martes, 22 de marzo de 2016

EL CULPABLE ERA SERGIO PASCUAL


No se puede reprochar a Pablo Iglesias que haya destituido a su secretario de organización; no es una decisión desafiantemente imaginativa, pero sí canónica, así en la nueva política como en la antañona. Ocurre lo mismo en otros campos de la experiencia. En las novelas policiacas con pedigrí británico que ya solo es posible conseguir en las librerías de viejo, si el baronet aparece en el capítulo dos en la biblioteca, tendido en un charco de sangre y con el mango de un puñal indio asomando por el plastrón de la pechera, las sospechas de los sabuesos recaen de inmediato en su mayordomo. Entre nosotros, dada la diferencia de clima y de costumbres, la figura del mayordomo tiene por ausencia caracteres borrosos y casi mitológicos, pero en la Inglaterra de entreguerras el mayordomo era el secretario de organización del baronet, con todas sus consecuencias. Léase al respecto la serie de novelas de P.G. Wodehouse sobre Bertie Wooster y Jeeves.
Y en el fútbol, ese terreno institucional tan próximo en muchos aspectos a la política, el puesto de secretario de organización equivale al de entrenador, y él es, en consecuencia, quien purga de preferencia en su persona las decepciones de los supporters. En ocasiones el sambenito ha ido a recaer en otra persona ajena por completo al asunto, como fue el caso de Iker Casillas, pero se trata de sucesos difícilmente explicables a menos que se admita la influencia en los asuntos humanos de factores movidos por inteligencias extraterrestres. Pep Guardiola tiene razón al sostener que ni siquiera el entrenador más exitoso debe seguir en el banquillo de un equipo más de tres años seguidos. También un club cuajado de trofeos debe desprenderse cada cierto tiempo de su entrenador, como Polícrates de su anillo, para no atraer los celos de los dioses, seres conocidos desde siempre por su carácter inestable y arbitrario. El entrenador que no se atiene a esa regla de oro será vergonzosamente despedido apenas iniciada la cuarta temporada, sin comerse los turrones ni tomarse las uvas. Así le ha pasado este año a Mourinho en el Chelsea.
Volvamos a Sergio Pascual, secretario de organización de Podemos. Si han aparecido fisuras y disfunciones en los mecanismos internos de los círculos madrileños, lo mejor era apartar a Pascual. No entro, ojo, en la justicia o injusticia de la medida, porque sobre ese asunto me faltan datos. Pero, como santa Teresa no dijo nunca, ni falta que hacía porque se trata de una regla conocida desde la noche de los siglos, en épocas de tribulación lo que se debe hacer inexcusablemente es tirar de manual. Podrá no haber ninguna mudanza más, pero sí como mínimo la del secretario de organización. O el entrenador. O el mayordomo. Depende del caso.
Solo se conocen dos excepciones históricas al funcionamiento invariable de esa regla de oro. La más reciente es la de sir Alex Ferguson como manager del Manchester United. No solo tuvo una longevidad sin parangón en el cargo; es que, cuando finalmente se jubiló, las prestaciones nacionales e internacionales del club cayeron en picado.
La otra excepción, más difícil de entender, es la de Aarón. Moisés lo mantuvo a su lado durante cuarenta años de travesía del desierto, a pesar de que las doce tribus andaban tan perdidas que dedicaban sus ratos libres a adorar becerros de oro. Aquella debió de ser la mayor chapuza logística de todos los tiempos. Y sin embargo, Moisés no solo retuvo su lado al inútil de su cuñado sino que además lo nombró sumo sacerdote. Lo pagó caro: nunca llegó a pisar la Tierra prometida. Pablo Iglesias está decidido a que tal cosa no le ocurra a él.