miércoles, 25 de abril de 2018

UN ESTÚPIDO VELO


Otra lideresa que se apea en marcha del escalafón de mando de los Populares. Cristina Cifuentes había hecho amago de Agustina de Aragón después de pasar al dominio público las circunstancias exactas de su máster de derecho comunitario; e incluso, encastillada en su política de tolerancia cero, urgió dimisiones en la Universidad Rey Juan Carlos por un asunto en la que ella misma pasaba, por arte de birlibirloque, de encausada a principal perjudicada.
En otro tiempo más feliz, y sin la necesidad de contar con alianzas tangibles para la aprobación canónica de los presupuestos anuales, las cosas podrían no haber pasado de ahí. Sucesos más bochornosos han quedado difuminados en la lejanía del “pudo haber sido”: digamos, por ejemplo, la destrucción a martillazos de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas, y la fotocopia de su libro de contabilidad en la que un “M. Rajoy” desconocido habría cobrado una sustanciosa nómina complementaria en B.
No son buenos tiempos para la lírica, sin embargo, y la tozudería de Cifuentes obligó a activar recursos de guerra sucia. “Alguien” desde las alcantarillas del Estado filtró a OKDiario un vídeo de 2011 en el que, en un recinto apartado de un supermercado de Vallecas, unos seguratas registraban la bolsa de la rubia platino y extraían de ella potes de cremas faciales que minutos antes figuraban en los estantes del local, y no habían pasado por caja.
Cifuentes ha captado la sutil indirecta enviada desde campo amigo y ha presentado ipso facto la dimisión de su cargo de presidenta de la Comunidad. Lo ha hecho vestida de punta en blanco y denunciando una campaña de acoso y derribo en su contra.
Un final feliz.
M. Rajoy ha dejado al respecto un comentario escueto y castrense: «Ha hecho lo que debía hacer.»
Sí, solo que tarde, mal y en vano, mientras el partido alfa va perdiendo unidades en su larga travesía del desierto hacia los brotes verdes de la economía; mientras el banquillo del equipo (Hernando, Casado, Alonso, Levy), que ha saltado al terreno de juego debido a la baja forzada de varios titulares, no acaba de responder a las exigencias de la competición; y mientras enflaquecen día a día de forma considerable las expectativas de escaños escaneadas en las encuestas de opinión.
Habida cuenta de que Bescansa, en Podemos, ha padecido un traspié que la ha dejado tan en fuera de juego como la propia Cifuentes, y de que el PSOE no alcanza a despertar grandes esperanzas en su nueva y dubitativa singladura, la iniciativa parece recaer en exclusiva en las filas de Ciudadanos y más en concreto en su fichaje estelar en el mercado de invierno, Manuel Valls, que después de su tropezón en las primarias presidenciales del país vecino pasará ─por aclamación ahora y sin necesidad de primarias, no vaya a rompérsenos el juguete─ a aspirar al cargo de alcalde de Barcelona.
¿Tan solo a eso? ¿De veras a nada más? Malos tiempos para la lírica, en efecto. O mejor: «Corramos un estúpido velo.» Es lo que nos decía, forzando el énfasis, nuestro profesor de Lengua cuando cometíamos algún error memorable, en mis ya lejanos tiempos de bachiller: “¿El autor del Lazarillo de Tormes? No sé, ¿Lope de Vega?”
“Estúpido” quedaba más propio y redundante que simplemente “tupido”, no en vano era palabra esdrújula.