Mausoleo de Dante Alighieri en
Ravenna. El poeta decidió quedarse en este lugar de forma permanente. En
Florencia, las “gentes nuevas de rápidas ganancias” todavía lo están esperando,
con la intención de hacerse ellas mismas un homenaje inolvidable a su costa.
Hoy hace setecientos años
y un día que murió Dante en Ravenna. Dante había escrito la Commedia, además de algunas otras
cosillas no desdeñables. En Florencia, su ciudad natal, le tenían ganas sobre
todo por la Commedia, un largo poema en el que no se mordía la lengua y daba
un juicio severo sobre bastantes de sus contemporáneos.
Había además de por medio algunos
encontronazos en la política municipal. En sustancia, los conspicuos representantes
de la clase social de las “gentes nuevas” codiciosas de ganancias rápidas, lo
hicieron condenar a muerte. Dante vivió buena parte de su vida como fugitivo,
pasando de la protección de uno a otro señor, no siempre de su mismo bando
político. Mientras, en Florencia sus enemigos jurados se entretenían
despellejándose también entre ellos.
Desde un punto de vista
civilizatorio hemos avanzado poco al respecto, en setecientos años. En el siglo
XIV no existía cultura de coalición, y por ahora sigue sin aparecer. Se
quemaban los libros en hogueras de vanidades plantadas a la mayor gloria de
Dios, y ahora se hace lo mismo para preservar a los/las jóvenes de la
incorrección política en materia de etnia y de género (en materia de opinión,
no; ahí reina la consigna de que a quien dios se la dé, san pedro se la
bendiga.)
Se han quemado
públicamente los álbumes de Tintín, el sagaz reportero belga, con otros de
Lucky Luke, Astérix y varios héroes de Walt Disney. Lo ha hecho el Consejo Escolar
Católico de Providence, Ontario (Canadá), con una finalidad loable: se trataba,
mediante esa purificación por el fuego, de hacer «un gesto de reconciliación
con las Primeras Naciones, y un gesto de apertura hacia las otras comunidades
presentes en la escuela y en nuestra sociedad.»
Es lo que ha dicho Lyne
Cossette, portavoz del Consejo en cuestión; y quizá sería prudente que alguien
calmara los ímpetus de doña Lyne y le asegurara que tanta reconciliación y
apertura no eran estrictamente necesarias. A saber lo que se le ocurrirá quemar
después.
En este mundo cruel donde
nada es verdad ni mentira, tales “gestos” están de más. A Dante le quemaron sus
obras hace setecientos años, hoy se las queman a Hergé. Oigan, déjenme tirarme
un pegote monumental: estoy seguro de que al Alighieri redivivo le habrían
encantado las historietas de Tintín, Milú, el capitán Haddock y el profesor
Tornasol.