Metáfora de la vida en compañía (Anders ZORN, “Placer de verano”,
1886)
Oh
que llarga es fa sempre l'espera
quan
s'espera que vindrà el pitjor
i
que trista es fa la llarga espera
quan
s'espera la mort de l'amor…
Pau
RIBA, “Es fa llarg esperar”
La huella de la felicidad, he podido reseguirla
estos últimos días en las confidencias de dos personas que han perdido a sus
parejas en fechas recientes, después de años de vida en común.
La compañía mutua ha cesado, pero su rastro no
se ha perdido. Siguen vigentes pequeños ritos, que han devenido en costumbres
firmes. Son las huellas, perceptibles aún, del lugar en el mundo que ocupó una
persona que ya no está aquí, pero no se ha ido del todo. Son un homenaje mínimo
a una felicidad que estaba tejida con los hilos de la cotidianidad y ahora se
continúa tejiendo desde el recuerdo imborrable y la añoranza.
Una felicidad en pareja. Existen otras formas, desde
luego. No descarto, por ejemplo, que sea posible la felicidad en la promiscuidad
sexual, aunque si se lleva la experiencia demasiado lejos, viene a parecerse a
la euforia del depredador que cuenta sus presas (véase Don Giovanni, acto primero, aria de Leporello: Madamina, il catalogo è questo).
La pareja moldea a los que conviven; deja una
huella imborrable. Gente excelente, de una gran altura de miras, valora
en mucho la soledad y asegura preferir la compañía de un libro a la de una
persona. Depende de qué libro, y de qué persona, desde luego. Pero el libro no
alcanza a sustituir la sensación de pérdida, la conmoción íntima, la añoranza
intensa, el diálogo diario con una sombra amada en busca de guías de conducta. Eso es algo
que solo puede reflejar la sustancia de la vida a una edad avanzada, y de una vida no plena sino problemática, en tanto que experiencia vivida.
Los "libros de una vida" tienen por fuerza que
ser muchos, y es bueno que lo sean. El hombre o la mujer de tu vida es solo uno
o una, cuando menos solo uno o una a la vez, porque tu vida es también una, nada
más. Hay un jardín ameno muy secreto en esa intimidad, cuando se accede a ella
utilizando una llave mágica, intransferible.