jueves, 19 de abril de 2018

PITANDO HIMNOS


Suelen incomodarme las declaraciones de Javier Tebas, baranda de la Liga de fútbol española y militante confeso de Fuerza Nueva, porque siempre se trata de reflexiones no inocentes, sino “orientadas”. Hay otras personas que comparten esa característica, por ejemplo María Dolores de Cospedal. Cuando Tebas o Cospedal hacen una afirmación a primera vista de valor universal, viene a resultar que en realidad se trata de otra cosa: generalizan a partir de casos muy concretos, y lo hacen con el fin de justificar su propia posición en esos asuntos, que por regla general tiene muy difícil justificación.
Es el caso cuando Tebas afirma en el curso de una entrevista distendida que pitar himnos es violencia. Violencia verbal, precisa. Violencia condenable, remacha además.
Dicho así, parece estar hablando en general. «Himnos.» Pero la afirmación se decanta rápidamente hacia lo concreto cuando caemos en la cuenta de que estamos en vísperas de una nueva final de la Copa del Rey, y que en ella va a participar el FC Barcelona, una desgracia nacional que viene repitiéndose temporada tras temporada.
De modo que ahí tendremos, como en tantos otros años, el riesgo de que una parte de la afición reunida en el estadio exprese de forma sonora su reprobación tanto a Felipe VI como al himno oficial de España.
Insisto en lo de “oficial”. Si retrocedemos hasta la afirmación inicial de Tebas, tan “himno” es la marcha de Granaderos como el Himno de Riego, la Internacional o Els Segadors. ¿Todos merecen el mismo trato respetuoso, secundum Tebas? Me temo que no. Va a resultar que en un caso pitar el himno es violencia verbal, y en los otros tres es violencia coral entonarlo.
A la gente como Tebas no se le ocurre que tocar un himno determinado en un estadio al que la gente ha ido a ver fútbol, sea asimismo una forma de violencia. O que sea una forma de represión impedir que el público ejercite su libertad de expresión pitándolo.
Más aún, si lo que importa es el símbolo, todas las ocasiones en las que Gerard Piqué, vestido con la zamarra roja y el escudo de España, ha sido abucheado e insultado por un público español, el futbolista catalán debería ser defendido por Tebas con el mismo ardor que pone en defender el himno. Pero en este asunto el dirigente futbolero se ha mostrado particularmente laxo. Su opinión viene a ser que el propio Piqué se lo ha buscado. Piqué nunca se ha metido con España ni con ninguna opción política concreta. Sí que se ha metido con el Real Madrid y con algunos de sus epifenómenos más populares, como Cristiano Ronaldo y Arbeloa. Pero, en la visión de Tebas al menos, la mística de la patria incluye como componente indisociable el fervor madridista. Igual que no hay paridad entre himnos, tampoco la hay entre clubes.
Otro argumento utilizado con frecuencia desde los estamentos oficiales, es que la política no debe mezclarse con el fútbol.
De acuerdo. ¿Qué nombre debe darse entonces a la ejecución ritual del himno nacional en un evento simplemente deportivo? ¿Y por qué se llama Copa del Rey, si la competición no está costeada por la Corona, y nunca lo ha estado?
Una cosa es que los símbolos de la nación deban unirnos a todos, y otra muy distinta es que en efecto cumplan esa función. Ni la monarquía ha tenido en los últimos tiempos la ejemplaridad deseable, ni la patria representa hoy exactamente lo mismo para todos los compatriotas.
La muy reciente actitud justiciera y punitiva de las instituciones del Estado hacia todo lo que tenga alguna relación con la rebelión, la sedición, el terrorismo, el delito de odio y la violencia insoportable, términos todos ellos que han sido objeto de una redefinición “orientada” para la ocasión al modo de Tebas, puede contribuir a un nuevo estropicio en la convivencia. ¿Tan difícil sería quitar hierro a estas viejas historias?