sábado, 14 de abril de 2018

«VERDUGOS IMPUNES»


Este es un libro imprescindible. Lo firman José Babiano, Gutmaro Gómez, Antonio Míguez y Javier Tébar (Pasado & Presente 2018). El lector encontrará los nombres de los cuatro en la portada, en las solapas y en la bibliografía adjunta. No en ninguna parte del texto, porque aquí no hay visiones particulares, ni interpretaciones personales, ni querellas de escuela. Solo el relato objetivo de lo que supuso el franquismo en relación con los derechos humanos, elaborado y destilado a ocho manos. La pormenorización de las pruebas documentales y de los estudios que avalan la verdad de cada una de las afirmaciones escuetas, desnudas de retórica, que se explicitan y se acumulan como otros tantos considerandos de un acta de acusación.
«El franquismo fue una dictadura larga y poliédrica.» Es la primera frase del primer capítulo, y en ella se resume el contenido del libro. Nada de interpretaciones bondadosas del tipo “régimen paternalista autoritario”. Ningún asomo del “con Franco no se vivía tan mal”. La constatación rigurosamente documentada de la existencia de un poder omnímodo que invadió todos los campos de la existencia social ─ no solo la política y la economía sino la religión, la cultura, los comportamientos, los hábitos, los roles de sexo ─ hasta componer una atmósfera asfixiante.
Un régimen asfixiante basado en la violencia. Violencia explícita, desde el principio mismo, una sublevación militar, hasta la última exhalación de la dictadura. El franquismo fue un régimen de fusilamientos. Nació con la intención totalitaria y prometeica de crear un hombre y una mujer nuevos en una patria nueva, y el medio utilizado para ese fin fue el exterminio deliberado de toda diferencia. La adhesión inquebrantable fue de rigor en la España franquista. No era concebible otra cosa. Quien no se adhería, había de desaparecer.
Violencia implícita, además. El acoso a los disidentes y a los diferentes, la jerarquización brutal de la sociedad, las cárceles y los reformatorios, la reorganización de las familias “apestadas”, los bebés robados. Toda la recomposición de la geografía social para abolir la pluralidad y pisotear los derechos individuales y colectivos desde la lógica totalitaria de la “unidad de destino”.
El franquismo estuvo en contra del liberalismo, del comunismo, de la socialdemocracia y de cualquier otra forma de democracia, palabra que utilizó siempre en despectivo, como cosa “superada”, con la excepción de un engendro teorizado para uso interno, la “democracia orgánica”, que tenía poco de lo segundo y nada de lo primero.
El franquismo subsistió gracias a su sometimiento lacayuno a las potencias occidentales, de las que desconfiaba, y al palio protector de la iglesia nacional-católica, la mayor terrateniente del país, que lo marcó desde el comienzo mismo con su sello (la “cruzada”) tanto espiritual como bajamente material. La iglesia fue cómplice necesaria y coprotagonista en la violación sistémica de los derechos humanos perpetrada por el régimen franquista a partir de la gran mentira formulada mediante el lema «Por el imperio hacia Dios», donde ni Dios ni el imperio eran lo que comúnmente se entiende por tales.
Por todo eso, Verdugos impunes es un libro imprescindible. Una herramienta. A las generaciones que están llegando les explicará cómo fue lo que hubo antes. A todos, nos alertará en relación con los ecos, que aún resuenan por algunos rincones de las covachuelas del Estado, de la antigua y caduca fanfarria.