El Proletario, la Muerte y el Lumpen
(atrás, el del cuerno), en un aguafuerte de Alberto Durero justamente famoso.
El crecimiento del lumpen proletariado
en España se cuantifica por el crecimiento del voto a Vox. Hablo de tendencias,
no de correspondencias precisas; aquí no hay un trasvase cuantificable de votos
de una plataforma ideológica a otra, sino la realidad del desclasamiento
progresivo de una porción significativa del proletariado clásico, más otra
porción, cuantitativamente bastante mayor, de las que venían considerándose a
sí mismas como clases medias y columna vertebral de la sociedad.
No es cuestión entonces del
voto que pueda perder Ciudadanos en un trasvase hacia una opción de su mismo
campo pero más radical. Es el desamparo que empuja al proletario, que ocupa un
día más su lugar en la cola del desempleo, a querer reventarlo todo; y
alternativamente, la sensación de encontrarse en la cubierta del Titanic inermes frente al iceberg, de muchas
personas que apenas hace minutos se creían a sí mismas cómodamente instaladas al
resguardo de la intemperie, y de pronto no avizoran ninguna alternativa que les
permita luchar por su supervivencia.
Las últimas elecciones en Madrid-región
ejemplifican esta situación (aparte de algunos errores garrafales de
apreciación, por parte de una izquierda anormalmente enceguecida). Me dirán que
el electorado madrileño no se ha volcado con Vox sino con el PP. Cierto, pero
ha sido así por la buena razón de que Ayuso supo ser más Vox que Vox mismo. El lumpen sabe reconocer a los suyos,
por muy disfrazados que vayan.
Veamos los números. Tomo
como base los que da Nicolás Sartorius en un artículo que he alabado y linkado
en estas páginas ayer mismo: «¿Qué le pasa a la derecha española?». Algo menos
del 9% de la población activa madrileña está empleada en la industria; un 7% en
la construcción, y un 84% largo en los servicios. Entre el comercio, la
hostelería y el transporte suman 1.071.704 empleados, de los 2.840.000 que
ocupan los servicios, según señala Sartorius. Comercio, hostelería y transporte
son tres sectores críticos en los que florece el lumpen, debido a la
desregulación laboral y al despeñamiento de los salarios, ambas tendencias jaleadas
por nuestra máxima autoridad bancaria, Pablo Hernández de Cos, como también se
ha recordado en fecha reciente en este blog.
No cabe desdeñar, con
todo, esos 2,84 millones de trabajadores de los servicios en otros sectores,
porque corresponden muy mayoritariamente a la administración (administración
central, local, canónica y militar), y tanto las covachuelas, como las sacristías
y las cantinas de suboficiales, son caldo de cultivo propicio a la ojeriza, la desidia,
la mala voluntad y la mala fe, los cuatro jinetes del Apocalipsis que arrasan
el páramo intelectual e ideológico del lumpen de modo que en él no vuelva a
crecer la hierba.
Una determinada derecha se
ha dado cuenta de que la descohesión social y la pauperización incrementan sus
expectativas de éxito electoral, por la doble vía del voto directo y de la abstención.
A este sector de su electorado le prometen libertad sin tasa, represión del
comunismo, y vigilancia estricta de las fronteras. No importa que las tres
consignas sean contradictorias entre sí, el lumpen ama el caos en el que medra.
Al otro sector, el predilecto,
del electorado de la derecha, el que viene conociéndose desde siempre como “los
pudientes”, los líderes les prometen más bajadas de impuestos, despido más
fácil, niveles salariales más mínimos, y ayudas institucionales para sus
negocios, a cambio de módicas comisiones con las que mantener enhiestos los
palos del sombrajo.
Nada que ver con el
lumpen. El lumpen es la carne de cañón.