domingo, 17 de septiembre de 2017

EL COQUETEO CON EL FASCISMO COMO TENTACIÓN RECURRENTE


Ada Colau ha imprimido un giro original a la situación política asfixiante que estábamos padeciendo en Catalunya. Su idea es convertir la presencia de las urnas el próximo uno de octubre en una movilización unitaria frente al inmovilismo del gobierno central. Una movilización, no en defensa de una solución unilateral, y sí de una exigencia de solución compartida. Más allá de un hipotético derecho a decidir, defensa de la libertad de expresión y de proposición política. De la democracia. Vale la pena tener en cuenta la movida, que abre una vía para un reagrupamiento provisional de posiciones diferenciadas y hasta ahora agriamente enfrentadas.
Catalunya está planteando al Estado un problema político, pero Rajoy no lo percibe como tal. En su cabeza no entran los aspectos políticos de la cuestión, solo los flecos legalistas.
Algunos comentaristas defienden que el presidente del gobierno no dialogue mientras se mantenga el reto absurdo de la independencia por la vía unilateral. Es minusvalorar a Rajoy. Rajoy no negociará sobre el encaje de Catalunya en España ni bajo amenazas, ni sin amenazas. Para él es algo inconcebible. Su posición política se reduce al pleonástico “quien manda, manda”. Está a mil leguas de su cabeza la idea de un acercamiento de posiciones con quienes “no” mandan. Lo ha demostrado mil veces, con Mas y con Puigdemont, como con Sánchez y Rivera.
Otra cosa distinta es su tendencia irreprimible a trasladar los marrones a los tribunales y lavarse él las manos. Una actitud que no implica fe en la justicia, sino fe en la triquiñuela legalista para cubrir formalmente los expedientes sin tener que entrar jamás en el fondo de las cuestiones.
En consecuencia todo se aplaza en este país, todo se mantiene inmóvil mientras la retórica del gobierno predica grandes avances y perspectivas vertiginosas en una posverdad paralela. Rajoy convoca de boquilla al poder judicial a defender de modo intransigente la Constitución, pero sus fiscales y jueces adictos conculcan la Constitución siete veces todos los días antes de acostarse. Dos ejemplos: se condenó con severidad a una tuitera que hizo un chiste sobre Carrero Blanco. Pero Carrero no es materia constitucional, que se sepa. Luego un torero borracho de éxito se ha envuelto en una bandera franquista al concluir una faena. La bandera es claramente inconstitucional; anticonstitucional, incluso. Pero no habrá en este caso denuncia, ni juicio, ni multa administrativa. No existe por parte del gobierno respeto ni defensa de la Constitución del 78; solo el juego oportunista con dos raseros y dos varas de medir, y el coqueteo impúdico con el viejo fascismo como tentación recurrente.
Paradojas de la situación: el medio Parlament secesionista catalán se desacreditó el pasado día 6, en una sesión en la que faltó al respeto a la mitad de los catalanes por lo menos, y seguramente a bastante más de la mitad. Pero el gobierno central ha corrido a desacreditarse a su vez, con la persecución implacable de sombras de urnas y papeletas, y moviendo hasta el centro del retablillo a Don Cristobita enarbolando el garrote de la retención de los dineros de Catalunya para gastos corrientes.
No estoy por aventuras secesionistas, y tampoco tengo intención de callar delante de la tentación recurrente del fascismo. Este no es un problema de Catalunya, es un problema de toda España. Antes del 1-O como después del 1-O.
Delenda est Mariano.