Don Ramón
de Campoamor, poeta relativista.
Lo que quiso Cuca Gamarra en su célebre tuit, fue hacer una
comparación atrevida entre las hordas comandadas por Pedro Sánchez, que han irrumpido
al asalto y al desmadre en las venerables instituciones de gobierno del país, y
los dignísimos ciudadanos bolsonaristas (no confundir con los bolivaristas, estos
son la hez) que intentaron remediar el curso de las cosas después de que unas
elecciones fraudulentas apartaran a su líder del encomiable empeño democrático
en el que se hallaba enfrascado.
Gamarra comparte punto de vista (o color del cristal con
que se mira, en palabras de don Ramón de Campoamor) con un friqui al que he
conocido debido a un rebote inesperado, e involuntario por mi parte, de los
fastos del Mundial de fútbol celebrado por ahí hace poco. Se trata de un
tertuliano criado en los basureros mediáticos, llamado Juanma Rodríguez y apodado
“Gargamel”, que está llevando adelante una cruzada esforzada para desinflar lo
que él llama la “burbuja Messi”.
Messi no es el mejor futbolista de todos los tiempos,
señala Gargamel; está muy, pero que muy, sobrevalorado. Currículo por currículo,
lo tiene mucho mejor Álvaro Arbeloa, sin ir más lejos.
No sé si se acuerdan de Arbeloa. Se distinguió en el
Chelsea * por su manera de frenar a Messi, en una época en la que estaba a las
órdenes de José Mourinho. Lionel fue derecho a la enfermería, y Álvaro fue
premiado con una tarjeta roja. “Mou” protestó mucho aquella tarjeta, según él
no había sido para tanto. En tarjetas rojas, dicho sea por escrúpulo de la
verdad, Arbeloa va muy por delante de Messi en cualquier ranking que se
considere.
Arbeloa (y al año siguiente, también Mourinho) fichó por el
Real Madrid en 2009. La idea de la alta dirección era parar a Messi como fuera.
La ficha de Arbeloa fue de 4 millones por 5 años. Estuvo ahí en la gran mayoría
de las alineaciones de Mourinho y sucesores. También apareció en la selección española
que ganó el Mundial de Sudáfrica. Del Bosque, un hombre siempre discreto y sensible,
nunca olvidó incluir en su grupo a jugadores madridistas, con el fin de no
enemistarse con las autoridades federativas.
(Su ejemplar comportamiento, de todos modos, no alcanzó su
objetivo. A horas de hoy, Don Vicente sigue siendo considerado un disidente de
la Iglesia de San Floren; y me temo que el asunto tiene ya poco remedio, aunque al
seleccionador que ganó una Copa del Mundo, el resquemor de los despachos debe de
traerle muy al fresco.)
Arbeloa fue, por consiguiente, un jugador “de cupo”; fue
seleccionado porque el once representativo de España estaba obligado a incluir sí
o sí un porcentaje estimable de unos colores determinados.
Gerard Piqué, un extravagante de lengua larga, llamó en una
ocasión “cono” al defensa madridista. Cuando le preguntaron a qué se refería, explicó
que cuando desde Tráfico no quieren que la circulación pase por un lugar
determinado, colocan ahí un cono que obliga a todos a dar un rodeo. Y esa exactamente
era, según Piqué, la función de Arbeloa en la banda derecha de la defensa.
Metió sin embargo algunos goles, a lo largo de su carrera.
No tantos como Messi, sin duda, pero metió tres. Lo digo de memoria, es posible
que me descuente, y esté contabilizado oficialmente alguno más. Recuerdo uno de
ellos: Cristiano armó un belén porque Arbeloa había rematado a puerta una asistencia
dirigida claramente hacia el portugués.
Arbeloa permaneció cinco años en el club blanco y luego se
fue, resignado a buscarse la vida porque no estaba en condiciones de competir
con los mejores.
Y ese es el crack que supera a Messi en currículo, según Gargamel.
Gamarra valora de modo parecido la trayectoria de Pedro
Sánchez, infravalorado según ella como golpista al lado de un estadista tan sumamente
respetuoso de la Constitución de su país como Bolsonaro. En este mundo cruel,
valgan los versos como conclusión, nada es verdad ni es mentira.
* Dejo constancia de un error de memoria, después de comprobación en Wikipedia. Arbeloa no jugaba en el Chelsea sino en el Liverpool, y no estaba a las órdenes de Mourinho sino de Rafa Benítez. Lo demás, vale.