Carmen y yo en el mismísimo
corazón de la Gran Manzana. Al fondo, el rascacielos Chrysler. Durante algunos
meses fue el edificio más alto del mundo.
Nada que ver el Día
de la Madre de aquí con lo que vimos en una iglesia de Harlem, Nueva York, en
mayo de 2004. Carles nos llevó a un oficio religioso en un lugar donde admitían
como asistentes offshore a blancos
que no eran parroquianos estrictos, colocándolos aparte, en el piso alto. Las
fotos estaban severamente prohibidas, lo que fue una pena pero se explica
porque a la iglesia se va a rezar, no a vanidades.
Negras hermosísimas
y sonrientes se abrazaban a Carmen por la calle, deseándole un Happy Mother
Day. A ver, estábamos ahí con nuestros dos hijos, más Karina, y a pesar de
nuestra palidez ostensible lucíamos mucho como familia. El ambiente era
festivo, el sol brillaba y todos nos habíamos puesto nuestros mejores vestidos
para la ocasión.
Yo tenía un
compromiso cerrado con mis hermanos, y era hacerles la crónica verídica de todos
nuestros pasos por la Gran Manzana. Juan estaba ya seriamente enfermo, y volcaba
sus ansias de vivir en la lectura de nuestras cartas. Pero no era fácil
escribir en aquellas condiciones, no llevábamos ordenador en el equipaje, y en
casa de mi chico no disponían de wifi, él utilizaba internet desde su despacho
en el periódico.
De modo que recurrí
a bibliotecas públicas y cafés internet para escribir mis crónicas, a vuela
pluma, y sin repasar lo escrito ni corregirme porque el tiempo del turno era
limitado, 30 minutos máximo, y había mucho que contar. Además los teclados no
tenían eñes ni acentos, una pejiguera.
Esto es lo que
escribí de la ceremonia a la que asistimos, tal cual sin retocar (es decir sin
acentos), y así exactamente consta en mis archivos:
Martes 11.5.2004 (12:26) De Paco. Asunto:
noticias de aqui
Escribo desde la web de Albertina porque no nos entra
la de Carmen, y desde el barracon de Queens porque en otros lugares nos hacian
hacer colas. Es dificilillo esto de comunicarse, no se si se noto que el
mensaje del sabado estaba escrito aprisa y corriendo porque en cualquier
momento podian echarnos a patadas, estabamos ocupando tiempo de un turno vacio
pero era ya hora de que llegaran los que se habian apuntado al turno siguiente.
De modo que escribo a toda prisa. El domingo fuimos a los oficios del Happy
Mother Day a Harlem. Cientos de negros vestidos de fiesta, un teclado
electronico, bateria, coro femenino. Una ministra principal, otra auxiliar, un
vejete que tambien intervino, un dinamico director de coros y una enfermera que
llevaba vasos de agua a quienes lo necesitaban. Repartieron bolsas de regalo
para las madres, diplomas, hicieron levantarse a la madre mas madre, que tenia
veinte nietos, se levantaron los nietos presentes, saludaron, les aplaudimos.
Luego empezo el coro, lento, solemne, despues fue cogiendo ritmo, entonces
entro la bateria. La ministra adjunta empezo a retorcerse, uno de los
auxiliares quedo extatico con los dos brazos en alto y otro se puso de rodillas
y empezo a darse cabezadas en el suelo. Intervinieron las solistas, toda la
iglesia se balanceaba haciendo la ola, la enfermera no daba abasto a repartir
vasos de agua. La bateria cerro con un redoble y la ministra, una negra
guapisima, con rizos y unas caderas enormes a lo Ella Fitzgerald empezo a
predicar. Voz vibrante, acento combativo, ojos relampagueantes, gestos de
brazos llenos de contundencia. Cual es el tema del sermon, pregunte (la verdad,
me crei que estaria hablando de torturas en Irak). David y Absalon, me dice
Carlos. La Biblia. Muchas tonterias. Se me cayeron los palos del sombrajo,
tanta apoteosis para eso. En fin, nos fuimos que se iba haciendo tarde, antes
de que acabara el show.
La carta tuvo cola.
Mi hermano Juan me contestó en tono amable pero algo seco que se había reído mucho, pero que
preferiría una crónica real y no una tira cómica. Con el corazón sangrante por
la herida hice acopio de toda mi dignidad y le escribí en la siguiente crónica
que todo era real, y aún me había quedado corto. Los demás del grupo lo
confirmaron, y Juan pidió disculpas. Sigue en mi retina la Happy Mother más Mother
del Day poniéndose en pie en su asiento para recibir un enorme ramo de flores,
y sus veinte nietos haciendo la reverencia, todos vestidos de blanco, ellas con
lazos blancos en el pelo y ellos con pajarita blanca al cuello.