Susanna Camusso, trabajadora metalúrgica
milanesa, afiliada al Partido Socialista y secretaria general de la CGIL en el
decenio 2010-2019.
En las primeras
páginas de un libro reciente e importante de Estella Acosta (Trabajo y educación: dilemas y desafíos. Editorial
Bomarzo 2019. Prólogo de Antonio Gutiérrez Vegara) figura la siguiente cita del
científico Jorge Wagensberg: «El primer
signo claramente diferencial de la humanidad “sapiens” es la capacidad de hacer
herramientas para hacer herramientas.»
Cualquiera en la pirámide
zoológica se sirve de una herramienta para una tarea determinada. Guardar la
herramienta felizmente empleada implica un escalón superior en la cultura de la
especie: es la previsión de que la chisma utilizada en una ocasión puede servir
de nuevo. Fabricar la herramienta necesaria para multiplicar las herramientas a
disposición del grupo, es un segundo escalón de importancia trascendental: es
el principio de la cooperación social y de la reflexión humana sobre el trabajo
y su utilidad. Es, expresado con brevedad, el principio de la historia.
La reciente
neoestupidez humana promovida por el neoliberalismo retrocede aceleradamente hasta
perder pie en estas conquistas de la humanidad. El neoliberalismo predica el
fin de la historia, el fin del trabajo y la inexistencia de la sociedad
cooperativa. En su mentalidad la tecnología sustituye al pensamiento; y el
algoritmo, a la capacidad humana de dirección de los asuntos en los que está
concernida. Todo se reduce a un determinismo férreamente organizado desde algo
que se parece mucho a dios en el sentido de que está fuera de las capacidades
humanas y desciende de los cielos para guiarnos adecuadamente. No hay
alternativa a esa sabiduría suprema. Sin embargo, la tecnología en cualquiera
de sus escalones es producto del trabajo humano, y un resultado constatable de
esa actividad original que consiste en fabricar herramientas que son útiles para
fabricar herramientas.
Una actividad original
que no significa un punto alto muy particular en la historia de las técnicas,
una excepción valiosa en un océano de rutina. La innovación se forja como una
cadena que se transmite de una persona a otra, de un grupo a otro, de una
generación a la siguiente.
Porque si la
innovación no se transmite, deja de existir como tal.
La gran
preocupación neoliberal al respecto es el registro de patentes para adueñarse
de la innovación y monopolizar las rentas que pueda generar. Pero eso no es
historia, sino ruindad. La historia consiste en que la innovación es utilizada
globalmente, es mejorada y perfeccionada una y otra vez, y finalmente es
sustituida por otra innovación de orden superior.
La cultura consiste
en la transmisión organizada de la innovación, de la fórmula para fabricar en
cada momento nuevas herramientas que sirven para fabricar con ellas
herramientas útiles al común. La educación, el aprendizaje, acompaña desde la
prehistoria al trabajo como su compañera inseparable para progresar. El
progreso consiste en eso: en la transmisión universal y ordenada de los
conocimientos útiles, entendiendo por utilidad la capacidad para mejorar en lo
concreto la vida de las personas corrientes.
Vuelvo al algoritmo.
No es malo en sí mismo ordenar los trabajos y las recompensas asociadas a ellos
según un algoritmo. Lo malo es endiosar el algoritmo, considerarlo como
expresión de una perfección indiscutible e inmodificable. Es lo que está
haciendo de forma enfática y engolada la neoestupidez.
Y esto es lo que
dijo Susanna Camusso, secretaria general en ese momento de la CGIL, en el
informe introductorio a la Conferencia de Programa del sindicato italiano,
celebrada en Milán el 30 y 31 de enero de 2018: «Debemos negociar el algoritmo. No es una metáfora, es sustancia, y no
afecta solo a las plataformas. El algoritmo es la fórmula que elabora datos
sobre la base de inputs, determina
horarios, flujos de producción, movilidad de las plantillas, sanciones si no se
alcanzan determinados ritmos, distribución de los asuetos y las vacaciones,
etc. Esos inputs deben ser objeto de
negociación… Negociar el algoritmo significa retomar la prestación del trabajo
como objeto de la contratación colectiva.»
Estella Acosta Pérez. Es, entre otras actividades,
miembro del GICE-UAM (Grupo de Investigación Cambio Educativo para la Justicia
Social, de la Universidad Autónoma de Madrid) y promotora de la asociación
Isegoría, además de coordinar el Proyecto “Cambio de modelo productivo – cambio
de modelo educativo” para las Federaciones de Industria y de Enseñanza de CCOO.
Pueden leer su ensayo “Una digitalización justa y equitativa” en http://pasosalaizquierda.com/?p=2838