martes, 3 de abril de 2018

GUSTO POR EL GÉNERO


Se  me ha muerto Paco Camarasa, el Virgilio que me guiaba por los vericuetos del “Inferno” negrocriminal, y me ha dejado huérfano y sin palabras.
Ha sido una muerte anunciada, es cierto. Anunciada por él mismo, cuando le llegó el duro veredicto de los doctores y primero se vio obligado a restringir la ubicuidad portentosa que le permitía estar en cualquier foro donde se encendiera una candela literaria con la que alumbrar la negrura criminal, además de organizar eventos multitudinarios como BCNegra, y es solo un ejemplo. Luego empezó a espaciar los mails en los que nos daba cuenta a los iniciados de las novedades aparecidas en los distintos sellos editoriales; de las trampas con las que se ofertan productos publicitados como “lo último de Fulanito” pero que son obras ya publicadas años atrás a las que se cambian el título y la portada; y también, ay, de las sucesivas e inevitables defecciones en nuestras nutridas filas, por causa de muerte. La penúltima, la de Philip Kerr, casi un recién llegado al círculo de los leales.
Antes aún, apenas en 2015 y no por problemas de salud sino por las estrecheces de la economía, se había visto obligado a clausurar su guarida (y de Montse Clavé, “la librera”) en el corazón de la Barceloneta. Tan bien publicitaban el género los dos libreros, que los beneficios de su esforzada misión fueron a recalar en plataformas de distribución mucho más poderosas, con puntos de venta en lugares mucho más céntricos y espaciosos que el modesto local de la calle de la Sal. También publicó Paco una guía del género, Sangre en los estantes, ecléctica y casi completa, que ha entrado por derecho propio en la categoría de los best-sellers.
A esto último voy a referirme. El “género” no está incluido en el canon literario occidental (por fortuna). Se lo considera un accesorio prescindible para la alta cultura, lo cual sin duda es cierto en un momento en el que prácticamente todo es prescindible, incluida la alta cultura. También hay autores empeñados en “romper los moldes” del género con obras que no nos resultan del todo sorprendentes ni originales por la razón de que el género no es así, porque carece de moldes propiamente dichos. Y lo que gusta al lector no es el “género” por sí mismo, una especie de fondo de armario indiferenciado, sino esta obra concreta, y no en cambio la otra.
Podemos comprobarlo fácilmente recorriendo las páginas de Sangre en los estantes. Cada cual puede encontrar allí sugerencias y juicios ponderados, pero ninguna jerarquía, ninguna sentencia tajante, ninguna imprescindibilidad anunciada a son de clarines.
Es una disposición cordial e inclusiva que apreciamos muy en particular quienes sentimos gusto por el género. Quienes nos hemos sentido cómodos siguiendo las indicaciones discretas de Paco Camarasa a lo largo de tantos años.