El OK Corral de la
política nacional se ha convertido en una película de buenos y malos. En
Zaragoza, quinientos patriotas (los “buenos”) pusieron cerco al polideportivo
donde estaban reunidos algunos políticos (los “malos”) con vistas a consensuar
soluciones razonables para el merder catalán.
La presidenta de las Cortes de Aragón recibió un botellazo en el pecho. «Menos
mal que no fue en la cabeza», se ha consolado. La presencia mínima de fuerzas de
orden público, cuatro y el cabo, insuficientes para proteger a los cercados, se
debía a que el grueso de la dotación había sido enviada a Barcelona, en
prevención de los desórdenes que tendrán lugar cuando tropecientos
antidisturbios más impidan por la fuerza (mesurada y proporcionada) una
votación sin sustancia ni accidentes, sense
solta ni volta que decimos en Catalunya.
Mi enhorabuena a
los cercados en el nuevo sitio de Zaragoza. Ellos son nuestra esperanza
principal, en un momento en el que se atisban pocas. Ellos han comprendido que
el problema Cat es el problema Esp, y que no se soluciona simplemente buscando
un encaje artificioso, una mejora fiscal, de la inestable Cat que tenga la virtud
de no perjudicar de rebote la sana convivencia y la estabilidad envidiable de
Esp. La solución no puede ser esa, por la razón principal de que la tal
convivencia y estabilidad de Esp es enteramente inexistente. El problema
catalán ha destapado (y no es la primera vez, ha habido antes otros avisos
sonados) el problema en carne viva que aqueja al ordenamiento institucional
español. El esquema bipartidista y la alternancia en el gobierno surgidos de una
interpretación bastante unilateral de la Constitución del 78 están en el
desguace, y el Estado de las autonomías ha quedado reducido a escombros en un
proceso acelerado a partir del momento mismo en que el gobierno anterior
decidió apearse en marcha del Estado “social” de las autonomías.
Las opciones de
futuro que se perciben ahora mismo son dos: o bien se proyecta un desarrollo ordenado
del esquema constitucional susceptible de culminar en la construcción de un
Estado federal, ergo descentralizado y capaz de potenciar las sinergias
existentes entre sus diversos elementos componentes; o bien se entrega la
cuchara y se cede sin resistencia al designio del gobierno popular de satelizar
a las comunidades integrándolas en un centro político fuerte.
Tendría el gobierno
actual mejores perspectivas en su denodada tarea de recentralización, de haber
dado hasta el presente alguna muestra de eficacia en sus actuaciones. Por
ejemplo:
La insistencia en mantener
hasta las últimas consecuencias un sistema radial de comunicaciones ha llevado
a la consigna del AVE para todos, sustitutoria del café para todos, pero ruinosa
porque en muchos trayectos los vagones circulan al vacío. Sin embargo, aún no
se ha abdicado de la idea genial de hacer pasar el llamado “corredor
mediterráneo” por Madrid.
La idea de crear
con Bankia un banco privado centralista fuerte, capaz de contrarrestar los
poderes fácticos periféricos del Santander, BBVA y Caixabanc, se arrastra por
los juzgados después de necesitar de un rescate cuyos dineros nunca, ay, nos serán
devueltos a los contribuyentes, según se nos ha informado con todas las
cautelas.
Las grandes contratas
públicas (autopistas, centrales eléctricas, instalaciones aeroportuarias, cementerios de residuos nucleares,
prospecciones de gas offshore, entre
otras) han desviado miles de millones de euros de las arcas públicas a los
bolsillos privados de unos ciudadanos a los que ahora se defiende en los
tribunales provocando aplazamientos continuos de los trayectos procesales
correspondientes, con la vista puesta en el objetivo de llegar sin daños
mayores a la fecha de la prescripción.
De modo parecido, y
por motivos también parecidos aunque a primera vista no tengan nada que ver, el
debate parlamentario de la iniciativa de los sindicatos UGT y CCOO en favor de
una renta mínima garantizada, ha sufrido en un año 19 aplazamientos debidos a
la actitud obstructiva de PP y C’s. Se trata de una muestra complementaria de los
efectos de la recentralización política esforzadamente llevada a cabo por
nuestro ejecutivo con la complicidad benevolente del poder judicial: a la satelización
de las “provincias”, de un lado, se suma de otro el ninguneo de cualquier
iniciativa política surgida al margen de la actividad – tan morosa que roza la
inmovilidad absoluta – del poder central. Extra
ecclesiam nulla salus; o dicho en román paladino, quien manda manda, y los que
no, de imaginaria.