viernes, 29 de marzo de 2024

POLÍTICAS DE URGENCIA

 


Un ejemplo de política a largo plazo: terrazas incaicas de cultivo en Choquequirao, Cuzco (Perú). Imagen compartida de Facebook.

 

Ando dándole vueltas a un artículo reciente de Daniel Innerarity (El País, 18 marzo 2024).

Sigo con mucho interés y tal vez algún provecho personal las colaboraciones recientes de Innerarity en el campo de la política. Antes de entrar a un comentario más general, apunto dos consideraciones previas de poca trascendencia: la primera, el curioso hallazgo de una palabra inglesa encriptada en el apellido del autor: “rarity” vale en nuestro idioma por rareza, singularidad, excepción. Ahí lo dejo.

Y segunda nota tangencial, relacionada con el título del artículo: «Democracias sin tiempo» es un oxímoron, tal como el propio autor se encarga de señalar: “La democracia como la conocemos presupone la idea de continuidad [en el tiempo], de que las cosas no van hacia un abrupto final (Jonathan White). Conservadores y progresistas compartían al menos esa suposición, que implicaba un tiempo histórico largo.”

Cabe concluir entonces, al menos como hipótesis, que desde un punto de vista técnico no existe en rigor democracia si no aparece en el quehacer político una percepción temporal consistente a largo plazo; y que tampoco puede darse una política de urgencia, cortoplacista, que sea además plenamente democrática, al menos en lo relativo al respeto a la pluralidad de opciones y a su concurrencia ordenada.

“La política se convierte en una gestión de las emergencias”, señala nuestro Inne. “No hay lugar para el desacuerdo o el cambio de opinión … Las emergencias favorecen un estilo elitista de gobernar, un protagonismo del poder ejecutivo, amplían el espacio del secreto y debilitan el control democrático.”

Desde este punto de vista, cada nueva contienda electoral deja de ser la “siguiente” en una serie ordenada, para convertirse en el “último cartucho”, el clavo ardiendo, el ahí nos la jugamos para siempre o por lo menos para los dos siglos próximos. Los comicios tienden a convertirse en referendos decisorios, y en las campañas pierden importancia los temas concretos de la política ante el problema capital de quién va a ser la persona que se pondrá al frente: el conducator, el macho alfa incluso si es hembra, el líder carismático.

Quizás ese sesgo de la coyuntura política actual viene comandado por la dominancia del pensamiento único, el TINA (There Is No Alternative) tan relacionada a su vez con la extensión abusiva de la inteligencia artificial y los algoritmos a terrenos inadecuados para su arraigo. La ley del algoritmo es la ley del rebaño, y la Libertad (excusen la mayúscula), que es sobre todo la del que no piensa como yo, exige el contraste, el voto, el cultivo de la alternativa, el cambio estructural, y la concreción pluralista de ese cambio en un futuro dilatado: en el Tiempo.