Pedro Sánchez se ha
lanzado sin flotador a unos idus de octubre tempestuosos: coinciden de un lado
la exhumación de la momia de Franco, susceptible de encrespar al nacionalismo
apostólico español de misa y olla (el prior de Cuelgamuros se remite a la
divina providencia como remedio magistral contra el desbordamiento del rojerío;
pero no está excluido que la providencia sea ayudada en su sagrada misión punitiva
por manifestaciones, represalias y desórdenes varios, con mucho lujo de vandalismos
pre y post constitucionales); y del otro, la publicación de la sentencia
judicial relativa a los acontecimientos poco consuetudinarios que tuvieron
lugar en los días finales de septiembre y primeros de octubre de hace dos años
en Cataluña. El Supremo ha descartado la existencia de un delito de rebelión,
lo cual es un alivio para mucha buena gente partidaria de extender
el consenso y evitar la política de garrotazo y tentetieso; pero temo que no sea suficiente para el “otro”
nacionalismo apostólico, el catalán, que solo considera admisible una
absolución incondicional para repetir del mismo plato una vez más y tantas como
se pueda. Y que está también preparando una movilización “de país” en plan "tsunami democrático", sea ello lo que fuere.
Sin duda Sánchez habría
obrado cuerdamente ahorrándose la doble colisión prevista en la circunstancia altamente
inestable de un gobierno en funciones y con unas elecciones generales, las
enésimas, previstas para veinte días después. Sin embargo, ha hecho patente en
todo momento su desinterés por ser investido, en su momento, desde la
izquierda. Cosa que ha tenido a huevo, seamos claros.
Él tendrá más datos
que yo, sin duda, pero no deja de sorprenderme que declare tener miedo a perder
el sueño con un podemita en la vicepresidencia, y en cambio no le altere el
pulso la doble movida que se avecina.
La cual podrá ser
contenida sin la menor duda por las nunca suficientemente alabadas fuerzas del orden
público. Pero una cosa es el orden público eficazmente preservado, y otra muy distinta el
talante con el que la ciudadanía afrontará su nuevo paso por las urnas. Se
están encendiendo demasiadas cerillas al lado del bidón de gasolina.
Sánchez está seguro
de que al final le van a salir las cuentas. Sin embargo, la tradicional unión de las izquierdas va a verse reforzada por lo menos con dos nuevas y bonitas opciones unitarias a más no poder, la CUP y la plataforma Más País. Y el dato fehaciente al que forzosamente hemos de remitirnos es
que hasta el momento no está disponible ninguna encuesta fiable de opinión posterior a la
doble ordalía que se nos anuncia para la semana que viene.
Y las encuestas,
como dice más o menos aquella aria del Rigoletto,
son móviles cual pluma al viento, mutan de acento y de pensier. Y de pensier.