Torre-campanario de Castielfabib (Valencia)
Comenta certeramente José Luis López Bulla (1) que
los males del Partido Popular no se resumen en la nulidad de Pablo Casado, sino
que vienen de origen. Es así, y esa es también la razón de que Isabel Ayuso, lideresa
indiscutible de la plaza fuerte de Madrid, no valga como dirigente nacional. El
precio de enfrentar unos territorios con otros consiste en que, después, los “otros”
se niegan tozudamente a votarte. Ya puedes vocear que Madrid es un modelo de
éxito; en Castielfabib, población situada en la comarca del Rincón de Ademuz,
esas proclamas desde la capital suenan a música celestial, en el sentido más peyorativo
del término.
Cada uno de nuestros diversos nacionalismos de
campanario ha optado por refugiarse en su propio nicho ecológico y aborrecer
todo lo que huela a biodiversidad. Incluso Vox, que cuenta con el feed-back de cuarenta años de adoctrinamiento
en el totalitarismo, parece haber llegado a sus límites de expansión naturales.
Mola en las terceras edades, pero pincha entre quienes nunca fueron beneficiarios
de aquel lejano inmovilismo tan confortable.
Tenemos aquí y ahora un conflicto novedoso con
una de esas verdades políticas plurigeneracionales que nos han sido
transmitidas de boca a oreja. Hemos desgarrado muchas vestiduras y dado
abundantes golpes de pecho lamentando la fragmentación y el cainismo de las
izquierdas, frente a una derecha capaz de sofocar todo tipo de querellas
internas para presentar en las lizas electorales un frente monolítico, de tan
homogéneo.
Pues bien, ahora está ocurriendo lo contrario.
Ayuso y Casado airean frente a los focos de los medios de comunicación sus
querellas domésticas, Feijoo se desmarca, Murcia se diluye, Mañueco rompe con los
restos de Ciudadanos y convoca elecciones en Castilla y León, Moreno Bonilla apura
la fontanería en Andalucía porque las cuentas no acaban de salir, y Mariano Rajoy
asegura no haberse enterado nunca de que existía una caja B. El paso siguiente
será no recordar quién era el jefe del Gobierno cuando gobernaba él: “Yo no
llegué a conocer nunca a ese M. Rajoy del que usted me habla. No me fue
presentado.”
Mientras, el PSOE ha conseguido normalizar el
diálogo con autonomías de las que en tiempos no quería ni oír hablar; y a su
izquierda empieza a aglutinarse una plataforma que podría ampliar el horizonte plano
que se atisba desde lo alto del campanario de la parroquia, para planear por
encima y más allá de los montes.
Cuidado, el “modelo campanario” aún tira mucho
también en la izquierda. El Papa Luna lo instauró hace seis siglos en Peñíscola
bajo el lema de “Pocos pero buenos”, y añadió que toda la Iglesia católica
cabía entre los muros del castillo roquero de su familia. Hoy siguen
proliferando las start-ups que,
siguiendo su ejemplo, desdeñan los grandes movimientos de masas, siempre peligrosos
por la imposibilidad de un control adecuado desde el cuartel general, y proponen
en cambio para su entorno ideológico inmediato una “boutique con encanto” secundum la ortodoxia dictada por el o
la profeta de turno.
Insisto. Las cosas son como son, pero las tendencias
dominantes de la meteorología para la próxima temporada indican la posibilidad
de formación de frentes amplios a la izquierda, y de turbulencias locales eventualmente
de gran intensidad en el territorio de las derechas.
(1) Ver http://lopezbulla.blogspot.com/2021/12/el-partido-popular-como-problema.html