lunes, 10 de marzo de 2025

LA PÉRFIDA COSTUMBRE DE SESGAR LOS ANÁLISIS

 


Serpiente trepando a una higuera, fresco hallado en Pompeya datado hacia 50-70 de nuestra era. Ese culebreo hacia la fruta apetecida es parecido a muchos razonamientos actuales que buscan una apariencia de demostración irrefutable donde solo hay en realidad un vacío de argumentos.

 

Nuestra derecha política de forma inveterada, y nuestra izquierda ocasionalmente, usan de una forma de análisis adulterada por un sesgo vicioso muy determinado: el de "me quedo con aquello que me favorece, e ignoro todo lo que delata errores, fallos e insuficiencias por mi parte."

Es un procedimiento que culebrea a través de argumentos capciosos dirigidos a demostrar la existencia de algo que a simple vista se percibe como inexistente. Véanse como muestra la acumulación infinita de acusaciones al mundo entero y la autoindulgencia practicadas por Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, en relación con la DANA fatídica.

Otro ejemplo de carácter distinto y más divertido - por lo inofensivamente ridículo - de este tipo de razonamiento, lo hemos visto en las declaraciones de Alberto Toril, "coach" del equipo femenino de fútbol del Real Madrid, después de perder por 0-5 el partido de ida de semifinales de la Copa de la Reina, que lo enfrentaba al FC Barcelona.

Ha dicho Toril que "se queda con lo positivo" de la experiencia, y que las estadísticas del juego estuvieron igualadas entre los dos equipos contendientes. ¿"Estadísticas"? Conviene recordar sobre ellas aquella clasificación de las mentiras en pequeñas, gordas, muy gordas y estadísticas. El primer gol del Barcelona (lo marcó Salma Paralluelo) tuvo lugar a los 70 segundos de empezar el partido; por lo demás, esta ha sido la 18ª derrota consecutiva en un total de 18 partidos sufrida por el Madrid femenino frente al Barça, con un reparto goleador global de casi 8 goles azulgranas por cada uno merengue.

Esas también son estadísticas, pero no son consideradas por Toril en su intento de "quedarse con lo positivo". Su valoración de que tiraron más a puerta (una vez más, y en fuera de juego) viene a corresponderse con la pretensión de Mazón de culpar de la debacle valenciana a la Confederación Hidrográfica del Júcar, ignorando la larga relación de avisos (esas son "estadísticas", también) pasados a lo largo del día por dicho ente a la Generalitat Valenciana, que los ignoró. La guinda del pastel la ha puesto el señor Feijóo al apuntar que "las culpas están repartidas".

Con ese tipo de análisis se intuye enseguida lo que puede esperarse de la futura gestión de los órganos de gobierno, o en su caso de los equipos de fútbol, liderados por esa clase de tipos.

sábado, 18 de enero de 2025

EL TRABAJADOR PRESCINDIBLE ACABA SIENDO UN ABSTENCIONISTA POLÍTICO

 


Tiempos modernos. Algoritmos (dibujo de Mauro Biani en La Repubblica

La frase del título está tomada de un artículo de Daniel Innerarity en El País, “Democratizar el trabajo” (13.1.2025). Es importante. Tenemos la mala costumbre de tildar de tontos a los trabajadores que votan derecha y/o ultraderecha, o simplemente no votan. “Inne” nos da una explicación más matizada:

«… se han debilitado estructuras de intervención duradera en la sociedad como los sindicatos y los partidos, sustituidos ahora por una explosión emocional con ocasión de grandes acontecimientos, como las crisis o las catástrofes, y seguidas poco tiempo después por periodos de depresión y desinterés hacia lo público… Son igualmente breves los tiempos de utilidad de la tecnología, la duración de los contratos y el cortoplacismo político.»

La clave de esta transformación está probablemente en las nuevas condiciones del trabajo en las condiciones de la nueva revolución industrial 4.0, y en la diferencia entre los dos órdenes en los que se inserta la vida del trabajador: un orden jerárquico en la empresa, contra un orden democrático en la ciudadanía. El empleo es inestable, discontinuo, eventual, sin implicación del trabajador en el futuro, sin apropiación de los logros obtenidos con su esfuerzo. Esta “falla geológica” morrocotuda que lastra su “lugar en el mundo” deriva en una “corrosión del carácter”, como la describió el sociólogo Richard Sennett. La deriva ocurrida en el post-fordismo en relación con la prestación del trabajo asalariado y su valoración, ha llevado a una mutación en la personalidad del trabajador y a una contradicción interna en su “otra” condición vital, la de ciudadano en un ordenamiento democrático.

El voto resulta inservible para cambiar una situación laboral degradada; y cuando se ejerce, ya no es para modelar un futuro posible, sino para protestar contra un futuro consabido. La democracia, entonces, es vista como una trampa, porque no se advierte ninguna relación entre el cambio político como desiderátum y la subordinación laboral como pan de cada día.

La solución al problema empezaría por colocar realmente el trabajo en el centro de la política, a partir de la democratización de la empresa y la garantía de un derecho de voz y voto en ella a los trabajadores, capaces así de codeterminar su prestación laboral concreta y su perspectiva de futuro. Cita “Inne” al respecto la concepción de la empresa como “entidad política”, en consecuencia sometida al juego democrático, como ha reivindicado Isabelle Ferreras*.

Una consideración semejante muestra la insuficiencia de fondo de medidas como la reducción de jornada, a pesar de su bondad en el sentido de incrementar el tiempo político a costa de disminuir el de subordinación jerárquica.

Pero, como concluye “Inne” en su artículo, «el desafío final no es limitar nuestra relación con la empresa, sino su transformación: no se trata tanto de conseguir un derecho a la desconexión como de fortalecer el derecho de participación, tanto en el interior de las empresas como en la sociedad política en general.»

 

(*) Ver también al respecto Paco RODRÍGUEZ DE LECEA, “La empresa como lugar político”, en Un mundo dislocado (Ed. Bomarzo 2023, p. 121). Puede encontrarse también el mismo texto en https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2019/04/la-empresa-como-lugar-politico.html

 


viernes, 13 de diciembre de 2024

EL ERROR DE DING

 


Suspensión

 Algún comentarista se ha precipitado a calificar como “el más grave de la Historia”, el error del campeón mundial de ajedrez, el chino Ding Liren, que volcó la 14ª partida del Mundial 2024 de ajedrez en favor del indio Gukesh Dommaraju, cuando ambos jugadores habían llegado empatados, 6’5 a 6’5, a la última ronda.

Qué exageración, por favor. Y qué manía con los errores, sin tener en cuenta que la Historia empezó, según una tradición asentada aunque discutible, con Eva aceptando la manzana que le ofrecía en boca la serpiente.

Según la crónica de Leontxo García, Ding se había equivocado ya siete u ocho veces a lo largo de la famosa partida 14ª, y Gukesh otras tantas (los comentaristas valoran ahora las partidas con la ayuda de potentes computadoras de silicio, que calculan los movimientos futuros con veintenas de jugadas de anticipación.)

El error, entonces, no es nada inhabitual, en un juego (llámenle deporte si gustan) en el que, según tradición inveterada ya de cuando era simplemente humano, gana siempre el jugador que comete el penúltimo error.

Pero seguimos anhelando una perfección inhumana en todo. El mundo se divide en personas que señalan con regocijo un error de apreciación de Carlos Marx (por ejemplo) en un análisis económico, y las que consideran que tal error no existe porque Marx era por definición infalible.

Como si la perfección no fuera una cosa siempre efímera, hecha de momentos raros de plenitud que nos llegan de algún lugar situado en el exterior de nosotros mismos y más allá de nuestras capacidades ordinarias.

 

domingo, 1 de diciembre de 2024

LA IZQUIERDA Y LA ECONOMÍA GLOBAL

 


René Magritte, “La cifra”, 1981

 

Leo en el número recién aparecido de Nueva Tribuna una llamada de alerta de Isidor Boix, bajo el título suficientemente significativo: “Crisis en multinacionales, sin respuesta sindical ‘multinacional’”. (*)

El artículo describe la falta de respuesta sindical adecuada – hasta el momento – a una iniciativa masiva de un grupo compacto de grandes empresas industriales multinacionales, que afecta gravemente a las clases trabajadoras de algunos países desarrollados y otros emergentes. A partir de ahí, Boix esboza un análisis escueto, no ya solo de la falta de respuesta conjunta de los sindicatos concernidos, sino sobre todo del hecho singular de que sigan mirando “a otro lado”, como si el problema no les afectara.

Destaco el siguiente párrafo, que describe de forma sintética la situación. La cursiva es del autor, y este añade a continuación que tal vez esté equivocado y agradecería, si es así, que alguien le corrigiera:  

 

«… es necesaria una permanente elaboración colectiva de cuáles puedan ser en cada momento y en cada ámbito los intereses comunes, colectivos y solidarios, mediante las múltiples formas de participación y democracia sindical. No creo que esto, aparentemente tan elemental, esté suficientemente asumido por los órganos colectivos que deberían hacerlo.»

 

Algo me gustaría añadir sobre el tema. Se da en este tiempo una desorientación (que yo llamaría “existencial” en el sentido filosófico de la palabra) no exclusiva de los sindicatos, sino en general de la izquierda tanto “clásica” como “nueva”, en relación con el cambio radical de paradigma que estamos viviendo en las relaciones de trabajo, a partir de la irrupción torrencial de las nuevas tecnologías 4.0 en el proceso productivo.

Hemos pasado del capitalismo industrial al capitalismo digital, que no encaja en la vieja lógica del trabajo material; y todo ello, en un contexto de globalización acelerada. Pero las izquierdas presentes en el tablero político siguen ancladas en “una visión romántica del viejo mundo industrial” (la frase es de Daniel Innerarity) y en una consideración demasiado negativa de la globalización, que rechazan “in toto” y en cuya lógica, en consecuencia, no quieren ni siquiera entrar.

Paradójicamente, la izquierda política realmente existente es conservadora respecto del mundo del trabajo, frente a una derecha radical y rompedora, que utiliza las nuevas herramientas puestas a su alcance por el progreso tecnológico desde una lógica dirigida al enriquecimiento privado, y no al bien común.

Nada que no se pueda remediar. Pero la premisa previa para encontrar la solución de un problema es la conciencia de la existencia de ese problema, y su delimitación correcta.

Ese paso previo, por el momento sigue faltándonos. Urge resolverlo.

 

(*) Ver https://www.nuevatribuna.es/articulo/global/crisis-multinacionales-respuesta-sindical-multinacional/20241130190317232988.html

 

miércoles, 20 de noviembre de 2024

DESPUÉS DE LA DANA

 


El nuevo vicepresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Gan Pampols, ha manifestado que seguirá “criterios exclusivamente técnicos y en ningún caso políticos” para la reconstrucción que le ha sido encomendada.

Mal empezamos.

Porque un criterio técnico, lo es en relación con la busca de un resultado; y en este caso no se expresa qué resultado se concibe como prioritario para las nuevas estructuras que han de ponerse a punto: si ha de ser la seguridad de las personas, o la oportunidad especulativa para el capital-riesgo; en último término, la protección o la producción.

Sin hablar de la posibilidad de grandes negocios asociados a la inyección de dinero público, como ya ha ocurrido con la pandemia, que dio lugar a grandes “neofortunas”, entre ellas la del compañero sentimental de Isabel Díaz Ayuso, una autoridad electa, con poder “técnico” de decisión sobre el tema.

Algo debe decir en este tema vidrioso la contraparte de tantos expertos sobrevenidos capaces de tomar sin que les tiemble la mano las decisiones “técnicas” más extremas. Algo deben decir los trabajadores, que son además residentes en inmuebles construidos apresuradamente por constructores poco escrupulosos en terrenos inundables, para acumular dinero ganso.

«Los sindicatos son los sujetos que llevan inscrito en su ADN el proyecto del cambio social y el logro de la participación democrática de los trabajadores y las trabajadoras en cuanto tales, es decir la emancipación progresiva de la subalternidad social…» Así se expresa Antonio Baylos en una entrada lúcida y significativa de su blog de culto (*). Tanto los sindicatos como los movimientos vecinales han de participar necesariamente en una reconstrucción democrática de esas estructuras mal previstas, mal ubicadas, deficientes, precarias, inseguras, que han funcionado en muchos casos como ratoneras sin posibilidad de escape, y que se han cobrado más de doscientas vidas en unas pocas horas.

La peor noticia posible es que, después de la catástrofe, se intente repetir la jugada desde las mismas premisas.  

 

(*) Ver https://baylos.blogspot.com/2024/11/democratizar-el-trabajo-protegiendo-los.html

 

jueves, 14 de noviembre de 2024

LOS ÁRBOLES DE HUDIMESNIL



Meindert Hobbema, “El camino de Middelharnis”. Londres, National Gallery.

 

En un pasaje de la “Búsqueda del Tiempo Perdido” de Marcel Proust, el protagonista da un paseo por los alrededores de la localidad balnearia de Balbec, con su abuela y la marquesa de Villeparisis, en la calesa de esta última.

Al aproximarse al pueblecito de Hudimesnil, que los paseantes no conocen y en el que nunca van a entrar, Marcel percibe tres grandes árboles dispuestos de modo que parecen formar el pórtico de entrada  a una alameda “cubierta” por el follaje de las ramas altas entrecruzadas de los robles.

La visión le inunda de una felicidad rara, que relaciona de inmediato con algún episodio de su niñez. Intenta recuperar ese recuerdo, y cierra los ojos para apurar la sensación, pero la charla de sus acompañantes le impide concentrarse. Una revuelta de la carretera lo coloca de espaldas a los tres árboles, que agitan desesperados sus ramas como para decirle: “lo que no averigües hoy de nosotros, no lo sabrás nunca”. Y el narrador se queda “triste como si acabara de perder un amigo, como si él mismo hubiera muerto, o hubiera renegado de un conocido muerto, o dejado de reconocer a un dios”.

Hudimesnil ha quedado así en la Recherche como el símbolo del tiempo perdido para siempre. Mi sorpresa ha sido grande al saber que Proust, que utilizó aquella visión con fines literarios, controlaba a la perfección el recuerdo de esos precisos árboles elusivos. En los “setenta y cinco folios” (*) recuperados tardíamente del archivo del crítico Bernard de Fallois, y que vienen a ser la materia magmática inicial que dio lugar al “big bang” de la Recherche, un párrafo deja la cuestión totalmente aclarada.

En el folio 37 se describe el arranque del camino de Villebon (que luego será el côté de Guermantes) a partir de la plaza del Calvario de Illiers (Combray). Allí, señala Proust, «une allée d’arbres commençait qui semblait savoir où elle conduisait» (empezaba una alameda que parecía saber adónde conducía). Y como remate, en el párrafo siguiente, en el que evoca los frecuentes fenómenos de asociación generados por la memoria, declara haber visto disposiciones de árboles parecidas en Normandía y en Borgoña.

Hudimesnil sigue siendo un tótem excelso para los Argonautas que aún tenemos la capacidad de redescubrir viejas sensaciones de contornos imprecisos en nuevos paisajes recién descubiertos. Pero resulta sintomático que Proust, ese Protoargonauta de excepción, eligiera, como símbolo literario de lo que se nos escapa, un recuerdo de infancia que tenía perfectamente controlado.

 

(*) M. PROUST, “Les soixante-quinze feuillets, et autres manuscrits inédits”. Edición establecida por Nathalie Mauriac Dyer. Éditions Gallimard, 2021.  

viernes, 18 de octubre de 2024

BANCOS CENTRALES Y POLÍTICA ECONÓMICA

 


Plañidera, detalle de la tumba de Miguel Ángel Buonarrotti, obra de Giorgio Vasari. Iglesia de la Santa Croce, Florencia.


El Poder Judicial y el Banco Central son dos instituciones básicas del Estado moderno cuya razón de ser original era utilizarlos como contrapesos con la intención de promover la igualdad relativa de los ciudadanos y prevenir los abusos de los más fuertes. Ahora, y en tanto no se remedie la grave dislocación existente, ambas han quedado colocadas al margen de todo control de la sociedad civil. Se les supone una “legitimidad” superior por el hecho de ser “apolíticas” – cosa que se afirma con reiteración no obstante las numerosas pruebas en contrario –, y en principio no están obligadas a rendir cuentas a nadie de sus actuaciones, ni a corregir sus errores, ni a justificar sus decisiones en ninguna especie conocida de “bien común”.

Dejo a un lado en esta nota la situación del poder judicial (vergonzosa), y me detengo un instante en el Banco central a partir de lo que está ocurriendo en Europa, donde los reflejos opacados de ideología vienen sustituyendo a algo que se seguía llamando hasta hace muy poco “gestión tecnocrática”; y en España, donde la sustitución del señor Hernández de Cos está dando lugar a debates y empellones que vienen a demostrar la sustancia política del cargo y su trascendencia.

Me ha llegado mientras tanto, de un articulista de prensa bien informado, el término “capitalismo de los bancos centrales”. Lo ha acuñado al parecer Joscha Wullweber, que según leo en una sucinta nota en Google es profesor de Economía Política, Transformación y Sostenibilidad en Heisenberg (probablemente algún Instituto Heisenberg de Ciencias, porque no existe que se sepa una Universidad de ese nombre). El quid del asunto está para el estudioso citado en que dista mucho de ser cierto que los bancos centrales regulen la política monetaria de los países o grupos de países desde criterios rigurosos de neutralidad y apoliticismo. Del capitalismo a secas pasamos en su momento al capitalismo “financiero”, y este tiende a escorarse más aún en un sistema gobernado desde las sombras de los despachos bancarios y que mediatiza en buena medida los resultados obtenidos.

Los bancos centrales siguieron todos a una las tesis económicas neoliberales cuando se produjo el feroz crac de la economía mundial en 2008. La regla de la austeridad y del no endeudamiento público transfirió un volumen gigantesco de deuda a bolsillos privados de ciudadanos desprotegidos de cuentas corrientes confortables; y la consigna de la bajada de impuestos a los ricos para incentivar la producción, acabó de redondear un modelo económico en el que la producción de riqueza al modo concebido por la economía tradicional se vio sustituida por la extracción sistemática de rentas de las clases más necesitadas.

Un ejemplo reciente y claro: el gobierno concede ayudas a los inquilinos para contrarrestar la presión al alza de los alquileres, y de forma prácticamente automática los caseros responden con una nueva subida del alquiler, de forma que la nueva renta es absorbida y va a parar a los mismos bolsillos. No se ha producido ningún nuevo valor ni incremento de prosperidad: la única motivación del alza del alquiler ha sido succionar las ayudas públicas recibidas por quienes no tenían otro remedio que aferrarse por encima de todo a su vivienda como bien indispensable.

Al redirigir la deuda de esta forma e impedir de hecho las políticas sociales por parte de gobiernos progresistas, los bancos centrales están asumiendo tareas de redistribución antiigualitarias.

“¡No somos nosotros, es el mercado!”, dicen, como lo dijo en su día Rodrigo Rato. Pero no es un libre mercado, sea cual sea y esté donde esté en la actualidad esa vieja quimera, sino un mercado milimetrado y condicionado al máximo por unas medidas “apolíticas” dictadas sin contar con consenso social y que desvirtúan los campos de la oferta y la demanda en beneficio de los rentistas.

 


  

domingo, 22 de septiembre de 2024

EL LIBERALISMO PRODUCE SUS PROPIOS ENEMIGOS

 


Noé da suelta a la paloma, en medio del Diluvio universal. Mosaico de los ss. XII-XIII en la basílica de San Marcos de Venecia.

 

Vivíamos en el TINA, ¿recuerdan?: “No hay alternativa”, nos repetían una y otra vez las sabias instituciones que nos gobernaban dejándonos únicamente la ilusión de libertad derivada de votar en las elecciones sucesivas las opciones rígidamente equivalentes que más nos gustaran.

Y sin embargo, el TINA (There Is No Alternative) saltó en pedazos y las instituciones se adaptaron a nuevos condicionantes. Estamos en el tiempo del populismo, y lean lo que dice Daniel Innerarity acerca del mismo* : «No es fácil saber si la ola de constitucionalización que generaron los regímenes liberales responde al deseo de protegerse del populismo o si es al revés y el populismo surge como respuesta a una excesiva limitación de los espacios de acción política. Puede que el populismo no sea el enemigo de la democracia liberal, sino su espectro, la reacción que produce ese diseño institucional pensado para limitar al máximo un posible descontrol popular. El liberalismo no se encuentra, sino que produce sus propios enemigos.»

Hay remedio a semejante distorsión o dislocación, por supuesto. Con una característica necesaria: el remedio, la solución, tiene que venir necesariamente de abajo, del fondo poco explorado de la sociedad tal como es, diversa y fragmentada, pero soberana.

Los individuos que formamos esta sociedad poscontemporánea podemos y debemos mejorar nuestra situación común desarrollando nuestra propia inteligencia colectiva (nada de “inteligencias artificiales” en los puentes de mando), para dar una dirección adecuada a la presunta “nave” en la que todos estamos embarcados.

No es bueno que lo hagan por nosotros ni las élites ni las máquinas. Necesitamos más conciencia de clase, con dos precisiones importantes añadidas a esa conciencia: la primera, que la “clase” es hoy más que nunca amplia, enrevesada y contradictoria; la segunda, que lo que necesitamos es una conciencia de clase “dirigente” a través de las instituciones, y no de clase “dirigida” por instituciones, ya estén estas elegidas a través de los mecanismos electorales establecidos, o simplemente puestas ahí como un milagrito neoliberal sacado de la manga del macron de turno.


 *) D. INNERARITY, “Contra el antipopulismo”, La Vanguardia 14.9.2024. pág. 17.

viernes, 29 de marzo de 2024

POLÍTICAS DE URGENCIA

 


Un ejemplo de política a largo plazo: terrazas incaicas de cultivo en Choquequirao, Cuzco (Perú). Imagen compartida de Facebook.

 

Ando dándole vueltas a un artículo reciente de Daniel Innerarity (El País, 18 marzo 2024).

Sigo con mucho interés y tal vez algún provecho personal las colaboraciones recientes de Innerarity en el campo de la política. Antes de entrar a un comentario más general, apunto dos consideraciones previas de poca trascendencia: la primera, el curioso hallazgo de una palabra inglesa encriptada en el apellido del autor: “rarity” vale en nuestro idioma por rareza, singularidad, excepción. Ahí lo dejo.

Y segunda nota tangencial, relacionada con el título del artículo: «Democracias sin tiempo» es un oxímoron, tal como el propio autor se encarga de señalar: “La democracia como la conocemos presupone la idea de continuidad [en el tiempo], de que las cosas no van hacia un abrupto final (Jonathan White). Conservadores y progresistas compartían al menos esa suposición, que implicaba un tiempo histórico largo.”

Cabe concluir entonces, al menos como hipótesis, que desde un punto de vista técnico no existe en rigor democracia si no aparece en el quehacer político una percepción temporal consistente a largo plazo; y que tampoco puede darse una política de urgencia, cortoplacista, que sea además plenamente democrática, al menos en lo relativo al respeto a la pluralidad de opciones y a su concurrencia ordenada.

“La política se convierte en una gestión de las emergencias”, señala nuestro Inne. “No hay lugar para el desacuerdo o el cambio de opinión … Las emergencias favorecen un estilo elitista de gobernar, un protagonismo del poder ejecutivo, amplían el espacio del secreto y debilitan el control democrático.”

Desde este punto de vista, cada nueva contienda electoral deja de ser la “siguiente” en una serie ordenada, para convertirse en el “último cartucho”, el clavo ardiendo, el ahí nos la jugamos para siempre o por lo menos para los dos siglos próximos. Los comicios tienden a convertirse en referendos decisorios, y en las campañas pierden importancia los temas concretos de la política ante el problema capital de quién va a ser la persona que se pondrá al frente: el conducator, el macho alfa incluso si es hembra, el líder carismático.

Quizás ese sesgo de la coyuntura política actual viene comandado por la dominancia del pensamiento único, el TINA (There Is No Alternative) tan relacionada a su vez con la extensión abusiva de la inteligencia artificial y los algoritmos a terrenos inadecuados para su arraigo. La ley del algoritmo es la ley del rebaño, y la Libertad (excusen la mayúscula), que es sobre todo la del que no piensa como yo, exige el contraste, el voto, el cultivo de la alternativa, el cambio estructural, y la concreción pluralista de ese cambio en un futuro dilatado: en el Tiempo.

 

martes, 19 de marzo de 2024

CUANDO ÉRAMOS LENINISTAS

 


Una foto reciente de los cuatro secretarios históricos de las CCOO de Catalunya, juntos delante del restaurante Can Pepet de Pineda de Marx. De izquierda a derecha, Joan Coscubiela, Javier Pacheco, José Luis López Bulla y Joan Carles Gallego.

 

Ahora que el leninismo en tanto que corriente política no ocupa seguramente más que un pie de página en alguna enciclopedia de ciencias sociales, y lo que fue un grupo activo y coherente de personas anda bastante disperso, me ha resultado reconfortante asistir a un encuentro el pasado día 14 de marzo, en el Espai Assemblea de las CCOO de Barcelona, en el que, además de repartirnos abrazos algunos viejos amigos y conocidos, se presentó un libro singular, con documentos que voy leyendo despacio, de la “Fundació d’Estudis i Debats Comunistes”. No son textos “de” historia, sino “para” la historia, ha advertido sobre ellos Isidor Boix.

El propio Isidor, en un artículo sobre el tema en Nueva Tribuna, define aquel leninismo del 83 como una “lucha por la hegemonía social y política, la social primero” (lo primero es antes, como es bien sabido). La definición es aproximadamente justa, aunque no sé si le cuadra la etiqueta de leninismo. Encuentro una exposición mucho más completa de la idea, o del método, en una ponencia de José Luis López Bulla sobre «Sindicalismo, crisis y gobierno del PSOE», que él desarrolló bajo los auspicios de la "Fundació" el día 2 de febrero de 1983 en el Col·legi d’Aparelladors de Barcelona. En sus tres intervenciones recogidas en el texto (págs. 119 a 140 del libro) José Luis no utiliza ni una sola vez el término “leninismo”. Sí dice, en cambio, lo siguiente, que me parece cuestión de mayor enjundia: «… nuestro punto de referencia debe estar situado en el presente y en la perspectiva, porque vivimos en una crisis nueva, con problemas de fondo no conocidos en épocas pasadas, y que por lo tanto, deben ser afrontados y resueltos de otra manera.» Para referirse a continuación “a la necesidad de anticipación histórica que debe tener el movimiento obrero”. El subrayado es mío, pero también suyo por las palabras que añade a continuación: «Digo anticipación histórica porque si bien el ideal, el planteamiento histórico del movimiento obrero está delimitado, al menos sus objetivos, no es un secreto que el movimiento obrero está, en lo concreto, a la defensiva. Que en sus planteamientos útiles para ahora (insisto, útiles para ahora), está como un defensa lateral izquierdo.»

José Luis propone en esa ponencia avanzar en un objetivo que llama (a la italiana) Plan de Empresa. “No es una concepción que se refiera a qué hacemos, deslavazadamente, fábrica por fábrica, sino un nuevo proyecto cultural, institucional, de qué quiere el movimiento obrero que sea la fábrica.”

Me parecen muy actuales los apuntes teóricos sobre el “nexo social” que da sentido al esfuerzo unitario del sindicato, sobre las dos independencias –política y sindical– susceptibles de entrar en conflicto en cualquier momento, o sobre la tecnocratización y la eventual delegación (nefasta) de los trabajadores en el Boletín Oficial del Estado.

Entre otras cuestiones, que siguen siendo de la mayor trascendencia ahora, cuando las aguas llevan pasando inmutables bajo los puentes cuarenta y un años después de entonces.

 

lunes, 11 de marzo de 2024

PIRRONISMO Y ELECCIONES PORTUGUESAS

 


Formas alternativas de ver las mismas cosas: la Venus de Velázquez captada en el momento de pasar al otro lado del espejo.

 

Clitómaco, discípulo de Carnéades de Cirene, afirmó que en ninguno de los escritos de este, que él estudiaba con ahínco, había conseguido desentrañar cuál era la opinión personal de su maestro acerca del tema tratado.

Me llega esa apreciación a través de un comentario de Cicerón (De officiis), citado a su vez por Michel de Montaigne. Cicerón añade en otro lugar que lo que queda dicho de Carnéades también vale en buena medida para Epicuro, Platón, Anaxágoras, Demócrito y Parménides, entre otros filósofos.

Se trata en todos los casos de un recurso mental, una “suspensión del juicio” basada en la idea de que la verdad es una dimensión de la realidad carente de certeza, sujeta como está a la relatividad de las sensaciones.

La moraleja del asunto es que nadie puede alardear de estar en posesión de la verdad. El relativismo universal así expresado forzosamente afectaría también a las actuales formaciones de la izquierda política, ya sean clásicas, nuevas o novísimas.

Los renacentistas llamaron “pirronismo”, por la doctrina de Pirrón de Elis, a esta forma de escepticismo no radical, apto para sortear las aristas más duras del dogmatismo. Quizá (atiendan a la reserva del juicio que implica ese “quizá) las izquierdas plurales deberíamos ser menos tajantes en nuestros juicios de valor y en nuestros posicionamientos éticos. La lucha política situada en tales parámetros podría resultar bastante estéril e ineficaz.

Es la idea que, a lo que entiendo, queda expuesta de forma brillante en un reciente artículo de Nicolás Sartorius: no es suficiente “ser”, la izquierda además tiene que “estar” presente en la praxis cotidiana de la ciudadanía. Dicho de otro modo, la misión de la izquierda no es “orientar” al personal sobre lo que debe pensar y cómo debe actuar; ni multiplicar las descalificaciones a la otra parte del hemiciclo parlamentario. Ese sería un planteamiento dirigista, de arriba abajo, y con muy poco recorrido.

Se trataría justamente de lo contrario: de construir colectivamente, desde el abajo, algo capaz de llegar muy arriba. “Algo” que contenga, no una quintaesencia ni una piedra filosofal de la acción política, sino una síntesis provisional y consensuada para el medio plazo, de las cambiantes aspiraciones de las personas, las comunidades, las sociedades y los territorios implicados, tal como esas aspiraciones se están formulando y expresando en el ahora mismo, y por tanto distintas de las de ayer y probablemente de las de mañana.

Difícil tarea, si no andamos pegados al terreno. Fíjense, si no, en los resultados de las elecciones portuguesas de ayer.

  

miércoles, 14 de febrero de 2024

LA CORROSIÓN DE LAS EXPECTATIVAS SOCIALES

 


Claus Sluter: Ángel lloroso, detalle del grupo escultórico del Calvario, Abadía de Champmol, Dijon, Francia (imagen compartida de Facebook).

 

Steven Forti comenta así la eclosión de formaciones de extrema derecha en Europa, en los años 80 del siglo pasado: «Las causas fueron múltiples: entre estas, cabe señalar la crisis del modelo neokeynesiano y la consolidación del modelo neoliberal con todas sus consecuencias en el ámbito social, así como las transformaciones culturales vividas por parte de las sociedades occidentales.» (*)

Más que crisis de modelo, hubo un pimpampum con las realizaciones del Estado social, por parte de las avanzadillas del nuevo credo neoliberal. La idea de fondo, en una época de execración generalizada del Leviatán estatal, era el traspaso sistemático al sector privado de toda la gestión relacionada con la protección y la prevención social. Eso comportaba asimismo el traspaso, de las potenciales plusvalías obtenidas, a los bolsillos de los capitalistas privados.

Como señala de forma escueta Forti, aquello tuvo consecuencias en el ámbito social, ya lo creo que sí, y se produjeron además transformaciones culturales (la cursiva es de Forti) de una importancia difícil de sobrevalorar. Tal vez el primero en estudiarlas fuera Richard Sennett, en un libro que se ha hecho clásico, “La corrosión del carácter” (1998). La tesis del sociólogo de Chicago es que la degradación del trabajo físico, y por extensión el administrativo, en una serie de tareas repetitivas, precarizadas, no dirigidas a ningún fin aparente y desligadas de un contexto humano preciso, al revés de como lo habían sido en la época del “Homo Faber” inserto en la fábrica fordista, hicieron perder a buena parte de los trabajadores manuales la orientación respecto de los puntos cardinales de su propia existencia. A falta de una correlación entre esfuerzo y premio, sin valores asentados, sin vías de avance y de mejora en el oficio, condenados a una sucesión interminable de contratos laborales sucesivos y permutables unos con otros, no es extraño que el ambiente de trabajo fuera presa del pesimismo y el desánimo. Los sectores más sindicalizados han tenido mayores puntos de referencia que los sectores “nuevos” del trabajo en plataformas. Mayores, pero no siempre mejores. La acción sindical en estas condiciones ha tendido a encerrarse en sí misma y a corporativizarse.

Son premisas que explicarían el impacto electoral del mensaje subliminal de la extrema derecha, léase Vox en España, a sus votantes potenciales: «Estamos yendo a peor.»

Los voceros de la desgracia tienen credibilidad al culpar de este empeoramiento de las expectativas de la ciudadanía a una globalización que lleva a la desintegración de los lazos comunitarios de las sociedades tradicionales. La pierden cuando se abrazan al capitalismo financiero y al atlantismo a ultranza, cuando acusan a las izquierdas gobernantes de ser quienes destrozan agazapadas en la sombra los equilibrios “naturales”, y cuando atacan a los inmigrantes y a los “diferentes” como principales beneficiarios del nuevo estado de cosas. Todo lo cual desemboca en una predicación demencial de la fe en unos mitos acendrados y cuidadosamente expurgados de toda memoria histórica, y de la llamada al fortalecimiento de los vínculos de una patria monolítica y excluyente.

La centralidad del trabajo, la insistencia en la protección y la prevención social desde un sector público comprometido en el bienestar, y la consecución de nuevos derechos de ciudadanía conectados a una prestación laboral con cualidades y con sentido, deberían ser los ejes de una elevación del nivel cultural de la respuesta a la extrema derecha jeremíaca. Esa actuación colectiva debería estar coordinada desde diferentes focos: las instituciones, la ciudadanía, y las organizaciones políticas, sindicales, feministas y otras no gubernamentales progresistas.

 

 (*) VV.AA., “Mitos y cuentos de la extrema derecha”. Steven Forti, ed. Fundación Primero de Mayo-Catarata, 2023. Pág. 18

domingo, 28 de enero de 2024

LO QUE NO PUEDE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 


Asentamiento inca en Choquequirao (Cuzco). Imagen tomada en préstamo de Facebook.

 

Cito a Daniel Innerarity (“No es tan inteligente”, La Vanguardia de Barcelona 20.1.2024): «ChatGPT y otros artefactos que le sucederán son productos increíblemente capaces de procesar información y lenguaje sin saber de qué va, es decir, serían inteligentes hasta el límite en el que comienza la comprensión del mundo ... Son capaces de adquirir un impresionante nivel de conocimiento experto sin haber adquirido antes un sentido común rudimentario.»

Bernard Shaw intuyó con muchos años de adelanto esa falla de la IA cuando puso en escena, en el ciclo teatral Vuelta a Matusalén, a un homínido artificial creado por Pigmalión y dotado de todas las perfecciones visibles. Cuando uno de los humanos presentes le pregunta “¿Qué piensas de nosotros?”, su respuesta es sin duda inteligente y cautelosa, pero inadecuada. Contesta: “Aún no he leído los periódicos de hoy”. Su inteligencia no es propia, sino que se nutre artificialmente de las certezas emitidas por la autoridad de la prensa (1).

Hablar de inteligencia humana y de inteligencia artificial es contrastar dos realidades diferentes a las que se ha colgado una etiqueta común. Ambas son desde luego susceptibles de colaborar entre ellas; pero no de excluirse entre sí. El gran error del neoliberalismo globalizado es concebir un mundo rigurosamente determinista (pensamiento único), donde la evolución y la innovación no son posibles, y sí solo el desarrollo racional de lo existente. Pretenden colocar, por consiguiente, la IA en el puente de mando, como un retorno más a la tesis del ingeniero Taylor, que concibe el factor trabajo como “gorila amaestrado” encargado de ejecutar, pero no de proyectar.

«Nuestro pensamiento y experiencia dependen de nuestro cuerpo, que tiene un papel activo en los procesos cognitivos», apunta Innerarity, nuestro “filósofo de servicio” como le he llamado alguna vez. Me parece importante esta recuperación filosófica del cuerpo como base insustituible de la inteligencia específicamente humana, de su indeterminación, su proyección y su empatía. En una palabra, que hoy se usa también sesgada, de su libertad.

Por esa libertad potencialmente soberana es necesaria la lucha por elevar el nivel, ahora degradado, de la educación universal, o dicho de otro modo de la inteligencia colectiva, superando para ello, y entre otras, las posibles barreras de género, clase, lengua y nación. Esa es la propuesta que plantea Pedro López Provencio en un artículo reciente e importante (2).  

Muchas cosas están en juego. Ha habido ya una significativa reacción de algunos sindicatos contra las condiciones de trabajo basadas en algoritmos elaborados desde la oscuridad de los “expertos” e impuestos fuera del ámbito de la negociación colectiva. Pero de lo que se trata además es de formar generaciones de ciudadanos y ciudadanas capaces de innovar, coordinar y transformar sus coordenadas vitales y laborales de modo que sea la inteligencia colectiva humana, y no la inteligencia artificial, la que establezca las condiciones de equilibrio, viabilidad y sostenibilidad de un mundo que puede irse al garete en las actuales condiciones bajo la presión desmesurada del capital internacional.

 

(1)  Ver https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2023/11/matusalen-y-el-chatgpt.html, en mi blog Punto y Contrapunto.

(2)  Pedro LÓPEZ PROVENCIO, “Nación, clase, escuela”, en El Triangle 28.1.2024

 

viernes, 26 de enero de 2024

"SE QUEMABA UNA VELA"

 


Boris Pasternak. Algunos críticos han reducido el tema de su gran novela “El doctor Jivago” a una trasposición de su relación amorosa con Olga Ivinskaya. Quizás ese intento de banalización, y la carga de oportunismo político consecuente a la filtración del manuscrito a Occidente, condujo a la concesión de un merecido pero polémico Premio Nobel como complemento circunstancial.

 

He sacado de su estante en la librería mi volumen de la novela de Boris Pasternak “El doctor Jivago” (Noguer, 24ª edición, 1967. Traducción – excelente – de Fernando Gutiérrez). El motivo ha sido el recuerdo, vago pero apremiante, de una vela literaria que ardía en el alféizar de una ventana, en Moscú, y la importancia que aquello tenía como símbolo de algo que con su lumbre empezaba a derretir una gruesa costra de hielo invernal.

La luz de la vela quedó recogida, si mi memoria no yerra, en una secuencia de la película de David Lean. Yuri (en diminutivo, Yura) Jivago volvía la cabeza para mirarla, en un piso alto del edificio ante el que pasaba en trineo tirado por caballos.

Sin profundizar más en los posibles significados de la vela, estos son los datos. Aparece en la pág. 96 de mi libro. Lara ha escondido en su manguito un revólver que se propone disparar sobre Viktor Ippolitovith Komarovski, su seductor-violador. Antes de encontrarlo en la fiesta navideña de los Sventitski, sube al piso de su medio novio Pacha Antipov para hacerle una petición importante.

«A Lara le gustaba hablar en la penumbra, a la luz de la vela. Pacha tenía siempre, en reserva, para ella, un paquete sin abrir. Cogió el candelero, sustituyó el cabo de vela por una bujía nueva, la puso en el alféizar de la ventana y la encendió … La habitación se llenó de una luz mortecina. Sobre el cristal cubierto de nieve de la ventana comenzó a deshacerse un pequeño ojo negro.»

En el capítulo siguiente (pág. 98), y en ese mismo instante de tiempo narrativo, el trineo de Yura y Tonia pasa por la Kamergerski, camino de la fiesta navideña de los Sventitski en la que confluirán los distintos protagonistas.

«Yura vio cómo se formaba un negro ojo en la costra de hielo de una ventana. A través de él se filtraba la luz de una vela cuyo resplandor llegaba hasta la calle, casi como el de una mirada, como si observase a los que pasaban y esperase a alguien.

“Una vela quemábase en la mesa. Se quemaba una vela”, susurró Yura para sí.

Era el principio de algo confuso, todavía informe. Y él esperaba que lo demás viniera por sus propios pasos, sin esfuerzo. Pero no venía.»

En la decimoséptima parte del libro, un apéndice que recoge las “Poesías de Yuri Jivago”, figura la siguiente composición (págs. 626-27), que reproduzco parcialmente:

 

«Sobre toda la tierra la tormenta

hasta el confín postrero.

Una vela quemábase en la mesa,

se quemaba una vela.

La tormenta imprimía sobre el vidrio

círculos y saetas.

Una vela quemábase en la mesa,

se quemaba una vela.

Sobre el techo, que estaba iluminado,

se acostaban las sombras.

Cruzados brazos y cruzadas piernas

y cruzados destinos.»  

 

miércoles, 24 de enero de 2024

ODIANDO CORDIALMENTE A GILBERT BÉCAUD

 


Elle parlait en phrases sobres De la révolution d'octobre Je pensais déjà Qu'après le tombeau de Lénine On irait au café Pouchkine Boire un chocolat

(G. Bécaud, “Nathalie”)

 

Nunca ha sido Bécaud un santo de mi especial devoción. Le reconozco voz y buen estilo, pero su canción más universal, “Et maintenant”, me parece un ejercicio de patetismo sobreactuado. Amor romántico pasado por el quinto cubata. La chica le ha dicho “no es no”, de acuerdo en que eso fastidia, pero, lo primero, ella estaba en su derecho; y lo segundo, más o menos a todos nos ha pasado alguna vez algo más o menos remotamente parecido, y pasado el primer trago amargo, poco a poco hemos llegado a la conclusión filosófica de que tampoco había sido para tanto. Tal es la naturaleza de las relaciones humanas, tal como han sido sucintamente descritas por los poetas, y el papel de Joven Werther está bastante devaluado en nuestro siglo veloz y pragmático.

“Et maintenant” no me ofende, pero sí lo hace “Nathalie”, que reúne las peores características de sueño húmedo (montárselo con una chica comunista), servido por ripios infumables (ver la muestra bajo el encabezamiento de la entrada) y adobado con la buena conciencia facilona de un autosatisfecho pensamiento único occidental. Por dios, la guía turística lleva al visitante a su piso, y allí se reúnen con un grupo de estudiantes que discuten sobre París mientras beben, no el chocolate deshecho de Chez Pouchkine, sino champán francés de contrabando. El tópico se suma al ripio. Abominable Bécaud en esta pieza.

 

sábado, 6 de enero de 2024

RESURRECCIÓN DE AIGAI

 


Columnas del palacio real de Aigai, vistas desde el museo. La mansión en la que vivió Filipo II fue el edificio de mayores dimensiones de toda la antigüedad griega. (Foto compartida del grupo “Grecomaníacos”, en Facebook.)

 

La capital histórica de la Macedonia griega fue Aigai (léase “Egue”, lo he visto castellanizado en algunos autores –por ejemplo, María Belmonte Barrenechea– como “Egas”), desde el siglo VII aC. En el IV aC, Arquelao prefirió Pella como residencia, lo cual pudo significar, o no, un cambio de capitalidad. Posiblemente se dio una dualidad: Pella, lugar de nacimiento de Alejandro Magno, ejercía como capital administrativa, pero la función de “representación” (el palacio real, el teatro, los templos, las tumbas de los reyes) habría seguido anclada en Aigai.

En 168 aC los romanos derribaron las murallas de Aigai y prendieron fuego al palacio real. El siniestro fue completado un siglo después por un seísmo que arrasó la ciudad hasta hacerla desaparecer de la faz de la tierra. En 1923 se asentaron en el lugar unos refugiados griegos procedentes de Bulgaria, que llamaron Vergina a la pequeña población que fundaron. La antigua capital quedó subsumida bajo la tierra de labranza, hundida salvo por algunos afloramientos pétreos apenas reconocibles.

El proceso de resurrección se inició el 11 de noviembre de 1977, cuando un equipo de arqueólogos dirigido por Manolis Andrónikos empezó a excavar un túmulo de grandes dimensiones que resultó contener varias tumbas. La tumba II, que contenía un ajuar funerario excepcionalmente rico, quedó identificada de forma plena como la de Filipo II, el padre de Alejandro Magno. María Belmonte, a quien sigo en estas notas históricas (*), cuenta que Voula, la patrona del hotel rural en el que se alojó ella en Vergina, al pie de la colina de las Musas sobre la que se había alzado el palacio real, era una joven camarera en el bar de la localidad hacia 1984, cuando las excavaciones de las tumbas: «Recuerdo un día en que [los arqueólogos] estaban muy excitados y hablaban todos a la vez. Fue el día en que descubrieron la tumba intacta del rey.»

Angeliki Kottaridi formaba parte de aquel grupo, en los inicios de su carrera como arqueóloga. Hoy, como directora del eforato de la región de Imathia, ha podido completar otro sueño: la reconstrucción parcial del palacio de Filipo. Por en medio, hace apenas un año, inauguró el moderno Museo de Aigai, vecino al palacio y distante apenas unos cientos de metros de las tumbas. De la oscuridad del subsuelo, el visitante pasa de pronto a un edificio casi transparente, de colores vivos y una luminosidad radiante, donde el protagonismo ya no recae en los reyes muertos sino en la vida cotidiana que bulló en las calles y las casas de Aigai. Una gran vitrina contiene solo clavos de construcción; otras, pedazos de cerámica o pequeñas lámparas de aceite. Hay vestidos y adornos, mosaicos y estatuillas. «En otros museos solo tienes obras maestras, dice Angeliki. Aquí mostramos cosas normales, la realidad de la vida.»

El resultado es un museo “policéntrico”, con puntos de atención muy diferentes, no pensado para los arqueólogos sino para el público común. Este 5 de enero de 2024 se ha abierto al público el palacio real parcialmente reconstruido de Aigai. En los planes de la dirección está extender la visita a la iglesia de Ayios Dimitrios, en otra localidad vecina, donde unas pinturas murales evocan a Alejandro Magno de la única manera concebible en el momento en que fueron creadas: como un basileus bizantino, con los atributos de su poder terrenal y espiritual, incluidas la cruz y la bola del mundo.

 

(*) María BELMONTE, “En tierra de Dioniso”, Barcelona, Acantilado 2021.

jueves, 30 de noviembre de 2023

SIN NOTICIAS DEL JUICIO FINAL, AUNQUE ÁNGELES JUDICIALES HAGAN SONAR SUS TUBAS

 


Primeros días de estancia en Atenas. Hemos tomado esta mañana el metro a Monastiraki, una plaza que tiene por skyline la Acrópolis vista desde el lado Norte. Desde allí, en un paseo casi ritual, hemos subido por la calle comercial Pandrossou hasta la plaza Mitropoleos, en la que coinciden lado a lado la iglesia bizantina más bonita de todas, la de la Madre de Dios Dispensadora de Gracias y San Eleuterio, visible al fondo en la foto, y la más fea, cuyo lateral se entrevé a la izquierda: la moderna catedral ortodoxa de Atenas, ahora por lo menos libre de andamios después de años y años de reformas y apuntalamientos. (Advertencia: nada que ver entre la foto y el texto que sigue.)

 

La mayoría conservadora “de facto” del Poder Judicial ha decidido considerar no idóneo al Fiscal General del Estado, según noticia aparecida hoy en los medios. Es la primera vez que tal cosa ocurre en democracia. Normalmente el CGPJ tomaba nota, y el nombramiento se acataba sin complicaciones. Ya no, y no por casualidad. Es el propio Consejo el que no es idóneo. Lleva cinco años caducado, y lucha en actitud de ilegítima defensa por su propia supervivencia. Si en lugar del CGPJ fuera un simple yogur, hace tiempo lo habríamos tirado a la basura. No merece estar en otro lado.

Nuevo capítulo, entonces, del pulso del Poder Judicial al Ejecutivo. No es viable algo así en democracia, en un contexto institucional asentado, en el corazón mismo de una Unión Europea contra la que también se arman vientos de Fronda desde la derecha, pero que sigue siendo una garantía de los derechos de las personas a las que la judicatura como institución tendría la función de proteger.

El objetivo de los conspicuos togados es desestabilizador, más allá del narcisismo que tan bien ha percibido López Bulla (los jueces golpistas se gustan, tirados como están allá arriba en el monte). Ellos se afanan en colaborar a la gestación de otra ¿democracia? posible en la que dispondrían como correa de transmisión de un gobiernillo genuino del Pipivox.

Estamos como país en una onda muy diferente. Las togas levantiscas son tan anacrónicas hoy como las puñetas de encaje de sus anchas mangas. El pulso que proponen es inviable. Más temprano que tarde, esta verdad se abrirá paso.