viernes, 16 de septiembre de 2022

EQUINOCCIO DE ORO

 


Lorena Genzor, pastora vocacional, guiando su rebaño de vuelta hacia la majada en una tarde equinoccial cualquiera.

 

“C’est un peu comme Noël, Noël et ses trésors

Qui s’arrêteraient chez nous aux Equinoxes d’or,

Les bergers”

Jacques BREL, “Les Bergers”

 

 

Nos movemos ya en los tiempos del “equinoccio de oro” como lo llamó el Gran Jacques, ese lapso mágico en que el día y la noche recuperan el equilibrio perdido por las exageraciones consuetudinarias de unos solsticios imprudentes.

Equinoccio vale como tiempo de ponderación, de restitución. Un tiempo organizado, con sus cuartos de hora puntuales y sus imaginarias insomnes bien repartidas. Tiempo en el que los pastores adelantan ya el retorno de sus rebaños a la majada desde los pastos altos, y un diputado extremeño del PP puede ser capaz de votar en contra del brazo de madera, loado sea el cielo. El caballero es reincidente, lo que solo puede significar dos cosas: o que no le aprovechan los cursillos acelerados de voto telemático, o que le traiciona un inconsciente freudiano al que repugna tanta antipolítica barata de bloqueo.

En el equinoccio dorado brotan setas deliciosas en el mantillo de los bosques, y pueden brotar también milagros humanos tales como una paz sin vencedores ni vencidos en Ucrania y en otros territorios igualmente cruciales si bien menos sujetos a la inspección discriminatoria de la OTAN, una organización engrosada durante el solsticio burlón hasta la hipertrofia, con fines no publicitados por precaución sanitaria, y a los que el común concernido no podrá tener acceso hasta cumplidos cincuenta años más de los cincuenta reglamentarios para los secretos oficiales más nauseabundos. De todos estos comistrajos geoestratégicos ha hablado hoy mismo sin desperdicio mi maestro JL López Bulla en su blog (1).

También puede ser un buen momento para intentar reequilibrar la ecuación beneficios/salarios, algo que cuesta un mundo enderezar. La patronal se nos ha plantado, una vez más se niega a negociar. Curioso, las pérdidas extraordinarias siempre se reparten, pero no, en ningún caso, las ganancias extraordinarias.

El tema no es nuevo, y todos sabemos cómo se tira de manual en tales casos. “¡Nadie se arrugue!”, nos anima Josep Borrell, que al parecer habla de otra cosa pero qué le vamos a hacer, cada loco con su tema, este hombre es incorregible.

Yo me he limitado – hoy mismo – a cumplir un año más, ni se sabe cuántos llevo ya. Los editores del Calendario Zaragozano han tenido la amabilidad de advertirme mediante un SMS de que rebasar los límites de la esperanza de vida es peligroso, y a medio plazo podría incluso conllevar consecuencias fatales. Sí que lo siento, y os aseguro formalmente que estoy haciendo lo que puedo por morir un poco todos los días. Soy inflexible como el que más, en esto de morirme; eso sí, de muerte lenta.

Os emplazo entonces hasta el próximo equinoccio, el de primavera. Sed felices, que yo procuraré imitaros. Todo mi agradecimiento a quienes estáis inundando de felicitaciones mi cronología de Facebook. Que la felicidad funcione a la recíproca.

 

(1)  Ver http://lopezbulla.blogspot.com/2022/09/guerra-y-paz-tregua.html