La brecha en la roca (yacimiento arqueológico de Petra, Jordania)
Un muy interesante artículo de Lluís Rabell (1)
analiza la coyuntura política catalana en base al acuerdo entre Esquerra y los
Comuns, que ha permitido de una tacada desbloquear los presupuestos de la
Generalitat, del Ayuntamiento de Barcelona y, por elevación, los del Gobierno
de España.
El acuerdo ha sido coyuntural, Rabell lo
subraya certeramente, cosa que viene a significar que las espadas seguirán en
alto todavía por algún tiempo. Esquerra ha forcejeado en busca de aire, para
que sus socios preferentes, JxC y CUP, no acabaran por estrangular al govern con su “afectuoso” abrazo del
oso. Con todo, ERC mantiene aparentemente incólume la idea de una “centralidad”
basada en un 52% elevado a la categoría de tótem y tabú. El 52% equivaldría en
la práctica a la “totalidad” del país (extra
Ecclesiam nulla salus, fuera de la Iglesia no hay salvación posible), y ahora se
invita a participar del sacramento, vicariamente, a los Comuns, como estrambote
o como jarrón chino de adorno; pero se excluye en cambio de forma terminante al
PSC, el “elefante socialdemócrata sentado en el sofá de la salita”, como lo
caracteriza Rabell. ¿Durante cuánto tiempo más se podrá seguir ignorando su
voluminosa presencia?
Esquerra y los Comuns se han movido, con todo,
y han habilitado una brecha, un boquete pequeño pero situado debajo de la línea
de flotación del paquebote “Waterloo”, que puede acabar por hundir sus
expectativas de eternizarse en el papel de mano que mece la cuna. Puigdemont ha
perdido la inmunidad parlamentaria, y ese es otro detalle que acentúa el carácter
efímero de un sombrajo habilitado en su momento con cuatro palitroques
apresuradamente dispuestos. La CUP y sus folclóricas votaciones asamblearias
han caído en la irrelevancia.
La alcaldesa de Barcelona Ada Colau, apretada
desde todas las direcciones de la rosa de los vientos, ha conseguido también
abrir brecha. Al Tete Maragall se le ha quedado cara de tonto, después de
anunciar la negativa de su partido a cualquier acuerdo presupuestario
municipal, y posiblemente sea relevado a medio plazo como precandidato a la
alcaldía por la que suspira. Los Comuns han acertado en el movimiento táctico y
aparecen más fuertes y con mejores expectativas de apoyo popular para las
grandes maniobras que se avecinan. Siguen en pie muchas incógnitas, pero de
momento ellos han demostrado su utilidad política por la vía aristotélica
(recuerden: el movimiento se demuestra andando).
Aquí se detiene el análisis de Rabell. Bueno,
no exactamente. Les recuerdo el final de su lúcido escrito: «Ahora, toca propiciar escenarios en los que
el conjunto de la izquierda de raíz social y tradición federalista pueda tejer
pactos de progreso y animar una salida al ensimismamiento del país.»
De acuerdo. Quizás es el momento de volver a
preocuparse por el elefante que espera sentado en la salita. No parece que tenga
intención de moverse a corto plazo, y sin embargo, ¿a quién va a corresponder
la tarea de “propiciar escenarios en los que la izquierda pueda tejer pactos de
progreso”? ¿Es que el elefante va a esperar sentado a que le lleguen las
ofertas de otros sectores de la izquierda plural, para decidir cuáles le
convienen y cuáles no?
Hay también una ilusión de centralidad en la
actitud habitual del PSOE, y por contagio del PSC. Es innegable una parte de
razón en esa actitud: en Cataluña nada podrá hacerse sin el PSC. Pero también
hay otra parte que se tiende a obviar: el PSC necesita tomar la iniciativa con
hechos, no con nostalgias de lo grandes que eran en la época de Pasqual.
El elefante socialdemócrata aguardó lleno de
paciencia y de “fuerza tranquila” en la salita de la Comunidad de Madrid, y ya
vieron el resultado electoral que obtuvo. Reincidir en tales errores sería
pecado mortal. Ahora que ERC y Comuns se han movido y han desbloqueado un
entorno pantanoso, no se entiende la extraña pasividad del elefante, a no ser
que confunda, como sus contrapartes en el otro lado del hemiciclo, así catalán
como español, que la centralidad de su propuesta equivale a “totalidad”.
Hoy, en este mundo fragmentado, desquiciado e
histérico, el discurso de la totalidad no rige. Recuerden aquel “momentum” de Podemos, cuando quiso en
un salto prodigioso saltar de la marginalidad a la ocupación del centro del tablero.
No estamos para tales proezas gimnásticas. La sociedad catalana necesita la
comparecencia urgente del PSC para tejer pactos de progreso con otras fuerzas
portadoras de proyectos distintos pero compatibles, con el fin de “propiciar
nuevos escenarios”.
Es algo que me parece imperativo.