Es decir: atrapa el
día, no lo dejes escapar. Es el consejo de Horacio a Leucónoe, en la Oda primera. Porque “dum loquimur, fugerit invida aetas”, mientras hablamos huirá el
tiempo envidioso. Y no creas, bella Leucónoe, ni por lo más mínimo en lo que ha
de venir: “minimum credula postero.”
En el almuerzo de
hoy hemos participado algunos familiares muy veteranos, y mi vecina de
mesa nos ha contado que ya no confía en los bancos. Muchos años guardando allí
los ahorros, dice; y el banco crece, pero los ahorros no. Su remedio, atrapar
el día. “Dicen que la próxima crisis será bancaria. Antes de que todo pete, voy
a pulirme el dinero que tengo ahí muerto de risa.”
Los recientes eventos
consuetudinarios que acontecen en las rúas de Barcelona nos están dejando a
todos un poso amargo: esta no es ya la ciudad alegre y confiada. Pocas
perspectivas le vemos mientras las sombras de los incendios siguen pegadas al asfalto
derretido y grumoso del suelo; todos o casi todos los contenedores de basura
han desaparecido de la perspectiva urbana; las hojas bajas de algunos árboles
están chamuscadas y precozmente marchitas; algunas pancartas, que pedían
libertad para los presos desde los balcones de pisos primeros y principales del
Eixample, han sido lamidas por las llamas de las hogueras y retiradas de su
lugar; el calor de los fuegos encendidos con derroche de gasolina ha deformado
algunos barrotes. Es mucha la gente que recuerda de pronto aquella película que
narraba cosas irrepetibles sucedidas más de un siglo atrás, La ciutat cremada.
Estamos en una
versión light de aquella ordalía
antigua, pero los efectos psicológicos no son tan distintos. El president Torra
intentó sin éxito que el presidente Sánchez le contestara al teléfono. ¿Para
qué le llamaba? ¿Qué puede ofrecer quien no tiene nada en las manos y lleva ─utilizo
una metáfora de doble sentido─ encendido el chivato que indica que la reserva
del depósito de gasolina de su coche está agotada?
Cuando llegó la
negativa formal de Sánchez a entrevistarse con el vicario de Waterloo, en las
circunstancias actuales y sin una condena previa de los desórdenes violentos,
Torra, consciente de la presencia de las cámaras de TV3 que lo filmaban por la
puerta abierta de su despacho, se exclamó: “Quins
collons!”
Los exegetas tienen
trabajo con la frase en cuestión. Unos pensarán que se refería a los atributos
de Sánchez; otros, que a los propios. En el mejor de los casos, la frase
lapidaria pasará probablemente a la posteridad como broche definitorio del paso
por la Generalitat del señor Torra.
Las encuestas de
opinión indican que la ciudadanía no confía en que los problemas se arreglen en
el corto plazo. Para muchos, las cosas van claramente a peor. “Carpe diem” es
entonces la consigna más adecuada al ánimo intranquilo de tantos barceloneses.
No hay la más mínima confianza en lo que está por venir: minima credula postero.