viernes, 8 de septiembre de 2017

TRABAJO NO SUJETO A IMPOSICIONES DEL CAPITAL


La vida va a continuar después del 1-O, por más que las apetencias apocalípticas de los medios, así españolistas como catalanistas, nos impongan diariamente la versión contraria. El “choque de trenes” no va a dar de sí, en realidad, para tanto. Se puede contemplar esa fecha límite con el mismo escepticismo que Stanislaw Lec plasmó en tan solo ocho palabras referidas a otra fecha límite mucho más tremenda y definitiva: «No esperéis gran cosa del fin del mundo.»
Con cierto ánimo pasota, entonces, y dado que una norma de higiene mental indica la conveniencia de mantener de forma permanente el órgano del raciocinio en buen estado de funcionamiento, he empezado la lectura de los Diari 1988-1994 de Bruno Trentin (Ediesse, 2017).
En sus anotaciones del lunes 8 de octubre de 1988, el sindicalista y filósofo social italiano reseña un libro “muy débil” de Erich Fromm, La conception de l’homme chez Marx. Salva del conjunto, sin embargo, un «filón libertario del pensamiento socialista, que bajo la fórmula del existencialismo marxista se contrapone a la concepción meramente redistributiva y totalitaria del materialismo dialéctico y del igualitarismo vulgar.»
Fromm – dice Trentin – considera que el mayor error de comunistas soviéticos, socialistas reformistas y adversarios del socialismo, consiste en concebir la obra de Marx como un programa para el progreso económico de la clase obrera, que incluye la abolición de la propiedad privada con el fin de repartir entre los desposeídos los medios de producción ahora en manos de los capitalistas. Al respecto, Fromm cita un pasaje de los Manuscritos de Marx que Trentin copia en francés en su diario, después de adjetivarlo de “bella citazione”.
Este es el pasaje, en castellano , en traducción de Francisco Rubio Llorente (Alianza Editorial, Madrid 1968): «Un alza forzada de los salarios, prescindiendo de todas las demás dificultades (prescindiendo de que, por tratarse de una anomalía, solo mediante la fuerza podría ser mantenida), no sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y no conquistaría, ni para el trabajador ni para el trabajo, su vocación y su dignidad humanas.
  »Incluso la igualdad de salarios, como pide Proudhon, no hace más que transformar la relación del trabajador actual con su trabajo en la relación de todos los hombres con el trabajo. La sociedad es comprendida entonces como capitalista abstracto.»
El objetivo (añado yo) no es entonces la remuneración del trabajo “esclavo”, sino la apropiación por parte de los trabajadores de los contenidos, las formas y los saberes relacionados con el trabajo en libertad. Ese es el avance real, y ese es el gran mensaje de Trentin, consecuente con Marx. Ahí cabe toda la concepción ambiciosa de un sindicalismo de los derechos, “general” en el sentido de que convierte al sindicato en un sujeto político determinante, por su capacidad para abarcar, más allá de la clase social de la que se nutre, toda una organización nueva, solidaria e inclusiva, de la sociedad en su conjunto.