martes, 7 de febrero de 2023

UN SOAVE ZEFIRETTO

 


Tom Hulce (Mozart) y F. Murray Abraham (Salieri) en un fotograma de “Amadeus”, de Milos Forman.

 

Lluís Rabell acompañará a Jaume Collboni en la candidatura del PSC al Ayuntamiento de Barcelona. Es una buena noticia, para Jaume Collboni. No era, según se rumorea, un recurso de una necesidad tan urgente, porque en el partido afirman poder exhibir encuestas en las que la lista socialista figura destacada en cabeza del pelotón de aspirantes, y el propio Jaume, en su estilo desenfadado, nos saluda de vez en cuando desde anuncios de pago con la cantinela de que “él va a ser alcalde de Barcelona”.

De todos modos, Rabell es un refuerzo importante. Demasiado importante tal vez, si se me permite la opinión. Un amigo de Facebook plantea hoy mismo la pregunta de si no sería mejor colocar a Rabell como independiente cabeza de lista, y conservar a Collboni en su insustituible papel de teniente de alcalde para todo. A Collboni, argumenta mi amigo, no lo quiere nadie. Hacia fuera, no atrae voto; hacia dentro, peor.

Se supone que el PSC desea ganar la alcaldía. El propio Rabell escribía hace días, poco antes de dar la campanada en plan crudo, que el poder municipal en Barcelona es una opción estratégica imprescindible para revertir los desastres del procès. Muy bien, eso valida el reclutamiento de Rabell por parte del PSC, pero no explica por qué se dejan las cosas a medias. Si la lista Collboni no consigue una mayoría suficiente, y se hace necesaria una fórmula de cohabitación en la Casa Gran, seguro que Ada Colau estará mucho mejor colocada para la tenencia que el segundo de la lista socialista.

No quiero pensar en la eventualidad de que Collboni no llegue ni siquiera a ser el primus inter pares, y el Tete o la propia Ada corten la cinta de llegada antes que él. ¿Dónde quedarán entonces Rabell y su idea de un nuevo contrato social para Barcelona?

Conviene hacer las cosas con sensatez y orden. Rabell debería ir en la lista por encima de Collboni. La opción que se presenta ahora sería como representar las bodas de Fígaro con música de Salieri. ¿Se imaginan cómo sonaría el soave zefiretto?