sábado, 10 de septiembre de 2022

GUÍA DE SUPERVIVENCIA PARA JÓVENES EN MADRID

 


“Cómo sobrevivir siendo joven en Madrid, la capital de las viviendas inasequibles y los trabajos precarios” (fuente, El País)

 

Un excelente reportaje de Patricia Segura en El País muestra las dificultades de los/las jóvenes para abrirse paso en un mercado laboral dislocado y tramposo.

Los jóvenes acuden a Madrid, porque es el lugar de las oportunidades: prácticamente el único, dado el marasmo que invade desde hace años a toda la España que no es Madrid.

La capital les acoge con “viviendas inasequibles y trabajos precarios”. Hay más problemas, si se entra en el fondo del artículo: nada nuevo por lo demás, trabajo real disfrazado de contratos de formación sin salario, por ejemplo. Los chicos siempre pueden hacer horas mal pagadas como camareros en bares de copas, hasta las tantas; para las chicas, no es cosa.

Quienes pueden refugiarse en una casa paterna, aunque sea diminuta y en el extrarradio, lo tienen un poco mejor. Todos han llegado a Madrid con estudios cualificados y grandes esperanzas. Todos esperan que de pronto salte la liebre de un huequecito en lo “suyo”. Mientras tanto, sobreviven con la inquietud creciente de qué va a pasar mañana.

La pandemia ha sido otro hándicap sobrevenido, fortísimo. Una muchacha declara tener lloradas prácticamente todas las estaciones del Metro de Madrid. La generación que irrumpe se ve obligada a recalificar sobre la marcha lo que tenía aprendido en la familia y en la escuela acerca de abstracciones tales como la vida personal, el trabajo, la formación de una familia, el porvenir.

A ver, simplificando: la vida va por un lado; el curro, cualquier curro, se toma según viene y mientras dure; y la profesión y la familia soñadas se aplazan hasta un futuro muy, muy problemático, que tal vez aparezca un día si hay suerte y si esa suerte no resulta demasiado huidiza.

Las soluciones provisionales adoptadas por esos/as jóvenes en Madrid son siempre individuales. La mayoría están desgajados de sus familias, que todo lo más les ayudan económicamente desde lejos. Carecen de una vía de avance colectivo mínimamente eficaz hacia situaciones laborales más seguras y “decentes”. Todo queda al albur, y la competencia es fuerte entre los desposeídos de todo.

Es injusto acusar de “fachapobres” a ese colectivo, por el hecho de que sus componentes tiendan a abstenerse en unas elecciones políticas a las que no sienten convocados, y no se afilien a unas organizaciones sindicales que poco pueden influir en un inframundo laboral en el que ellos están sumergidos. Solo un cambio profundo en unas estructuras económicas y jurídicas actualmente enquistadas, acompañado de un potente impulso para la creación de empleo diversificado, decente y abundante, en el sector público y en el cooperativo y en distintos territorios, podrían conseguir que este colectivo marginal y marginado “sumara” en la concreción de una alternativa de progreso real, con partidos y sindicatos más nutridos, activos y eficaces.

De eso se trata ahora. Es la única alternativa viable de futuro.