viernes, 4 de marzo de 2016

PACTANDO CONTRA EL CAMBIO


Nos quieren vender como un pacto por el cambio lo que es a todas luces un pacto contra el cambio. Un pacto que echa el cerrojo a la constitución en la cuestión de la reforma del estado, que pone paños calientes a la reforma laboral pero la mantiene en su sustancia, y que ratifica la obediencia a las autoridades europeas en todos los puntos e incluso en las comas que están ya establecidas o puedan establecerse en adelante.
Tanto Manuela Carmena como Carlos Jiménez Villarejo, dos veteranos irreprochables, han expresado su deseo de que la izquierda facilite la investidura de Sánchez para impedir un nuevo gobierno de Rajoy. Comparto esa intención, pero no a costa de ceder en los contenidos de la acción del futuro gobierno. De ceder tanto, por lo menos. El pacto al que se ha llegado es el que deseaba Albert Rivera, no el que Sánchez podía alcanzar desde el margen de maniobra de que disponía. Rivera, el mejor valorado en el primer debate de investidura por unos medios de comunicación nada imparciales ni inocentes, ha amenazado además con romper la baraja si se añaden nuevos contenidos, más progresistas, a lo ya firmado. Con este preámbulo, ya pueden los peones del PSOE esgrimir las famosas 68 medidas de progreso para reclamar a Iglesias: «¿Vas a rechazar esto?»
No vale aislar, a efectos de tratar de impactar a la audiencia, la parte más positiva del pacto. Lo que se está ofreciendo es un pack completo de medidas y de omisiones concomitantes, bien envuelto y atado. Hay que tomarlo o dejarlo en su conjunto, y el conjunto sanciona el statu quo existente y cierra de un portazo las expectativas de cambio, sin ningún género de vacilación. De paso, refuerza sin pudor a la “casta” contra la “gente”, si atendemos a las nuevas categorías recién acuñadas desde los estamentos emergentes.
Por eso, si bien desalojar a Rajoy sigue siendo un objetivo deseable, y factible, no ocurre lo mismo con el acuerdo de gobierno que se ofrece. No estamos en el final del proceso, las posibilidades de negociación no están cerradas. Hay vías abiertas para trabajar en la concreción de un pacto que contenga, cuando menos, si no el cambio, sí horizontes hacia el cambio; que abra puertas a una correlación de fuerzas distinta y a una política más favorable a la mayoría social.
En el primer round de la investidura, Rivera ha sido el que ha quedado mejor colocado, Sánchez se ve empujado contra las cuerdas (no solo él, todo su partido; nadie se haga ilusiones de que cambiar de montura en mitad del vado traerá perspectivas mejores), y Rajoy puede estar herido de muerte sin haberse percatado todavía de dónde le llegó el tiro. Después de la sesión de esta tarde, si acaba con el resultado más previsible, se abre un plazo de sesenta días para reconsiderar todas las apuestas, desde el principio. El pacto contra el cambio será letra muerta. Ya no valdrán más amagos, fintas ni regates en corto. Serán sesenta días que no se deben dejar caer en el vacío. El desperdicio para el país sería demasiado costoso.