a la justicia de los tribunales, cada país podrá hacer de su capa un sayo sin ser molestado, en ningún caso ni por ningún motivo, por pejigueras comunitarias»?

Semos europeos con todas las consecuencias, de modo que desde los tribunales comunitarios sí que tienen jurisdicción para corregir a los nuestros cuando piensan que se han extralimitado, unas veces por innovar en la figura jurídica de la sedición, y otras por retroceder en el tiempo hasta la época de la autarquía, en la que, como las naciones pervertidas por la funesta partitocracia le hacían el vacío, nuestro invicto caudillo se hinchaba a rubricar sin que le temblara la mano las sentencias de nuestros tribunales militares o paramilitares, y aquí 25 años de paz y después gloria.

Segunda cuestión, de orden más bien filosófico. ¿Qué es tal cosa como “justicia española”? ¿Es que la justicia es como las tortillas, que las hay españolas, francesas, de jamón y de champiñones? En España hay una administración de justicia que está al servicio de una idea, por así decirlo, universalmente compartida de la justicia. Esa administración implantada en territorio español no tiene el monopolio de nada, tanto más cuanto que vivimos en un mundo cada vez más entrelazado o, como le dicen, globalizado. Y no hay una “justicia española” con reglas particulares para su confección, como sí le pasa en cambio a la paella valenciana.

En cuanto a la “administración de justicia” española, se me ocurren aún dos cosas más: la primera, que sus órganos superiores y decisorios han caducado hace años, según las normas altísimas que este país se dio a sí mismo soberanamente y sin injerencias europeas en una ocasión determinada; sin que esa circunstancia se le dé una higa al CGPJ ni a la minoría política de obstrucción y bloqueo que se dedica desde hace varios años a joder la marrana en todos los sentidos.

Y segunda, que la injerencia ilegítima de la cúpula caducada de esa administración de justicia en la política española está provocando en los ánimos de la ciudadanía una irritación creciente que llega a hacerse insufrible.