René
Magritte, “La cifra”, 1981
Leo en el número recién aparecido de Nueva Tribuna una
llamada de alerta de Isidor Boix, bajo el título suficientemente significativo:
“Crisis en multinacionales, sin respuesta sindical ‘multinacional’”. (*)
El artículo describe la falta de respuesta sindical
adecuada – hasta el momento – a una iniciativa masiva de un grupo compacto de grandes
empresas industriales multinacionales, que afecta gravemente a las clases
trabajadoras de algunos países desarrollados y otros emergentes. A partir de
ahí, Boix esboza un análisis escueto, no ya solo de la falta de respuesta
conjunta de los sindicatos concernidos, sino sobre todo del hecho singular de
que sigan mirando “a otro lado”, como si el problema no les afectara.
Destaco el siguiente párrafo, que describe de forma
sintética la situación. La cursiva es del autor, y este añade a continuación que
tal vez esté equivocado y agradecería, si es así, que alguien le corrigiera:
«… es necesaria una permanente elaboración colectiva de
cuáles puedan ser en cada momento y en cada ámbito los intereses comunes,
colectivos y solidarios, mediante las múltiples formas de participación y
democracia sindical. No creo que esto, aparentemente tan elemental, esté
suficientemente asumido por los órganos colectivos que deberían hacerlo.»
Algo me gustaría añadir sobre el tema. Se da en este tiempo
una desorientación (que yo llamaría “existencial” en el sentido filosófico de
la palabra) no exclusiva de los sindicatos, sino en general de la izquierda tanto
“clásica” como “nueva”, en relación con el cambio radical de paradigma que
estamos viviendo en las relaciones de trabajo, a partir de la irrupción torrencial
de las nuevas tecnologías 4.0 en el proceso productivo.
Hemos pasado del capitalismo industrial al capitalismo
digital, que no encaja en la vieja lógica del trabajo material; y todo ello, en
un contexto de globalización acelerada. Pero las izquierdas presentes en el
tablero político siguen ancladas en “una visión romántica del viejo mundo
industrial” (la frase es de Daniel Innerarity) y en una consideración demasiado
negativa de la globalización, que rechazan “in toto” y en cuya lógica, en
consecuencia, no quieren ni siquiera entrar.
Paradójicamente, la izquierda política realmente existente
es conservadora respecto del mundo del trabajo, frente a una derecha radical y
rompedora, que utiliza las nuevas herramientas puestas a su alcance por el
progreso tecnológico desde una lógica dirigida al enriquecimiento privado, y no
al bien común.
Nada que no se pueda remediar. Pero la premisa previa para
encontrar la solución de un problema es la conciencia de la existencia de ese
problema, y su delimitación correcta.
Ese paso previo, por el momento sigue faltándonos. Urge resolverlo.