martes, 19 de marzo de 2024

CUANDO ÉRAMOS LENINISTAS

 


Una foto reciente de los cuatro secretarios históricos de las CCOO de Catalunya, juntos delante del restaurante Can Pepet de Pineda de Marx. De izquierda a derecha, Joan Coscubiela, Javier Pacheco, José Luis López Bulla y Joan Carles Gallego.

 

Ahora que el leninismo en tanto que corriente política no ocupa seguramente más que un pie de página en alguna enciclopedia de ciencias sociales, y lo que fue un grupo activo y coherente de personas anda bastante disperso, me ha resultado reconfortante asistir a un encuentro el pasado día 14 de marzo, en el Espai Assemblea de las CCOO de Barcelona, en el que, además de repartirnos abrazos algunos viejos amigos y conocidos, se presentó un libro singular, con documentos que voy leyendo despacio, de la “Fundació d’Estudis i Debats Comunistes”. No son textos “de” historia, sino “para” la historia, ha advertido sobre ellos Isidor Boix.

El propio Isidor, en un artículo sobre el tema en Nueva Tribuna, define aquel leninismo del 83 como una “lucha por la hegemonía social y política, la social primero” (lo primero es antes, como es bien sabido). La definición es aproximadamente justa, aunque no sé si le cuadra la etiqueta de leninismo. Encuentro una exposición mucho más completa de la idea, o del método, en una ponencia de José Luis López Bulla sobre «Sindicalismo, crisis y gobierno del PSOE», que él desarrolló bajo los auspicios de la "Fundació" el día 2 de febrero de 1983 en el Col·legi d’Aparelladors de Barcelona. En sus tres intervenciones recogidas en el texto (págs. 119 a 140 del libro) José Luis no utiliza ni una sola vez el término “leninismo”. Sí dice, en cambio, lo siguiente, que me parece cuestión de mayor enjundia: «… nuestro punto de referencia debe estar situado en el presente y en la perspectiva, porque vivimos en una crisis nueva, con problemas de fondo no conocidos en épocas pasadas, y que por lo tanto, deben ser afrontados y resueltos de otra manera.» Para referirse a continuación “a la necesidad de anticipación histórica que debe tener el movimiento obrero”. El subrayado es mío, pero también suyo por las palabras que añade a continuación: «Digo anticipación histórica porque si bien el ideal, el planteamiento histórico del movimiento obrero está delimitado, al menos sus objetivos, no es un secreto que el movimiento obrero está, en lo concreto, a la defensiva. Que en sus planteamientos útiles para ahora (insisto, útiles para ahora), está como un defensa lateral izquierdo.»

José Luis propone en esa ponencia avanzar en un objetivo que llama (a la italiana) Plan de Empresa. “No es una concepción que se refiera a qué hacemos, deslavazadamente, fábrica por fábrica, sino un nuevo proyecto cultural, institucional, de qué quiere el movimiento obrero que sea la fábrica.”

Me parecen muy actuales los apuntes teóricos sobre el “nexo social” que da sentido al esfuerzo unitario del sindicato, sobre las dos independencias –política y sindical– susceptibles de entrar en conflicto en cualquier momento, o sobre la tecnocratización y la eventual delegación (nefasta) de los trabajadores en el Boletín Oficial del Estado.

Entre otras cuestiones, que siguen siendo de la mayor trascendencia ahora, cuando las aguas llevan pasando inmutables bajo los puentes cuarenta y un años después de entonces.