Esta semana santa
viene movida porque el populismo acecha en todos los rincones para promover
desórdenes que afectan hondamente a la gente de orden en general y al nazarenío
en particular. En la Madrugá de Sevilla se produjeron ayer alborotos, con
golpes en el suelo y gritos amenazadores según crónicas de los diarios, que
provocaron varias estampidas de los devotos. El más lamentable fue tal vez el
desbaratamiento del cortejo de la Esperanza en el puente de Triana. Los músicos
no pudieron seguir en la procesión y algunos necesitaron atención psicológica.
Hay ocho detenidos,
y es seguramente el momento oportuno para poner coto severo al desmán. No debe
olvidarse nunca que el Nazareno sufrió pasión muy especialmente, si no en exclusiva,
por nosotros. La semana santa es marca España, las banderas ondean aquí a media
asta y en ningún otro país existe la costumbre de indultar a presos en recuerdo
del Inocente por antonomasia. Además el paquete turístico semana santa-feria de
abril es, hoy por hoy, imbatible en Andalucía. Los turistas acuden atraídos por
nuestras tradiciones y procuran emularnos en todo: leo que un turista abroncó
en el metro de Barcelona a dos lesbianas que se besaban en público. El gesto es
bonito, si bien algo melancólico. Hace años la ciudadanía indígena más
consciente se habría adelantado al guiri por varios cuerpos de ventaja. ¿Qué
nos está pasando?
Otros signos premonitorios
acentúan la alerta. Llegará un día en que la semana santa será un evento
internacional, y la Macarena recorrerá en procesión las calles de, qué sé yo,
Bombay o San Francisco. El turista devoto podrá flagelarse las carnes entre
baño y baño de mar en Playa Bávaro o Phuket. Todo será distinto.
Por ejemplo, el
sommelier Diego Di Giacomo, apoyado por algunos estudiosos del tema, sostiene que
el vino consumido por Jesús en la última cena fue, «con
cierto margen de error, un caldo denso, de cierto cuerpo, con un breve
añejamiento, una graduación alcohólica en torno a los 14 grados, procedente de
las uvas parientes de la que hoy se conoce como Syrah.» Las cepas de Syrah
proceden de Persia; una decepción para quienes apostábamos desde siempre por un
fino amontillado o, mejor aún, por una manzanilla procedente de Sanlúcar. Lo que nos
salva aún es esa prevención, “con cierto margen de error”. Pero con los
progresos de las ciencias en todos los terrenos, las probabilidades de
rectificación son escasas.
Lo más fuerte de la
semana santa de este año, además, no ha sido lo del puente de Triana. Ayer a
las 19.32 hora local, en el distrito de Achin, provincia de Nagarhar,
Afganistán, Donald Trump ha hecho estallar un ejemplar de la madre de todas las
bombas no atómicas, el GBU-43, que pesa diez toneladas y mata por una onda de
presión aérea. Han muerto por lo menos 36 guerrilleros del ISIS, y se ha
destruido abundante material bélico.
Con los recortes drásticos
en nuestros presupuestos y el ojo avizor de las autoridades de la Unión europea,
el Fondo monetario y el Banco mundial, que no pierden detalle de nuestra
compulsión secular a gastarnos los préstamos bancarios en vino, mujeres y
procesiones, no sé cómo vamos a poder competir con festejos internacionales de
ese volumen.