Una imagen sorprendente para quienes conocemos de buen
trecho a sus dos protagonistas. No excluyan que algo nuevo esté tomando cuerpo en
los subterráneos de la trama consabida de transversalidades globalizadoras.
(Foto compartida del muro de FB de Pau Noy Serrano.)
Algún amigo ha expresado su temor de que el paso
adelante dado por cinco mujeres de la izquierda llamada “alternativa” (qué
bonito nombre es ese, caramba) se reduzca a fin de cuentas a un “más de lo
mismo”. En ese movimiento andan implicadas sospechosas tan habituales como la
alcaldesa de Barcelona Ada Colau y la dirigente de Compromís Mónica Oltra,
puestas en solfa diariamente por la prensa a la que tanto queremos y que tanto
nos quiere. Con ellas, y como líder in
pectore del grupo, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz,
una comunista de las de cuernos y rabo.
En cuanto a las otras dos comparecientes, de
Mónica García (Más Madrid) se ha dicho ya todo lo malo que se podía decir, y
Fátima Hamed Hossain, que las acompañó en la puesta de largo oficial de ese
algo que no acaba de vislumbrarse qué será exactamente ni qué recorrido puede
tener, Fátima digo, es miembro de la Asamblea de Ceuta en representación del Movimiento
por la Dignidad y la Ciudadanía. Y compareció con la cabeza cubierta por un
velo, cosa que ha dado pábulo a muchas hablillas.
No me veo capaz de aventurar la trascendencia
de un primer paso adelante tan patentemente heterodoxo, tan contrario a las normas
aceptadas tanto para la política de clase como para el feminismo; pero en
ningún caso me parece que se pueda hablar de un “más de lo mismo”.
Más bien, creo que nunca antes habíamos visto
nada parecido.
No creo que vayamos por ese camino a un partido
político nuevo, confeccionado a partir de retales. Para decirles la verdad
completa, no siento un gran interés por la aparición de un nuevo partido
político diseñado según las categorías clásicas. En el asunto de la
participación política, también deberíamos hacer un esfuerzo por innovar, sin
ceñirnos a los cánones tradicionales. En Portugal inventaron una fórmula
novedosa de gobierno, y la llamaron (ellos mismos, o sus opositores; no tengo
ahora mismo el dato a mano) la “jeringonça”.
El experimento parece haber finalizado con la convocatoria de nuevas
elecciones, pero no pongan aún la mano en el fuego.
Pues bien, Pablo Casado dio por una vez en el
clavo cuando calificó, a la constelación de mujeres que he tenido el gusto de
presentarles, el “aquelarre”.
Estén atentos a lo que pueda dar de sí esta
reunión de “brujas” de la izquierda política. De momento, la más cualificada de
todas ellas posa ─en la imagen que pueden saborear sobre estas líneas─ en
compañía del Pescador de almas, en la mismísima Barca de este.
Nunca antes, ni siquiera en los tiempos
legendarios de la Papisa Juana, habíamos visto un aquelarre con bendición
papal, más posiblemente alguna indulgencia plenaria. Concédanmelo.