martes, 24 de abril de 2018

PARTIDOS POLÍTICOS Y/O MOVIMIENTOS


Tomo pie para mi zambullida de hoy en un artículo de Carlos Yárnoz en elpais. Su título: «Los movimientos sustituyen a los partidos.» No es solo una afirmación cuestionable, sino además cuestionada en el cuerpo del artículo. Volveré sobre ello. Antes me voy a detener en el subtitular: «Las organizaciones políticas clásicas pierden peso por su incapacidad para enfrentarse al nacionalismo, el terrorismo o las migraciones.» La causa y la consecuencia están mal engarzadas en esta afirmación. Sería más exacto decir que la pérdida de peso (previa) de las organizaciones políticas clásicas las incapacita para enfrentarse, etcétera.
Hace muchos años que las organizaciones políticas “clásicas” languidecen. Aquellos partidos de masas de la izquierda tenían sus bases en una clase obrera relativamente homogénea y solidaria, reunida durante muchas horas al día en el ámbito de la fábrica. Su función insustituible era entonces la interlocución, a partir de la fábrica, con el mundo de las instituciones del Estado providencia. Todo el sistema descansaba en la premisa de la regulación ordenada de las conductas sociales en un cuadro institucional más o menos marcado por la empatía, de forma que quedaran garantizadas en lo posible la redistribución de la riqueza generada entre sus diversas fuentes de contribución, y la igualdad de oportunidades para todos en una sociedad inclusiva (dicho de otro modo, el funcionamiento libre de trabas del ascensor social).
Los partidos políticos clásicos perdieron pie a partir del doble fenómeno, promovido inicialmente por las elites financieras y la derecha, pero secundado luego asimismo desde posiciones nominalmente de izquierda (“terceras vías”), de la fragmentación del mercado de trabajo y la desregulación paralela de las reglas del juego, lo que transformó el antiguo Estado del bienestar en una institución autista, absorta únicamente en su laberinto particular (la deuda ingobernable, los rescates imprescindibles a entidades bancarias, el horror paralizador a las partidas deficitarias de los presupuestos).
La fortaleza amurallada del Estado, bien rodeada en todo su perímetro por un ancho foso con cocodrilos, ha recogido los puentes levadizos que antes estaban tendidos. Las tres calamidades que anuncia Yárnoz son reducibles a una sola: el repliegue del Estado post-benefactor sobre sí mismo (nacionalismo), conduce al aseguramiento de las fronteras (rechazo a los migrantes) y al pago de un precio de sangre por las desigualdades abismales que se han generado (terrorismo). Un precio, debe añadirse, que los Estados siguen considerando barato cuando lo confrontan con otras alternativas teóricamente a su alcance.
La dialéctica entre partidos y movimientos no es reducible a estos problemas. Los movimientos no son ningún dique frente al nacionalismo, el terrorismo y el flujo migratorio; solo ejercen una función de interlocución puntual y limitada a un problema o grupo de problemas; no influyen continuadamente en la dinámica legislativa de los parlamentos sino que se comportan como formas ocasionales de lobbying; y en definitiva, por su misma naturaleza, no tienen capacidad para llevar adelante iniciativas políticas a medio y largo plazo.
No pueden sustituir, por tanto, a los partidos políticos. Pero los partidos, a su vez, están en la ruina ideológica y organizativa, y necesitan de nuevas ideas y nuevos métodos para volver a ejercer su función natural aglutinadora y finalista.
Ha concluido el ciclo vital de los partidos construidos sobre la jerarquía, con las vacas sagradas indiscutibles dictando consignas desde su sanedrín. La alternativa hoy debe ser la misma que prevalece en el actual escalón tecnológico para la producción material de bienes y de servicios: organización en red, flexibilidad, capacidad de respuesta rápida, y fiabilidad máxima.
Una solución verosímil es la configuración en tándem de un partido que actúe como “centro” de impulsos y de relaciones, y de una plataforma movimientista, más o menos autónoma y más o menos laxamente coordinada con el partido-centro y con el grupo parlamentario que debe plasmar las iniciativas sociales en propuestas de legislación general.
No estoy hablando de una estructura virtual situada en el mundo vagoroso de los futuribles, sino de algo que está ya en funcionamiento, en fase de experimentación práctica. Es el caso de la plataforma ‘Momentum’ en relación con el partido laborista británico liderado por Jeremy Corbyn. Pueden encontrar ustedes información al respecto en un trabajo de Miguel Martínez Lucio publicado en el último número de Pasos a la Izquierda: ver http://pasosalaizquierda.com/?p=3739.
Es un tema para tomarlo en serio. El futuro de los partidos políticos, y más en general de la izquierda en las sociedades avanzadas, puede estar ahí.