domingo, 2 de abril de 2017

BALADA PARA DOS POETAS AHORCADOS


Exagero. Antonio Machado no murió ahorcado, y seguramente François Villon tampoco. Pero este último fue condenado a ser ahorcado, en París, y Machado lo soñó en una noche de pesadilla, en Baeza. La condena a Villon, como consecuencia de una riña en la rue de la Parcheminerie, ocurrió en noviembre de 1462. Tal vez mató a otro hombre en la pendencia. El 5 de enero de 1463 el parlamento de París anuló la sentencia del Châtelet y la sustituyó por una pena de destierro por diez años. François solicitó un aplazamiento para arreglar sus asuntos. No se conoce ni la respuesta, ni qué fue en adelante del poeta. Su pista documental se desvanece a partir del escrito en el que solicita el aplazamiento de la sentencia.
Tal vez en el intervalo de esos dos meses escasos en los que estuvo condenado a la horca, Villon escribió una Ballade des pendus en la que pide compasión a los “hermanos humanos que viviréis después de nosotros”. Hay una descripción contundente del estado de los ahorcados: lavados por la lluvia y ennegrecidos por el sol; los ojos y la barba picoteados por los cuervos; nunca quietos, siempre oscilando a merced del viento. Villon escribió también un Quatrain mucho más estoico, o mordaz: «Je suis François, dont il me poise, / Né de Paris emprès Pontoise / Et de la corde d’une toise /Saura mon col que mon cul poise» (Soy François, mal que me pese, nacido en París hacia Pontoise; y [colgado] de una cuerda de una toesa, mi cuello sabrá lo que pesa mi culo.)
Machado incluye en el volumen de Los Complementarios un “Fragmento de pesadilla” fechado en Baeza el 3 de mayo de 1914, en el cual se presenta en su casa un peluquero, que con mucha ceremonia le informa de que va a ser su verdugo en un ahorcamiento que tendrá lugar en el teatro, con las entradas a precios muy caros porque la reventa la llevan los curas. El poeta se declara inocente del delito de que se le acusa, arrojar de un tren en marcha al revisor. El verdugo peluquero dice que ese detalle no tiene importancia. (“Y si es inocente, ¿por qué lo ahorcan?”, pregunta en el sueño una vocecilla doncellil. Y otra muy parecida contesta: “Calla, boba, que esa es la gracia.”) Una vez ahorcado, el poeta se presenta en la “orilla del agua irrebogable”, y allí es recibido por un barquero de barba verdosa, Caronte, que le reprocha sus quejas, le dice que su destino es el común a todos, y le ordena que espere su turno para embarcar.
Muchos años después, en 1931, en el “Cancionero apócrifo de Abel Martín”, publicó Machado una composición titulada “Recuerdos de sueño, fiebre y duermevela”, que desarrolla el anterior fragmento de pesadilla. Los versos son magníficos, sencillos según el modelo de arte poética que el propio Machado dejó sentado en uno de sus “proverbios y cantares”: («Oh, si la mejor poesía / se canta en el tono del / cuento de la buena pipa…») Me detengo solo en la descripción del ahorcamiento:
«¡Qué fácil es volar, qué fácil es!
Todo consiste en no dejar que el suelo
se acerque a nuestros pies.
Valiente hazaña, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!

¡Volar sin alas donde todo es cielo!
Anota este jocundo
pensamiento: Parar, parar el mundo
entre las puntas de los pies,
y luego darle cuerda del revés,
para verlo girar en el vacío,
coloradito y frío…»