jueves, 12 de abril de 2018

LAS LLAVES DEL CIELO EN LOS BOLSILLOS


Entre los recuerdos brumosos de mi infancia está la tarabita siguiente: “Yo tengo las llaves del cielo, y puedo hacer todo lo que quiero.” Supongo que estaba relacionada con algún juego, pero no lo sitúo, ni sé quién ni cómo podía agenciarse las llaves en cuestión.
Lo que cuenta en todo caso es la idea: el cielo como propiedad privada. Es la esencia de lo que está ocurriendo hoy con un grupo de personas muy cualificado. De otro modo no se entiende la pregunta retórica del señor presidente de la Diputación de León, dirigente del PP, señor Juan Martínez Majo, sobre Cristina Cifuentes: «Vale, no tiene el máster. ¿Cuál es el problema?»
Hombre, el problema es en primer lugar que lo ha hecho constar como mérito. Que ha mentido en público y desde su cargo oficial. Por esa bagatela hay gente que dimite, en otros lugares. Suele considerarse, entre quienes no tienen llaves del cielo y además consideran que tales llaves no deben existir porque el cielo es potencialmente de todos y quien llega hasta allí lo hace impulsado por sus propios méritos acreditados y no por derechos adquiridos de otra forma; suele considerarse, digo, que el servidor público tiene deberes hacia sus representados, y el primero de todos ellos es ser honesto y veraz. ¿Son antigüeces o mamandurrias? Lo son, sin duda, para una reducida elite ─¿deberíamos llamarla "casta"?─ de la que forma parte el señor presidente de la Diputación de León.
El cual ha añadido que la cuestión del máster «no tiene nada que ver con la gestión política de la Comunidad.» Ahí ha puesto el dedo en la llaga. Pero si vamos a ver que la gestión política de la Comunidad incluye nombres como los de Ignacio González, Francisco Granados y David Marjaliza, instituciones como el Canal de Isabel II y entidades como Bankia, tal vez habría valido más al señor Majo no entrar en tales vericuetos.
Otra declaración reciente del caballero nos proporciona una vara de medir adecuada acerca de lo que él considera «lamentable y bochornoso». Son los adjetivos que utilizó cuando asistió a una sesión del Senado y comprobó que allí «cada uno habla el idioma que le da la gana», por lo cual se quedó sin entender lo que se dijo en lenguas cooficiales reconocidas por la Constitución española.
Volvemos con este asunto al tema de las llaves del cielo, o más bien, en el caso concreto, de España. Estarían celosamente guardadas, por lo visto, en un despacho oficial de la Diputación de León. Las famosas siete llaves del sepulcro del Cid han ido a aparecer justamente ahí. Enhorabuena a Juan Martínez Majo.
El cual añadió, desolado: «Aunque no sé hasta cuándo se llamará España.»
Poco tiempo, me atrevería a aventurar yo, mientras el país siga cerrado a cal y canto y las llaves las retengan quienes presumen en estos momentos de llevarlas en los bolsillos.
Lo de los bolsillos no es metáfora, aclaro.