Una orquesta bien afinada rodea a su víctima inocente en ‘El quinteto de la muerte' (Alexander Mackendrick 1955).
Lom, Sellers, Green, Guinness y Parker, un equipo armónico e impecable. Nada
de solistas.
«Aquí
no caben los solistas. Somos una orquesta afinada, armónica, donde prima una
partitura fuerte, no la suma de planes individualistas; el personalismo no cabe
en el PP.»
Lo ha dicho Pablo Casado, y ha dejado
estupefacto al personal. Teníamos la idea, expresada por escrito y rubricada en
una sentencia de los tribunales, de que el PP se había comportado como una
conspiración para delinquir. Los dos conceptos no encajan; ¿se trataba de una
conspiración “afinada” y “armónica”? Misterio. Quizás al hablar de “partitura”,
Don Pablo quería referirse al “reparto” del botín, de otro modo no acabo de ver
la luz al final del túnel de la frase.
Sin contar con que toda orquesta seria y
profesional trabaja con solistas. Descontemos el mundo de la sinfonía, una
forma de composición tardía y para la que probablemente ya pasó la época. El
concierto, la forma más genuina de expresión de una orquesta, implica la
presencia de uno o varios instrumentos solistas. ¿De qué hablaba entonces
Casado?
Escuchémosle: «Esto no es un ‘talent show’ de megalomanías.»
Ah bueno. Ahora está más claro, pero no me
pregunten el qué.
El propio Don Pablo es un aficionado impenitente
a dar libre expresión a su talento, sea este lo que fuere, en un show continuo en el que lanza
afirmaciones peregrinas a la cara de sus rivales políticos. Tengo mis dudas en
cuanto a su megalomanía, pero algo de eso debe de haber cuando el chico se ha
envuelto en certificados amañados de másteres inexistentes, así por Harvard
como por Aravaca, por lo civil y por lo criminal.
Los periodistas han interpretado que sus
palabras iban sibilinamente referidas a Isabel Díaz Ayuso. Casado no la
mencionó de forma expresa, pero de ser esa la clave de su discurso, quedaría
explicado a satisfacción el fondo oculto del problema.
No hacía falta, sin embargo, ir con enigmas, indirectas
e insinuaciones. Para que todo quedara perfectamente claro, lo que don Pablo
debería haber dicho, con voz tonante, viril y casposa (permítanme la imaginería
de calificar de “casposa” una voz), era: «Por tus muertos, deja de una vez de
hurgarme en la horcajadura, Isabel, que aquí el único solista soy yo».
Y punto en boca la concurrencia.