domingo, 15 de abril de 2018

LA FALSA MONEDA Y EL CHICKEN GAME


Anda buscando el ministro Montoro quien le compre los Presupuestos de este año, y no hay modo. Igual que la falsa moneda, pasan de mano en mano y ninguno se los queda. Con la excepción de Albert Rivera, claro, a quien se le ponen, cada día más, ojos de ventanilla de caja registradora, contando los votos que va a rentarle el vía crucis errático del gobierno de un Mariano Rajoy que acumula los desprestigios por capazos.
Pero los votos de Ciudadanos no bastan en este caso. Al PNV le gustaría apoyar, porque Montoro le ha doblado las ventajas fiscales; pero Urkullu teme una rebelión de las bases si da cuartelillo a un Rajoy groggy y deja en cambio a Catalunya como está, abierta en canal.
¿Qué más puede hacer nuestro particular Gran Timonel con Catalunya? Anda investigando quién es el que financia la querella del Parlament contra el juez Llarena, y acabará por encontrarlo, pero no hay indicios de que eso vaya a aliviarlo en lo más mínimo. Empapelar a más sediciosos/as y conseguir la extradición de los fugados/as no le dará más votos a él. Puede que se los dé a Rivera, y está por ver; pero seguro que a él, no. Hay un hartazgo de judicialización entre la ciudadanía. Puestos a mirar con lupa las malversaciones en curso o en potencia, nos gustaría saber cuánto nos está costando a los españoles todo ese trasiego de guardias civiles y policías nacionales registrando sedes en busca de urnas escondidas y de facturas impagadas imaginarias.
Nos está costando mucho, sin duda, a juzgar por el hecho de que los Presupuestos, para los que Montoro mendiga una limosnita parlamentaria, no contemplan políticas de empleo, ni subidas significativas de las pensiones (se subirán más adelante si la economía sigue mejorando, dice el gobierno; la factura de la luz, por su parte, bajará si llueve un poco más, aunque el Ebro está que se sale), ni mejoran las ratios de investigación más desarrollo. No ofrecen, en una palabra, ninguna perspectiva de futuro para esa economía cuya mejora se encomienda a la Virgen de la Cueva, ni para los índices de bienestar social, que seguirán empeorando un poco más.
El naufragio es tan considerable que a Rajoy solo le queda en la recámara un último recurso, a saber: dar a toda su tripulación, por la megafonía del plasma, la orden de arriar los botes. Pero no lo hará. No solo se está poniendo de perfil, sino además de perfil numantino.
Cristina Cifuentes, en una situación no menos apurada en la Comunidad de Madrid, ha dicho que solo dimitirá si se lo pide Rajoy. Puede que la hayamos entendido mal y lo que haya querido decir es que solo dimitirá cuando haya dimitido Rajoy. No descartaría que los dos anden jugando al chicken game, a ver quién es el último en tirarse en marcha del coche que va directo al precipicio.
Como en aquella película de James Dean.