Vista de la laguna de la Ricarda, en
el municipio de El Prat de Llobregat, Barcelona, un humedal protegido por la Unión Europea.
(Fuente, NIUS)
El alcalde de El Prat,
Lluís Mijoler, ha puesto el dedo en la llaga: «El aeropuerto más verde de
Europa se va a cargar un espacio de la red Natura 2000».
Lo de “más verde de Europa”
es un eufemismo con el que se ha venido describiendo al aeropuerto del Prat
ampliado. Sin embargo, el DORA (Documento de Regulación Aeroportuaria)
presentado por Aena ayer viernes, mantiene la ampliación hacia el este de la “pista
07R/25L y sus rodaduras asociadas”, con afectación de espacios naturales
protegidos, debido a lo cual serán necesarias “medidas compensatorias”.
Se ha estado jugando al sí
pero no. La idea general en la que todos los intereses políticos coincidían era
ampliar la pista, sin tocar el espacio natural. Como eso era imposible (es
posible, sin embargo, ampliar la capacidad del aeropuerto sin ampliar la pista,
una solución sobre la que se ha debatido más bien poco), la línea de consenso más
aproximativa a la que se ha llegado es ampliar lo menos posible la pista, a fin
de tocar lo menos posible la laguna. De alguna forma, lo mismo que le pedía Don
Juan Tenorio a Doña Inés de Ulloa, según la maledicencia popular: “la puntita nada más.”
Aena se ha dejado de
remilgos, y ha puesto los puntos sobre las íes: su plan pasa por ampliación +
afectación + compensación (¿? - ¿Qué compensación cabe, si la destrucción de un
espacio natural es en sí misma irreparable? ¿Crear un parque temático?)
Lluís Mijoler y la alcaldesa
de Barcelona, Ada Colau, han estado desde el principio y de forma consistente en
contra de la solución de Aena. En cambio la actitud de Raquel Sánchez, que fue
alcaldesa de Gavà y es ahora ministra de Transportes, ha sido bastante más
ambigua. Lo mismo le ha ocurrido, según fuentes, a Salvador Illa. En el Govern
de Cataluña las posiciones están divididas: quienes dicen “no”, no lo hacen por
salvar la Ricarda sino porque el “no a todo” les parece la mejor táctica para aproximarse
a sus propios objetivos: “A la república
por la Ricarda (o por cualquier otro lugar, siempre que no sea el marcado
desde el centro opresor), sería su
divisa.
Entre los procesistas posibilistas,
la Ricarda sí sería una posible moneda de cambio, en la dirección de un
consenso presupuestario bilateral; y me temo que la misma valoración ─moneda de
cambio─ se le ha dado a la laguna desde las casamatas del Gobierno central. O
mucho me equivoco.
El uno por el otro, la
casa ha quedado sin barrer. Como nadie ha hablado con la claridad suficiente, Aena
ha seguido adelante con su librillo. La idea que sobrevuela de algún modo el galimatías
es que de todos modos la UE vetará el proyecto del “aeropuerto más verde de
Europa”, precisamente por su coloración marronácea.
Pero nadie puede estar
seguro de que vaya a ocurrir así. Y además, sería infinitamente preferible
proyectar las intervenciones hacia la creación de algo tan serio como un hub (intersección, punto de encuentro,
nudo del tráfico internacional) a partir de estudios específicos sobre su
necesidad, su practicidad, su viabilidad y su sostenibilidad.
No nos vaya a suceder que
tiremos por el balcón a la niña ─la Ricarda─, y guardemos en cambio celosamente
como oro en paño el agua sucia de la palangana.