jueves, 24 de abril de 2025

LA BRECHA DIGITAL



Un "escribidor" de cartas, figura de mediación en sociedades plagadas de carencias culturales, Nápoles, hacia 1870

 

En el paradigma cultural de la galaxia de Gutenberg, que se ha extendido a lo largo de varios siglos de las edades moderna y contemporánea, la igualdad teórica entre las personas en una democracia representativa no podía existir para los analfabetos, porque carecían de las habilidades técnicas necesarias – la lectura y la escritura – para hacer prevalecer en sociedad sus opiniones y sus argumentos.  

Algo parecido está empezando a ocurrir en la llamada “sociedad de la información”. El poder para manejar y utilizar la masa abrumadora de datos (big data) utilizados por los gobiernos, las administraciones públicas y el saber de los expertos en la economía y las finanzas, resulta inalcanzable para quienes “producen” esos datos pero no tienen capacidad para recogerlos, ordenarlos y – sobre todo – interpretarlos.

Esta “brecha digital” es uno de los elementos que desembocan en la renuncia colectiva a participar en la política de quienes se consideran a sí mismos “desheredados de la tecnología”, y se sienten perdedores en cualquiera de las formas en que se haga servir su voto. Está de moda bromear a costa del «fachapobre» que sueña con un cambio morrocotudo a partir de las soluciones de la antipolítica. Pero se omite la constatación de que la izquierda al uso está ofreciendo muy poco a estas muy nutridas capas sociales a cambio de su voto, y menos aún se ocupa de ellas la “nueva izquierda”, si tal cosa existe en la realidad nuestra de todos los días.

Señala Daniel Innerarity, en el libro que vengo comentando en mis entradas recientes, que se da al respecto de la digitalización un “efecto Mateo”, de manera que los bien relacionados en el espacio físico lo están también en el espacio virtual, en tanto que los desfavorecidos en el primero se ven arrojados “a las tinieblas exteriores” en el segundo.

Los bancos de datos son accesibles a todos, pero no todos tienen la misma capacidad para gestionarlos, almacenarlos y valorarlos. No la tienen tampoco las personas que trabajan en la computación pero son meramente “proletarios del clic”, reducidos a tareas repetitivas y sin sentido, además de mal pagados.

De esta forma, internet tiende a reforzar el statu quo en una sociedad acusadamente asimétrica, donde los perdedores son la inmensa mayoría, y los ganadores reales, un mero puñado de personas. Solo podrá invertirse esta tendencia perversa si se organiza, desde abajo, una conquista multitudinaria del saber digital en beneficio de una sociedad más combativa, más ilustrada y más conscientemente democrática.

 


martes, 22 de abril de 2025

RETRATO DE FAMILIA CON MÁQUINAS

 


Una familia de excursión, a finales de los años cincuenta del siglo pasado.

 

Convendría deshacernos – dice Daniel Innerarity (en Una teoría crítica de la inteligencia artificial, Galaxia Gutenberg 2025, p. 272-73) – del paradigma de la inteligencia como una acción racional consciente, un patrimonio individual acotado y mensurable mediante índices precisos. La inteligencia humana consiste más bien en la interacción dinámica con el mundo, y en este sentido es de carácter colectivo y social. Un acto inteligente es el que ayuda a un grupo humano amplio a sobrevivir y prosperar; no, el que enriquece a algunos individuos seleccionados, apartándolos al mismo tiempo de los demás con los que conviven.

Así considerada, la inteligencia artificial no compite con la humana. No existen replicantes del tipo Blade Runner forcejeando por apoderarse de un poder político con el que nunca sabrían qué hacer. No hay máquinas hechas a nuestra imagen y semejanza que intenten imponernos sus propios mandamientos, como no hay dioses contemplándonos desde un Olimpo situado por encima de nosotros. No debemos tener miedo de lo nuevo.

Tampoco se da un efecto apreciable de sustitución del trabajo humano por los automatismos de los robots o los cyborgs. Por el contrario, la inteligencia de las máquinas, diferente de la humana, aumenta la nuestra y la complementa; el trabajo con máquinas tiene más valor que el que se realiza sin ellas. El progreso va en esa dirección: la inteligencia de las máquinas revaloriza el trabajo de las personas que las utilizan a partir de su propia inteligencia.

jueves, 17 de abril de 2025

NI BUENA, NI MALA, NI NEUTRAL

 


Alberto Durero, “El Caballero, la Muerte y el Diablo” (detalle).

 

Comenta Daniel Innerarity, en su reciente libro “Una teoría crítica de la inteligencia artificial” (Galaxia Gutenberg 2025), la estrecha relación histórica entre los modos de comunicación y los tipos de democracia.

La primera democracia, nacida en Atenas hacia el s. V aC y que podríamos calificar de socrática, estuvo basada en la oralidad, y era de tipo directo y dialéctico. Fue por lo demás una flor efímera, rápidamente sofocada por el enorme peso piramidal de los grandes imperios antiguos.

La democracia moderna, reinventada en el siglo XVIII, tuvo su base de maniobra en la imprenta y en la comunicación a través de la prensa. (Entonces se definió a la prensa como el cuarto poder, hoy es solo un mejunje irreconocible).

La democracia representativa basada en la libertad de opinión vehiculada por una prensa libre entró en crisis en los albores del s. XX, con la nueva hegemonía comunicativa de la radio y, algo más tarde, de la televisión.

Hoy, según John Keene (Democracy and media decadence, Cambridge 2013), la democracia está «estrechamente vinculada al crecimiento de sociedades saturadas de multimedia, cuyas estructuras de poder son continuamente cuestionadas por una multitud de mecanismos de control o vigilancia que operan dentro de una nueva galaxia mediática definida por el ethos de la abundancia comunicativa.»

A algunos puede sonarle abstrusa la descripción de Keane. Como ejemplo práctico basta, sin embargo, fijarse en la verborrea fake y el desenfado de las críticas al gobierno español desde rincones comunicativos tan heterogéneos como Se Acabó La Fiesta o Taberna Garibaldi.

Esta situación no pone propiamente la democracia en peligro, pero sí sugiere la necesidad de la adecuación del funcionamiento de las instituciones democráticas (empezando por el parlamento y los tribunales) al escalón tecnológico comunicativo en el que nos encontramos. De otro modo, podríamos vernos arrastrados por el caos comunicativo como por una Dana repentina o una pandemia viral.

Conviene, ante tanto volumen de “ruido” tecnológico, reafirmar la indeterminación esencial de la política democrática, y la existencia a nuestra disposición de opciones abiertas a la decisión colectiva. Política es sobre todo libertad para decidir. Los big data o la inteligencia artificial pueden ser escuderos de esa libertad, pero de ningún modo debe recaer en ellos el peso de la responsabilidad social.

No está de más recordar al respecto una afirmación llena de sentido de Melvin Kranzberg: «La tecnología no es buena ni es mala, y tampoco es neutral.»

sábado, 12 de abril de 2025

CONGRESO

 


Però hem viscut per salvar-vos els mots,

Per retornar-vos el nom de cada cosa

Salvador ESPRIU

 

He vivido con apasionamiento – desde casa – el desarrollo del 13º Congreso de las CCOO de Catalunya. Gran participación, documentos congresuales consistentes, ambiente distendido y algunos hallazgos felices, como ese autobús 47 que acercó al Palacio de Congresos a grupos de participantes.

Un gran Congreso.

Hace ya más de sesenta años que se empezó a consolidar en el panorama bastante sombrío del franquismo una anomalía: ChatGPT, de haber existido entonces, no lo habría adivinado ni podido predecir porque no existía ningún dato solvente que avalara la aparición de aquella flor exótica brotando con empeño en el suelo árido de una descarnada dictadura de derechas. Se trataba de un movimiento sociopolítico plenamente autónomo que se organizaba desde abajo, en fábricas, talleres y oficinas, para la autodefensa de los trabajadores y las trabajadoras, ante la explotación abusiva de que eran objeto.

Las Comisiones Obreras fueron una discontinuidad y, casi casi, una distopía. Pero arraigaron y se hicieron un hueco. En ello nos empeñamos algunas decenas de miles de chicas y chicos, casi todos muy jóvenes, recién llegados en la época de los Planes de Desarrollo a la populosa Ciudad del Trabajo. Nuestras fuerzas estaban intactas, no habíamos sido derrotados nunca antes como le ocurría a la generación anterior, vencida en la ominosa guerra incivil y resistente luego en una clandestinidad dura, desagradecida y perpetuamente amenazada. Unos y otros colaboramos en la tarea común: unos desde la sabiduría y la prudencia, otros desde el arrojo y la improvisación.

Se sucedieron en la nueva situación grandes y pequeñas luchas, y una serie de éxitos modestos, claro que sí, como el del autobús 47, que contribuyeron poco a poco a cambiar las coordenadas de las reivindicaciones y a asentar el perímetro resistente de una ciudadanía despierta y activa, movilizada a partir de las condiciones de los puestos de trabajo y de las necesidades de los barrios, siempre desde la perspectiva de la igualdad, la solidaridad, y la no discriminación.

Con una actitud flexible en las formas e intransigente en los principios, se impulsaron plataformas siempre realistas. No se pedía la luna, pero sí un lugar al sol.

No fue una historia feliz, no faltaron las prisiones, las torturas, las palizas, los muertos. nuestros muertos. Pero la dictadura se hundió – no la resucitarán, eso es seguro – y el movimiento obrero se reafirmó. Tal es la moraleja de la historia.

Los pasados días 9.10 y 11 las compañeras y los compañeros congresistas han dado fe de la pervivencia de la misma actitud asentada en la misma historia, y han abordado el debate de nuevos proyectos, desafíos y resoluciones. Contamos con una secretaria general nueva, Belén López, y su primer discurso en el cargo ha sido prometedor. Estamos en marcha, y la marcha no se detiene. Ánimo, entonces.

 

jueves, 3 de abril de 2025

CONSPIRACIONES

 


Pedro López Provencio ha escrito “Conspirar contra el olvido”, una novela tejida con el hilo de recuerdos que no son del todo suyos personales, sino patrimonio colectivo de la generación de la que forma parte: la que derribó el régimen de Franco y abrió las puertas a la democracia (imperfecta y frágil, conviene advertirlo) que disfrutamos hoy.

Su “conspiración” tiene en último término el mismo sentido que las confesiones de Pablo Neruda, “Confieso que he vivido”, y el eco nerudiano pasado por la matización de Marcelino Camacho, “Confieso que he luchado”. Es decir, se trata de un ejercicio de memoria viva y vital, al que Pedro ha dado forma de novela mediante un artificio que disimula muy poco su verdadera función y su utilidad.

El protagonista, “Luis”, se extiende en el relato de su vida pública en el curso de un viaje relajado en velero por el Mediterráneo, ante dos oyentes que comentan en voz alta sus impresiones, unas veces con retranca (el primo Eduardo), otras con curiosidad (Marián, la capitana del barco).

El viaje es, en cualquier caso, más espiritual que real, y los interlocutores vienen a ser figuras simbólicas, que asumen el cometido de ayudar a la claridad de la narración matizándola con consideraciones “desde fuera” que corrigen la posible carga subjetiva del narrador. Pedro se cura en salud, además, con una advertencia previa al lector hecha en tono de broma, pero de fondo muy serio: «Todo lo que aquí se cuenta es verdad, excepto lo que no lo es.»

Cierto, pero todo lo que se cuenta, verdad o no, es importante. Destaca en mi opinión, por su interés excepcional, el relato de la lucha de SEAT contra la imposición de un tercer turno, en el año 1971, con la ocupación de la fábrica y la entrada brutal de la policía, con gases, caballería y a tiro limpio. “Luis” era entonces miembro del comité de empresa, y su portavoz ante la dirección. La muerte del trabajador Antonio Ruiz Villalba, los heridos de bala y todo el alcance de la represión y la reacción política, sindical y ciudadana, marcaron el desarrollo histórico del final del tardofranquismo y de la primera transición a la democracia.

De lo que trata el libro de Pedro López Provencio, en definitiva, es de su participación personal en unas vivencias colectivas decisivas por su trascendencia. Esas vivencias conforman una realidad que viene a justificar, para seguir esgrimiendo las armas de la democracia y la libertad en un contexto tan diferente hoy de aquel que vivimos entonces, el pequeño artefacto de un “conspirar contra el olvido” de lo que ocurrió, de cómo ocurrió, de cómo evitar con la acción colectiva potenciales retornos de aquella pesadilla. Un libro indispensable.

Recuerden: Pedro LÓPEZ PROVENCIO, “Conspirar contra el olvido”, Stonberg Editorial 2025.

lunes, 10 de marzo de 2025

LA PÉRFIDA COSTUMBRE DE SESGAR LOS ANÁLISIS

 


Serpiente trepando a una higuera, fresco hallado en Pompeya datado hacia 50-70 de nuestra era. Ese culebreo hacia la fruta apetecida es parecido a muchos razonamientos actuales que buscan una apariencia de demostración irrefutable donde solo hay en realidad un vacío de argumentos.

 

Nuestra derecha política de forma inveterada, y nuestra izquierda ocasionalmente, usan de una forma de análisis adulterada por un sesgo vicioso muy determinado: el de "me quedo con aquello que me favorece, e ignoro todo lo que delata errores, fallos e insuficiencias por mi parte."

Es un procedimiento que culebrea a través de argumentos capciosos dirigidos a demostrar la existencia de algo que a simple vista se percibe como inexistente. Véanse como muestra la acumulación infinita de acusaciones al mundo entero y la autoindulgencia practicadas por Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, en relación con la DANA fatídica.

Otro ejemplo de carácter distinto y más divertido - por lo inofensivamente ridículo - de este tipo de razonamiento, lo hemos visto en las declaraciones de Alberto Toril, "coach" del equipo femenino de fútbol del Real Madrid, después de perder por 0-5 el partido de ida de semifinales de la Copa de la Reina, que lo enfrentaba al FC Barcelona.

Ha dicho Toril que "se queda con lo positivo" de la experiencia, y que las estadísticas del juego estuvieron igualadas entre los dos equipos contendientes. ¿"Estadísticas"? Conviene recordar sobre ellas aquella clasificación de las mentiras en pequeñas, gordas, muy gordas y estadísticas. El primer gol del Barcelona (lo marcó Salma Paralluelo) tuvo lugar a los 70 segundos de empezar el partido; por lo demás, esta ha sido la 18ª derrota consecutiva en un total de 18 partidos sufrida por el Madrid femenino frente al Barça, con un reparto goleador global de casi 8 goles azulgranas por cada uno merengue.

Esas también son estadísticas, pero no son consideradas por Toril en su intento de "quedarse con lo positivo". Su valoración de que tiraron más a puerta (una vez más, y en fuera de juego) viene a corresponderse con la pretensión de Mazón de culpar de la debacle valenciana a la Confederación Hidrográfica del Júcar, ignorando la larga relación de avisos (esas son "estadísticas", también) pasados a lo largo del día por dicho ente a la Generalitat Valenciana, que los ignoró. La guinda del pastel la ha puesto el señor Feijóo al apuntar que "las culpas están repartidas".

Con ese tipo de análisis se intuye enseguida lo que puede esperarse de la futura gestión de los órganos de gobierno, o en su caso de los equipos de fútbol, liderados por esa clase de tipos.

sábado, 18 de enero de 2025

EL TRABAJADOR PRESCINDIBLE ACABA SIENDO UN ABSTENCIONISTA POLÍTICO

 


Tiempos modernos. Algoritmos (dibujo de Mauro Biani en La Repubblica

La frase del título está tomada de un artículo de Daniel Innerarity en El País, “Democratizar el trabajo” (13.1.2025). Es importante. Tenemos la mala costumbre de tildar de tontos a los trabajadores que votan derecha y/o ultraderecha, o simplemente no votan. “Inne” nos da una explicación más matizada:

«… se han debilitado estructuras de intervención duradera en la sociedad como los sindicatos y los partidos, sustituidos ahora por una explosión emocional con ocasión de grandes acontecimientos, como las crisis o las catástrofes, y seguidas poco tiempo después por periodos de depresión y desinterés hacia lo público… Son igualmente breves los tiempos de utilidad de la tecnología, la duración de los contratos y el cortoplacismo político.»

La clave de esta transformación está probablemente en las nuevas condiciones del trabajo en las condiciones de la nueva revolución industrial 4.0, y en la diferencia entre los dos órdenes en los que se inserta la vida del trabajador: un orden jerárquico en la empresa, contra un orden democrático en la ciudadanía. El empleo es inestable, discontinuo, eventual, sin implicación del trabajador en el futuro, sin apropiación de los logros obtenidos con su esfuerzo. Esta “falla geológica” morrocotuda que lastra su “lugar en el mundo” deriva en una “corrosión del carácter”, como la describió el sociólogo Richard Sennett. La deriva ocurrida en el post-fordismo en relación con la prestación del trabajo asalariado y su valoración, ha llevado a una mutación en la personalidad del trabajador y a una contradicción interna en su “otra” condición vital, la de ciudadano en un ordenamiento democrático.

El voto resulta inservible para cambiar una situación laboral degradada; y cuando se ejerce, ya no es para modelar un futuro posible, sino para protestar contra un futuro consabido. La democracia, entonces, es vista como una trampa, porque no se advierte ninguna relación entre el cambio político como desiderátum y la subordinación laboral como pan de cada día.

La solución al problema empezaría por colocar realmente el trabajo en el centro de la política, a partir de la democratización de la empresa y la garantía de un derecho de voz y voto en ella a los trabajadores, capaces así de codeterminar su prestación laboral concreta y su perspectiva de futuro. Cita “Inne” al respecto la concepción de la empresa como “entidad política”, en consecuencia sometida al juego democrático, como ha reivindicado Isabelle Ferreras*.

Una consideración semejante muestra la insuficiencia de fondo de medidas como la reducción de jornada, a pesar de su bondad en el sentido de incrementar el tiempo político a costa de disminuir el de subordinación jerárquica.

Pero, como concluye “Inne” en su artículo, «el desafío final no es limitar nuestra relación con la empresa, sino su transformación: no se trata tanto de conseguir un derecho a la desconexión como de fortalecer el derecho de participación, tanto en el interior de las empresas como en la sociedad política en general.»

 

(*) Ver también al respecto Paco RODRÍGUEZ DE LECEA, “La empresa como lugar político”, en Un mundo dislocado (Ed. Bomarzo 2023, p. 121). Puede encontrarse también el mismo texto en https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2019/04/la-empresa-como-lugar-politico.html