lunes, 9 de abril de 2018

CONSPIRANOICOS


Dice la sabiduría popular que si algo es blanco, líquido y en botella, hay grandes probabilidades de que se trate de leche. La sabiduría de los Populares, en cambio, sostiene que no. Su tesis es que un topo socialista infiltrado en la cocina se ha zampado el jamón ibérico y ha falseado fraudulentamente todas las pruebas de su existencia para sugerir que lo que había en la nevera era simplemente una botella de leche.
Eso es más o menos lo que ha salido en sustancia del conventículo del Partido Popular en un hotel de Sevilla. Cristina Cifuentes hizo puntualmente el máster presencial en el que nadie la ha visto, sacó varios sobresalientes anteriores a la fecha de su matriculación, redactó la TFM que no consta en ningún lugar y ella misma es incapaz de encontrar, y recibió por ella un Notable en la misma casilla en la que constaba un No presentada. Todo el enredo posterior es culpa de un profesor socialista, que tergiversó a gusto las pruebas documentales porque tenía acceso fraudulento a las mismas. El PP solicita de la ciudadanía ayuda para revertir la horrible trama montada contra Cifuentes. Entre la ciudadanía, el elemento dominante parece ser la rechifla.
El máster de Cifuentes no es un hecho aislado, sino una muestra más del pensamiento mágico y conspiranoico en el que se mueve nuestro partido alfa como el pez en el agua. En la disyuntiva de ajustar su práctica a la realidad, o bien ajustar la realidad a su práctica, elige el segundo camino sin empacho. El único problema es luego gastar la labia necesaria para explicar su actitud como un deber de patriotismo acendrado.
Ahí incide en buena parte el hábito prolongado de ser obedecidos sin rechistar, el ordeno y mando, práctica heredada de viejos sistemas y viejas estructuras, en el que se revela un fondo de taylorismo aplicado a la política. Recuerdan ustedes sin duda a Frederick Winslow Taylor, el ingeniero que decretó que en el interior de las fábricas, a la dirección le corresponde pensar y decidir por todos, y los obreros y empleados subalternos han de obedecer a ciegas todas las indicaciones recibidas de arriba, como requisito inexcusable para el mejor funcionamiento del conjunto.
Pues algo así. El pueblo debe ser inculto y crédulo, en el ordenamiento establecido desde las premisas sugeridas por una gran banca que monopoliza el área de los negocios y recibe el grueso de las ayudas públicas. Y el estamento superior de la política, el de “los nuestros”, debe ser defendido a ultranza, como predica María Dolores de Cospedal, que por algo es ministra de Defensa.
El esquema es perfecto. Solo deja fuera un pequeño detalle: la realidad.
Nada de importancia. Siempre es posible ocultar la realidad, o disfrazarla hasta dejarla irreconocible mediante un aplicado ejercicio conspiranoico.