lunes, 28 de marzo de 2016

LA BIRRIA Y LA QUE NO ES BIRRIA


No tiene razón Eduardo Mendoza cuando advierte que casi todo lo que se publica hoy son birrias, y sí la tiene José Luis López Bulla al señalar que no puede mantener tal opinión con fundamento quien no haya leído previamente por lo menos casi todo lo que se publica (1). Rectifico, pues, con gusto la adhesión acrítica que presté a Mendoza en mi post sobre las crónicas griegas de Gaziel (2).
 Voy a ir un poco más lejos por ese camino, rectificándome a mí mismo aunque sin flagelarme. Diré, pues, que vale más leer una birria que no leer nada. Lo cual es un argumento poderoso en un momento en el que, al parecer, se está perdiendo entre los jóvenes el hábito de la lectura, y tal vez las editoriales optan por incluir en sus catálogos birrias manifiestas, en un esfuerzo desesperado por recuperar lectores.
Voy a moverme exclusivamente en el terreno empírico, no entraré en abstracciones ni en tantos por ciento. No despegaré los labios para hablar bien ni mal de las tropecientas sombras de Grey porque me he mantenido a prudente distancia de dicho fenómeno sociológico, por si acaso. Sí he intentado leer un best-seller sobre un viejo de cien años que saltó por la ventana del asilo, y me detuve hacia el capítulo cinco para evitar entrar en un ciclo mental depresivo potencialmente peligroso. También he abandonado in medias res la lectura de un thriller relacionado con lo que vio una chica por la ventanilla del tren. «¡No podrás dejarlo!», me prometía – o amenazaba – la banda publicitaria que rodeaba el volumen. Pero sí pude; lo que no pude es seguir leyendo. Dejé el libro a un lado sin remordimientos porque la vida es breve y la lista de libros que vale la pena leer es, en cambio, muy larga.
No es mi intención aleccionar a nadie en este asunto. La libertad de lectura debería ser tan sagrada como la de expresión. Y aprovecho la circunstancia para enviar un abrazo solidario a la poeta Dolors Miquel, a la que pretende empapelar la muy rancia Asociación Española de Abogados Cristianos. Como ya se ha dejado escrito en alguna ocasión en este blog, quienes exigen respeto deben empezar por respetar las opiniones diferentes a las suyas. «No juzguéis y no seréis juzgados» son, también, palabras de los evangelios que intenta defender de forma extemporánea dicha asociación.
Lea, pues, libremente quien le guste, e interrumpa la lectura con la misma libertad quien no saque de ella provecho y disfrute. Recomiendo, no obstante, andarse con ojo con las listas de libros más vendidos que exponen las librerías en lugares preferentes. Las cifras de ventas no demuestran nada. Aun corriendo de nuevo el riesgo de generalizar, sostengo que de ciertos grandes éxitos de ventas puede decirse, con una pequeña modificación, lo mismo que declara una copla antigua y muy popular: «La pena y la que no es pena / toda es pena para mí. / Ayer lloraba por leerte, / y hoy lloro porque te leí.»