Imágenes del Périgord
A la derecha de la imagen, fachada de la casa natal de
Étienne de La Boétie, en la plaza del Peyrou, Sarlat, vista desde la catedral
de St Sacerdos.
A mediados del
siglo XVI, se percibe en el vasto mundo de la provincia francesa un fuerte
empujón por situar el país en las posiciones punteras del renacimiento
humanista en Europa, que por entonces era tanto como decir en el mundo. Casi de
forma simultánea, Pierre Ronsard ensaya una epopeya nacional, La Franciada; su compinche en el grupo
de poetas de la Pléyade, Joachim Du Bellay, publica un manifiesto bajo el
título Defensa e ilustración de la lengua
francesa; y un outsider, un chico
de Sarlat en el Périgord Noir, Étienne de La Boétie, con tan solo dieciocho
años hace temblar los cimientos del régimen monárquico absoluto con un pequeño
tratado sobre la servidumbre voluntaria, es decir sobre el manso acatamiento
del pueblo al despotismo que le ha sido impuesto. Las dieciocho páginas en
total del texto despiden simbólicas chispas de rebeldía, de inconformismo y de
erudición.
El libelo no
encuentra editor, lógico, tanto por su contenido como por su aparición en una época
turbia en que la guerra de los Cien Años ha concluido, pero solo para dejar
paso a las guerras de Religión entre católicos y hugonotes. Su fama se extiende
de todos modos a través de diversas copias hechas a mano que circulan de forma
casi clandestina entre los iniciados. Una de esas copias llega pasado algún
tiempo al château de Montaigne, en
los límites entre el Périgord y el Bordelés, y allí encuentra un eco entusiasta
en Michel Eyquem de Montaigne, tres años más joven que La Boétie. Los dos se
conocen, y entablan una correspondencia torrencial doblada por una amistad
fervorosa. Hacia 1560 ambos ejercen de magistrados, Montaigne en Burdeos y La
Boétie en Germignac. Allí morirá este último prematuramente (en 1563), víctima de
un brote de peste, con tan solo treinta y tres años. Montaigne conseguirá
editar en 1572 a sus expensas el Tratado
de la servidumbre voluntaria o el Contra uno, y proseguirá sus propias
reflexiones sobre la guerra y la paz, la concordia entre las naciones y los
entresijos de la naturaleza humana, en la forma de un género literario
novedoso, el Ensayo, nombre que él
mismo ideó como título de sus sucesivos libros.
La casa natal de
Étienne de La Boétie se encuentra en el cogollo del centro histórico de Sarlat,
a dos pasos de la catedral de San Sacerdós o San Sacerdote (nombre de un mártir oscuro
de Limoges cuyas reliquias vinieron a parar a este templo, antigua abadía). Un
amplio portal en arco se abre a la plaza del Peyrou, y sobre él se alzan tres
pisos, abuhardillado el último, con grandes ventanales provistos de maineles.
La mansión, de un estilo claramente renacentista, remata en pico, con tejado en
ángulo muy agudo y varias chimeneas consistentes.
Hay una estatua “oficial”
de La Boétie en Sarlat, en un espacio público, pero el recuerdo más significativo
del joven prodigio humanista sigue siendo la mansión en la que nació, hoy monumento
nacional, centro de la curiosidad de los visitantes e icono, en cierta medida,
no solo de la población sino del departamento de Dordogne y de toda la región.