lunes, 27 de febrero de 2023

LA FUERZA DE MARUJA TORRES

 


Maruja Torres cargó con toda la responsabilidad de la entrevista de anoche, y “tiró del equipo” en una jornada de periodismo cuerpo a cuerpo en la que ella puso toda la carne en el asador y Évole, por el contrario, no solo no expuso nada (según norma de la casa), sino que además nos dejó servidos algunos trucos infumables. Citaré solo dos: la pregunta sobre si ella follaría con él, después de un paripé para que el “barman” se apartara unos instantes porque a él le daba vergüenza, santo cielo, preguntar una cosa así. Como si nosotros hubiéramos de creer que estaban en la barra del bar en un tú a tú íntimo, sin cámaras filmando.

Ya fue malo ese trago, pero peor aún la especulación sobre cómo serán vistas esas imágenes cuando Maruja haya muerto. ¿Cómo puede simular vergüenza un sinvergüenza de ese calibre?

Maruja se aferró a su verdad, a su ansia de vivir a contramano, a su profesión tan difícil y tan comprometida, a su vejez digna o indigna según se mire, pero de una indignidad vivida dignamente en cualquier caso. Maruja nos dejó su fuerza íntegra, un regalo. Suyos fueron los mejores momentos, los mejores parlamentos, la sustancia más auténtica de un programa trucado.

De Maruja puede decirse lo que Montaigne dejó escrito sobre César (“Ensayos I”, cap. 50, traduzco sobre la marcha): «La misma alma de César, que se ilustra a un nivel tan alto en la preparación y el despliegue de la batalla de Farsalia, también puede ser examinada a través de su organización de intrigas lúdicas y amorosas. No solo se juzga a un caballo viéndole manejarse en una carrera, sino también cuando camina al paso, e incluso cuando descansa en el establo. Entre las distintas funciones del alma, las hay de bajo nivel: quien no la observe también bajo esas condiciones, no acabará de conocerla.»

Por pudor de Maruja y por pereza de Jordi, se habló poco anoche de los momentos estelares de una carrera profesional, literaria y personal deslumbrante, que tuvo sus momentos más altos en unos años marcados a fuego en el recuerdo de mi generación. Los años de El País (¡aquel!) y del Por Favor, los años de Manolo Vázquez Montalbán, Juanito Marsé, Terenci Moix, Forges, Andrés Rábago y con ellos tantos y tantos que no cedieron un palmo en la tarea indispensable de crear para todo el pueblo un nuevo sentido del humor y –más allá– un nuevo sentido común plenamente democrático, enraizado en la verdad y en el combate diario por difundirla. Una generación de profesionales que bregaron y porfiaron, con la lucidez como bandera, contra aquella Ley de Prensa sesgada, enarbolada con la contundencia de un garrote por el ministro Fraga y por toda la “gente de bien” de la época.