Laura Pennacchi. Quizás algún lector se pregunte por qué publico una nutrida galería de fotos de mujeres protagonistas de nuestro tiempo. La respuesta es sencilla: porque se lo merecen.
En dos posts
recientes de esta bitácora (1), he empezado a esbozar los aproches (es decir,
en lenguaje militar los preparativos para el asalto a una fortaleza: logística del
abastecimiento, aplanamiento del terreno, trincheras, etc.) de una idea política nada nueva en la literatura
que frecuento, pero sorprendentemente ausente en las preocupaciones de las
organizaciones de nuestra izquierda patria, así políticas como sindicales.
Se trata,
sucintamente expresado, del problema de quién dirige la innovación, y hacia
dónde la dirige.
La innovación
aparece en el momento presente como una necesidad vital. Pongamos que hablo de
la transición ecológica, a fin de evitar una práctica continuada de esquilmo de
las materias primas, de exterminio de especies animales y vegetales, de polución
atmosférica, de calentamiento global, etc. Pongamos que hablo de la derogación,
o al menos de la complementación, del PIB como instrumento de medida del
crecimiento económico, habida cuenta de que el PIB parte de una confusión culpable
entre creación de riqueza y extracción de rentas, por no hablar de su desprecio
olímpico de todos los trabajos de cuidados a las personas, tan importantes para
el bienestar globalmente considerado, pero a los que atribuye un valor
económico igual a cero.
Todos estamos más o
menos de acuerdo en la necesidad de enderezar ese curso de los acontecimientos;
todos echamos pestes del neoliberalismo y de la financiarización. Pocos, en
cambio, consideramos que esté en nuestras manos cambiar las cosas.
Como es muy posible
que no se entienda bien lo que estoy diciendo, voy a poner un ejemplo que me
parece paradigmático. Pepe Álvarez, secretario confederal de UGT, escribe en
Nueva Tribuna un artículo bajo el titular «Por una transición energética
justa». Y este es el subtitulillo elegido por la publicación como síntesis de
su propuesta: «Exigiremos al gobierno contundencia
con la dirección de la empresa para el mantenimiento de estas dos centrales en
funcionamiento.» Las dos centrales aludidas son las térmicas de As Pontes y
Litoral, que funcionan con carbón. A
Pepe Álvarez eso no le importa, al parecer. La descarbonización de la economía
debe de parecerle una paparrucha; solo defiende de forma acérrima los puestos
de trabajo.
Eso no es “transición
energética justa” sino “no transición de ninguna clase”. Estamos de nuevo en el
caso de las fragatas para Arabia Saudí. Hay una fuerza de inercia en la
subalternidad asumida por los sindicatos, que es perdedora. Se trata de la posición
que predica resistencia pétrea al cambio, sin alternativa.
Los partidos políticos
de la izquierda no ayudan a corregir el tiro porque no tienen un criterio
definido en esta cuestión, y solo ven a los sindicatos como posibles caladeros
de votantes. De este modo se deja la innovación en manos del capital, del mundo
de los negocios, que a su vez introduce un sesgo particular en el modo de
aplicar esa innovación. Qué coño va a ser neutral la tecnología. Estamos viendo
todos los días los resultados de una tecnología sublimada y celosamente
aplicada; de un mundo ordenado por medio de algoritmos tramposos.
Negociar los
algoritmos, entonces, es imprescindible; pactar las políticas concretas desde
los intereses de las clases trabajadoras y, mejor aún, de las personas humanas
que trabajan. Pero no desde la miopía de la defensa cerrada y sin matices del
puesto de trabajo, sean cuales sean las características benéficas o nocivas de
ese trabajo, sino desde la consideración de un entorno complejo que afecta a la
vida, a la salud, a la educación, a la vivienda, a toda una perspectiva y un
proyecto de futuro.
Esta es labor inexcusable
de los sindicatos. Y no solo de ellos sino de los partidos de izquierda, cuando
consigan superar su infatuación y su dispersión, y se den cuenta de que el
trabajo, el vilipendiado trabajo, es el único y el gran denominador común imprescindible
para una política de progreso.
Solo una nueva
alianza estratégica, después de la rotura de la correa, entre partidos, sindicatos
y movimientos sociales, puede generar la necesaria capacidad de negociación con
las elites detentadoras de la innovación.
Estos serían los
objetivos de fondo según los expresa Laura Pennacchi, economista, coordinadora
del Forum Economia nazionale de la CGIL, en un trabajo reciente (2): «La idea de un pacto por las políticas
transformadoras es ciertamente preciosa y connatural a la historia del
movimiento obrero y sindical, en particular en Italia. Pero hoy necesitamos insertar
esa idea en un marco todavía más ambicioso, porque necesitamos someter a
crítica tanto la “racionalidad política” de la innovación, como su “racionalidad
científica”, en particular la “racionalidad del algoritmo” con su pretensión de
responder a una naturaleza objetiva dirigida a transformar todos los fenómenos
en estados de necesidad cerrados a todo espacio de alternativa.»
(1) Ver http://vamosapollas.blogspot.com/2019/10/despues-de-la-rotura-de-la-correa.html
y http://vamosapollas.blogspot.com/2019/10/tambien-el-algoritmo-se-negocia.html.
Soy consciente de que han sido, con diferencia, los dos artículos menos
visitados del blog en fechas recientes. Qué se le va a hacer, insisto de todos
modos.
(2) AAVV, Lavoro e innovazione per riformare il
capitalismo. A cura de Laura Pennacchi e Riccardo Sanna. Ediesse, Roma,
2018.