El arte es trabajo también, según dejé más o menos
establecido yo mismo, citando a William Deresiewicz, en este blog y hace ya algún
tiempo (*).
Es un trabajo singular, dado que en él la mano y la idea
general expresada por el artista son insustituibles. El hermosísimo cuadro que
encabeza esta entrada, Desnudo azul III, de Henri Matisse, solo podría
haberlo pintado Matisse, o bien, con más o menos fortuna, un copista hábil trabajando sobre el modelo. No podría
haberlo logrado sobre una tela en blanco un sustituto, adiestrado mediante un
aprendizaje a la antigua o un alambicado manejo posmoderno de algoritmos
idóneos.
Solo conozco un caso de una obra moderna pintada por un
colega del firmante. Debo la anécdota al arquitecto Antoni de Moragas, con cuya
amistad de Facebook me honro. Cuenta Antoni que cuando Pablo Picasso creó el
panel con figuras incisas en cemento, de todos conocido, para la fachada del
Colegio de Arquitectos de Cataluña que da a la plaça Nova de Barcelona, el comité
artístico o quien fuera le dijo: “También queremos poner en la Biblioteca un
Miró”. Y Picasso respondió: “Por eso no se preocupen, el Miró ya se lo hago yo”.
Y lo hizo.
Quiero dejar claro el concepto: Picasso no hizo una copia
de Miró, hizo un Miró original. Pero era Picasso. Y conocía en profundidad la
sustancia última que utilizaba Miró en su trabajo artístico. Con Matisse no le
habría salido el truco.
Viene todo este preámbulo a concluir que en el deporte de
élite viene a ocurrir algo parecido: no es fácil sustituir, sin más, a un
deportista por otro. Las cuentas no salen. A Pedri, joven jugador del Barça, le
han preguntado hace pocos días si se considera el nuevo Iniesta. “Hombre, no,
ha contestado Pedri que es un chico sensato. Yo solo soy el nuevo Pedri.”
Tiene razón. Uno de los quebraderos de cabeza más complejos
de un entrenador de fútbol es sustituir para el próximo partido al ídolo de la
afición lesionado o tarjeteado. Tiene que buscar en el fondo de armario de la
plantilla, mirar qué es lo que tiene a su disposición, elegir cuidadosamente al
sustituto teniendo en cuanta el mayor número posible de variables, y finalmente recomponer todas las líneas del equipo para encontrarle un hueco
adecuado.
El deporte de competición, y me voy acercando ya al tema de
mi cotorreo ocioso de hoy, es el ápice, el punto más alto del neocapitalismo financiarizado
que nos aflige. Ya ven, ¿pensaban que ese ápice se encontraba en el complejo
militar-industrial o en un sitio parecido? Pues no. Por las verdes praderas del
deporte de élite son muchos los que han visto a D10S. Quiero detenerme un
momento en él porque yo también lo he visto en imagen en color, semejante al
Cordero Místico de nuestra tierna infancia, es decir: colocado sobre un altar,
revestido de un efod, con el globo del mundo, símbolo de su poder y de su
gloria, acariciado con ambas manos, y rodeado, no por Moisés y Elías como nos lo
pintaban los antiguos, sino por el emir de Qatar y el señor Infantino, que es
como decir “mejor imposible".
También se pasea por esos lugares un Ser Superior que, como
Saulo en el camino de Damasco, cayó un día de su montura y se dio cuenta de pronto de
que el verdadero negocio no estaba en la compraventa de jugadores en las
almonedas globales para hacer florecer su negocio de la construcción, sino al
revés, en conseguir contratos de obra pública pagada al triple de su precio de mercado y con
ellos conseguir perlas oscuras como Sid Vinicious y otras.
Las normas que rigen en el Olimpo de los deportistas son
curiosas y de algún modo contrarias al mainstream de la vida ordinaria.
Vean el caso de Manuel Neuer, portero del Bayern, que estas navidades se fue a
esquiar y se rompió una pierna. Ahora, estando de baja prolongada, ha criticado
alguna norma interna de su club, y la dirección ha reaccionado como lo hubiera
hecho la de la empresa de usted o la de la mía: “Desobedece las normas de precaución
diseñadas por el club, se accidenta, y encima viene criticando”, han dicho más
o menos.
Lo mismo les ocurre a un grupo de chicas ex seleccionadas
de España para los partidos internacionales, pero en un contexto más cutre.
Luego me refiero a ellas, que son el verdadero motivo de esta larga epístola moral,
pero antes permítanme siquiera una mención al comportamiento de Dani Alves y
Gerard Piqué, dos muchachos que no son D10S pero se creen la hostia. Ningún
directivo de sus clubes ni de sus selecciones se ha quejado de la forma en que
se han puesto la gaita por montera en un alarde exhibicionista e indecoroso. ¿Neuer
no debió esquiar, pero ellos sí follar en corro y violar muchachas en flor?
Quedaría mucho que contar en ambos casos, pero seguro que los
conocen y pueden añadir los jeribeques que más risa les den. Las chicas de las
que hablaba antes enviaron a su seleccionador un escrito en el que pedían
respeto a su intimidad y a su opción sexual elegida. El escrito era recíprocamente
respetuoso con Jorge Vilda, el seleccionador, al que pedían tan solo diálogo.
No obtuvieron de él ni respeto ni diálogo; han sido sencillamente apartadas de
la selección española de fútbol femenino hasta que pidan perdón de rodillas,
llorosas y en tono suplicante.
Tal cosa aún no ha ocurrido. Mientras, Vilda, con su nueva
selección, consiguió un triunfo de prestigio en un partido amistoso contra
Estados Unidos, y se creció. Le ampara su buen amigo el señor Rubiales, de la
Federación, y ambos se disponen a ganar todos los campeonatos del calendario.
Ayer mismo jugaron contra Australia y recibieron tres goles en veinte minutos.
Volvemos de nuevo al principio, porque en esto hay una
lección sindical que aprender. Los/las trabajadores/ras no somos cifras
abstractas, y en consecuencia no nos pueden sustituir a la babalá y sin tino.
Deslocalizar o externalizar la selección nacional ha sido la peor idea posible
en un trance en el que el señor Vilda ha tenido un comportamiento más propio de
la señorita Rottenmeier (en “Heidi”) o de la carabina de Ambrosio, que de un
deportista consciente de sus opciones… y de sus límites.
Ha sido otra forma
de cosificación de personas que tienen características propias y derechos
iguales a los de cualquiera, pero que han sido ignoradas por las jerarquías, y ninguneadas.
Por cierto, la mayoría de las 15 de la fama sigue una trayectoria impoluta en
la Liga femenina: han ganado todos los partidos disputados, la mayoría de ellos
con goleadas ruidosas. Quizás alguien debería rectificar.
(*) Ver https://vamosapuntoycontrapunto.blogspot.com/2021/09/arte-trabajo-tecnologia-mercado.html.
El mismo texto aparece también en Paco RODRÍGUEZ DE LECEA, “Un mundo dislocado”, Ed. Bomarzo 2023, p. 80.