sábado, 1 de abril de 2017

ENALTECIMIENTO ARTÍSTICO DEL EXTERMINIO


A la vista de las pinturas que presiden el parlamento canario, no hace falta ser heredero de los guanches para sentirse ofendido. Se trata de obras deleznables desde el punto de vista estético, y reveladoras de una ideología colonialista, eurocéntrica y propagandística de la religión (de una determinada religión) que a fechas actuales debería aparecer como completamente desfasada.
Debería. Lo cierto es que a algunas personas les parecen muy bien las pinturas realizadas por Manuel González Méndez en 1906. En elpais, Rut de las Heras y Carmen Morán se preguntan si es lícito juzgar obras artísticas antiguas con criterios actuales. Dispensen, señoras, es lo que hacemos todos, todos los días, con todas las obras artísticas. En tanto que hijas/os de nuestro tiempo, no podemos comportarnos de otra manera.
Para examinar y valorar el arte en su perspectiva histórica se inventaron los museos. Hay obras artísticas expuestas en museos sobre la inquisición, sobre la tortura, sobre el tráfico de esclavos. A nadie escandalizan. El público acude a ellos para documentarse mejor sobre cómo eran antes las cosas, y cómo han cambiado, en general para mejor. Llévense a un museo de lo que sea los dos cuadros de Manuel González Méndez, y estarán donde les corresponde. Vaticino que ningún amateur de pintura les dedicará más de una única mirada distraída; no habrá en torno a ellos un corro de japoneses haciendo funcionar los flashes de sus móviles, como sucede en el Prado con las Meninas o en el Louvre con Mona Lisa.
Pero no ofenderán a nadie, porque su presencia en un museo les privará de cualquier significado añadido. Lo grave es que esas dos escenas de prepotencia y de humillación estén presidiendo las tareas de un parlamento del siglo XXI. Ese es el drama.
El arte nunca es solo arte, y la pintura histórica en particular es además propaganda y enaltecimiento. La rendición de Breda por Velázquez o la batalla de Tetuán por Fortuny padre, ejemplos de pintura mucho más dignos que los dos adefesios de González Méndez, fueron también obras creadas de encargo y tenían un propósito propagandístico de enaltecimiento de la monarquía española. Están perfectamente en un museo, serían cuestionables en otro contexto. Como sería cuestionable colocar en los muros de un convento de monjas la Gran Odalisca de Ingres o el Origen del mundo de Courbet. Grandes pinturas sin la menor duda, pero inadecuadas como adorno preferencial de ese lugar preciso.
Es curioso que quienes defienden en este caso concreto la posición contraria, el arte por el arte y lo intocable por lo intocable, no encuentren nada que oponer al hecho de que haya sido condenada por enaltecimiento del terrorismo una muchacha que hizo chistes sobre la muerte de Carrero Blanco, y que había nacido varios años después del suceso que eligió como tema. Es el mismo anacronismo, en la dirección contraria. En el primer caso no se considera ofensivo algo que hoy tendría ese carácter, porque en su tiempo no lo era; en el segundo, sí se castiga como ofensa algo que lo fue en un contexto determinado pero de lo que no se desprende ninguna intención de seguir ofendiendo, ni a los herederos espirituales de Carrero ni a nadie.
El manejo de un doble rasero significa nada menos que lo artístico, al igual que lo simplemente respetable, queda sujeto a un severo canon de evaluación dependiente de unas posiciones ideológicas muy determinadas. Ninguna sorpresa; es algo que sospechábamos ya desde hace tiempo.