lunes, 24 de abril de 2017

LAS DOS (O MÁS) FRACTURAS FRANCESAS


Javier Aristu nos hace el regalo de una interpretación ready-made de los resultados de las elecciones francesas de ayer mismo. Patrick Roger, en Le Monde, traducido para comodidad nuestra en el blog de referencia En Campo Abierto (1), detecta una doble fractura en el electorado: desde un punto de vista sociológico, el voto rural y periurbano va hacia el Frente Nacional de Marine Le Pen, mientras que en las grandes ciudades Emmanuel Macron consigue sus mejores resultados; desde el punto de vista geográfico, se detecta una preferencia hacia las posiciones neoliberales de Macron en las regiones atlánticas, mientras en los departamentos orientales predomina el voto ultra lepeniano.
El esquema es interesante, pero no es más que un esquema. Estábamos en la primera vuelta electoral, no en la segunda. Los candidatos eran más, y Patrick Roger solo habla de los dos que acceden a una segunda vuelta caracterizada siempre por el síndrome del mal menor. Es más interesante, creo, ver lo que ha ocurrido con las dos opciones históricamente preferidas por una ciudadanía famosa por su racionalidad, su estabilidad y su consecuencia.
El partido socialista gobernaba hasta ayer, y el movimiento republicano gaullista le disputaba la hegemonía hasta hace apenas cuatro días. ¿Qué ha sido de ellos? Hamon derrotó en las primarias a los pesos pesados del socialismo establecido, para luego resultar que nadie lo quería ni en pintura. Su fracaso y el de Fillon (que había dejado en la cuneta de las eliminatorias a Sarkozy y Juppé) son a mi entender el dato más significativo de la jornada: Francia se ha vuelto de espaldas a las sombras alargadas de De Gaulle y Mitterrand, a una grandeur impostada, con vocación de mando en el ámbito internacional. Se ha roto de alguna manera el eje París-Berlín, y esta es otra fractura no mencionada, tal vez no apreciada, por Roger. El liberalismo de Macron puede ser europeísta (lo señala Xavier Vidal-Folch en elpais, en un apunte de urgencia que me parece demasiado alborozado), pero sobre todo se remite al orden mundial de los mercados financieros y los supertratados comerciales. Macron “es” Unión Europea, pero tal como funciona ahora la UE, sin ninguna idea anunciada de plantear correcciones precisas a sus mecanismos de decisión y de gestión de los problemas comunes. También ha sido el ministro que ha hecho saltar el Code du Travail francés, en favor de una desestructuración a fondo del mercado laboral.
Su performance electoral ha sido tan solo levemente superior a la del “insumiso” Jean-Luc Mélenchon, candidato a contrapelo sobre el que han disparado sus baterías todos los medios informativos favorables al orden y al statu quo (también en nuestro país). Mélenchon ha quedado situado en una tercera posición dignísima, pero que lo descarta para el ballotage. Con todo, conviene no olvidarles, ni a él ni al bloque de más del 19% de voto popular que lo ha señalado con sus preferencias. Macron debería negociar aprisa políticas sociales compartidas con las que asegurar el apoyo táctico de una “indignación” consistente de izquierda, frente a la marea lepenista. Hillary Clinton cometió el error de desdeñar lo que representaba Bernie Sanders en su propio partido demócrata, y solo prestó atención a la aprobación de su programa por parte del establishment financiero e industrial. Luego sucedió lo que sucedió.