Publicidad reciente de Isabel Díaz
Ayuso en cueros vivos.
IDA se ha despojado de
golpe de los tres pedacitos de tela fiscal que aún conservaba para decoro de la
Comunidad de Madrid, y las audiencias han rugido de rijo: “¡Así, así, Isabel, a
pelo!”
No es el show de la
lideresa lo importante, sin embargo, sino la guerra fiscal al gobierno. IDA es
solo la foto de portada, puro brilli-brilli, pero el texto de fondo configura un
Madrid reafirmado como paraíso fiscal interior tras la “caída de la hoja” en
Patrimonio, Sucesiones y Donaciones.
Los ricos se apuntan a
Madrid en masa. Y los ricos ejercen de influencers
en sus ambientes propios: los campos de golf, las playas de moda, los
restaurantes caros, las cadenas privadas/públicas de televisión y la prensa de papel satinado en colorines.
María Jesús Montero está
que trina, con razón. Los impuestos tienen un sentido determinado, son indispensables
para la justicia social y su estructura debe ser equilibrada y sostenible. Lo
contrario conduce a aquello que en términos económicos globales se llama “dumping”.
No me pidan que traduzca el concepto al español cervantino, no me da la gana,
hace siglos que no vivimos en la España de Cervantes.
Madrid se desmarca del
país, una vez más, chulaponamente. “Ahí os quedáis, pringaos”.
Lo hace desde los
privilegios reconocidos desde siempre al dinero. Su intención es reventar el
marco común de convivencia mediante el torpedeo submarino de la acción del
gobierno con un acto de sabotaje deliberado.
No es el primero. El actual
sabotaje fiscal de IDA sucede al sabotaje del recibo de la luz, que a su vez ha
ocurrido de forma simultánea con el sabotaje del desembalse de Iberdrola. Nos han
programado un verano movido, antes de la rentrée.
La secuencia de explosiones controladas está llena de sentido en sí misma, de
modo que no se queden ustedes boquiabiertos ante las formas turgentes de la
señora o señorita Ayuso, no es ella quien lleva la manija, es nada más una
figuranta, una “suripanta” como decían nuestros bisabuelos, en el espectáculo
al que nos someten nuestros/as ricos/as solo para que veamos de lo que son
capaces con tal de seguir mandando mil años más en nuestros destinos.
Se oyen voces aquí y allá,
culpando al gobierno de ineficacia o, peor aún, de impotencia. Escuchen, las
cosas no irían mejor con más radicalidad y velocidad en el cumplimiento del
programa de coalición. La guerra sería más cruda, simplemente. Necesitamos
aliados en esta guerra, y a más radicalidad, menos aliados.
La última trampa es
hacernos creer que hay buenos y malos en este gobierno. Si aceptamos eso,
habremos aceptado todo lo demás. Estamos corriendo una maratón, no una carrera
de cien metros lisos.