Iniesta
marca el gol decisivo en la final del Mundial de Sudáfrica. El equipo holandés
podría hacer valer ante la FIFA la tesis de que el Barça había sobornado al
comité arbitral con el fin de obtener una sobreprotección ilegal a sus jugadores,
por lo que el partido debió dársele por perdido a la selección.
Para mí que el tito Floren ha equivocado la táctica.
Lo sé, nueve puntos de déficit en la Liga pesan mucho, la
Copa se ha puesto muy cara después del partido de ida, y el Mundialito, por
mucho que lo adornen con el título de Campeonato Mundial de Clubes, resulta una
cosecha escasa para una temporada que cada vez tiene más la pinta de una de
esas funestas segundas temporadas de Carletto, en las que exprime a sus hombres
de confianza hasta la última gota y acaba perdiendo los partidos por
agotamiento de la primera parte contratante.
Era el momento de innovar en la táctica, y a ello se ha
aplicado Tito Floren. Lo suyo no es el espíritu de Juanito, ni las remontadas
épicas, que un día salen bien y al siguiente te dejan con el culo al aire y
cara de tonto.
Floren es hombre de despachos, conspirador nato y hábil
moviendo hilos de subordinados de alto coturno que lo reverencian como a un Ser
Superior. El abanico de cualidades que es capaz de desplegar resulta vistoso,
pero no siempre eficaz. Ahora no, porque no es oportuno, pero algún día volverá
a la memoria colectiva el bochorno de la situación que propició su primera
defenestración como presidente del club de sus amores. Entonces se entenderán
mejor las cosas de Floren, las que puede hacer sin riesgo a ser criticado por
tantas bocas calladas y bien calladas, y las cosas que en cambio no puede
hacer, ni con riesgo ni sin él, porque las estructuras se le tiran encima. (He
escrito “tiran”, no “caen”; pero vale también el otro verbo, porque el problema
es que lo que no se sostiene cae por sí mismo, debido a la ley de la gravedad,
que es una ley muy seria que casi nadie tiene en cuenta. El que además de caer,
la ley procure tirarse encima del causante del estropicio, es solo un añadido
circunstancial.)
Floren quiere salvar nueve puntos de diferencia en la Liga,
y algo había de inventar. No se lleva mal con Jan Laporta, los dos andan
conchabados contra otro subordinado leal, Tebas, en la Superliga. Jan es un fantasma
del mismo género que Floren, aunque de bastante menos nivel. Floren, sin
embargo, necesitaba un chivo expiatorio, y eligió a Jan. Nada personal, desde
luego.
Hasta aquí, bien. Laporta está prácticamente desahuciado,
Tebas no le deja fichar, ni inscribir a Gavi, ni lo que se dice nada de nada.
Al enemigo, ni agua.
Pero Laporta recibe buenos ingresos de la tele, y podría
ganar la Liga. Nueve puntos son muchos puntos.
Floren ha buscado entonces un segundo chivo y lo ha
encontrado en Enríquez Negreira, un árbitro que ha ocultado a Hacienda un
contrato con el Barça de una época y una presidencia anteriores.
El contrato es papel mojado, no originó ni un
miniescandalito siquiera, y está anulado y prescrito. Pero Floren se adornó con
pinturas de guerra, recurrió a Juntas extraordinarias y movilizó a sus fieles
de la Fiscalía, que respondieron al estímulo con rapidez y docilidad.
Y ahí es donde se ha pasado tres pueblos, porque el Colegio
de Árbitros es la corporatividad misma hecha carne y habitando entre nosotros.
Acusar de corrupción a “un” árbitro es destapar la caja de Pandora. Lo ha
expresado con acierto Diego Simeone, que sabe bien de qué va la vaina: dado un
círculo cerrado, si alguien abre una puerta, viene detrás otro que abre una
ventana.
Si examinamos lo ocurrido en los campos de fútbol desde el
escándalo, nos llamará la atención que el VAR haya llamado la atención al
trencilla de turno sobre un gol marcado al Barcelona previa mano de un
delantero rival. Gil Manzano atendió el reparo y anuló el gol. ¡Caramba! Gil no
es creíble como “cielo protector” del club blaugrana. El diario “Marca”,
seguramente por indicación expresa del Tito, ha dejado caer la opinión de que
1) sí hubo mano de Muniain; y 2) a pesar de todo el gol debió subir al
marcador.
¡Caramba! (bis). Toda una expresión de rebeldía contra el destino,
de rabia contra la adversidad. La anulación valió dos puntos extra al Barça en
su carrera en solitario hacia el trofeo liguero.
¿Qué le pasa a Floren? ¿Cree que puede hacer cualquier cosa
en cualquier circunstancia y contra la oposición de una institución como el
Colegio de Árbitros, hondamente arraigada en el suelo de las verdades
absolutas? ¿No ha echado aún un vistazo al careto con el que aparece Sánchez
Arminio, el presidente, en fotos recientes?
Mientras tanto, el despliegue en guerrilla de la Fiscalía
concluirá muy probablemente con una multa cuantiosa, pero ni soñar con un
descenso ni con una resta de puntos, porque detrás de esa puerta serían
incontables las ventanas que podrían abrirse. Es sabido lo que pesa en jurisprudencia un precedente. Y estamos en terreno de la justicia penal, no de la deportiva.
El todopoderoso Floren queda en entredicho. Más le valdrá
renunciar al trofeo en disputa antes o después de algunas jornadas heroicas, y
pensar en dar aire a su Carletto, al cual, además, últimamente todo le está
trayendo al fresco, lo cual significa que lo da por dado y bendecido.
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Este es mi análisis, en cualquier caso. El resultado final,
sin embargo, también podría ser muy distinto, sobre todo por una razón. Porque,
como me ha susurrado al oído Jeremías más de una vez, yo no tengo madera de
profeta.
La verdad es que podrían caer chuzos de punta.
Por sí o por no, sepan que me encuentro hospedado en un
pequeño pueblo del otro lado de los Pirineos, y que esta entrada del blog la he
escrito en clave y con tinta simpática. Si las cosas se torcieran para el Barça
y por extensión para Catalunya y sus derechos de ciudadanía, mi primera
reacción consistiría en dirigirme a la gendarmería más próxima (la tengo a unos
25 metros de mi hostal) y solicitar asilo político por el trámite de urgencia.
He dicho.